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Daniel GolemanInteligencia Emocionalcomienza a poner de manifiesto cambios en la musculatura facial pocos milisegundos después delacontecimiento que desencadenó la reacción, y que los cambios fisiológicos típicos de una determinadaemoción —como los cambios en el flujo sanguíneo y el aumento del ritmo cardíaco— comienzan también alcabo de unas pocas fracciones de segundo. Esta rapidez es particularmente cierta en el caso de lasemociones intensas como, por ejemplo, el miedo a un ataque súbito.Según Ekman, técnicamente hablando, el tiempo que dura una emoción intensa es muy breve y caemás dentro del orden de los segundos que de los minutos, los días o las horas. En su opinión, seríainadaptado que una emoción secuestrase al cerebro y al cuerpo por un largo tiempo sin importar lascircunstancias cambiantes. Si las emociones provocadas por un determinado acontecimiento siguierandominándonos después de que la situación hubiera pasado, sin importar lo que estuviera ocurriendo anuestro alrededor, nuestros sentimientos constituirían una pobre guía para la acción. Para que lasemociones perduren, el desencadenante debe ser sostenido, evocando así la emoción continuamente,como ocurre, por ejemplo, cuando la pérdida de un ser querido nos mantiene apesadumbrados. Cuando elsentimiento persiste durante horas, suele hacerlo en forma muda, como estado de ánimo. Los estados deánimo ponen un determinado tono afectivo pero no conforman tan intensamente nuestra forma de percibir yde actuar como ocurre en el caso de la emoción plena.Primero los sentimientos, luego los pensamientosDebido al hecho de que la mente racional invierte algo más de tiempo que la mente emocional enregistrar y responder a una determinada situación, el «primer impulso» ante cualquier situación emocionalprocede del corazón, no de la cabeza. Pero existe también un segundo tipo de reacción emocional, máslenta que la anterior, que se origina en nuestros pensamientos. Esta segunda modalidad de activación delas emociones es más deliberada y solemos ser muy conscientes de los pensamientos que conducen a ella.En este tipo de reacción emocional hay una valoración más amplia y nuestros pensamientos —nuestracognición— determinan el tipo de emociones que se activarán. Una vez que llevamos a cabo una valoración—«este taxista me está engañando», o «este bebé es adorable»— tiene lugar la respuesta emocionalapropiada. Este es el camino que siguen las emociones más complejas, como, por ejemplo, el desconciertoo el miedo ante un examen, un camino más lento que el anterior y que tarda segundos, o incluso minutos,en desarrollarse.En cambio, en la modalidad de respuesta rápida los sentimientos parecen preceder o ser simultáneosa los pensamientos.Esta reacción emocional rápida asume el poder en aquellas situaciones urgentes que tienen que vercon la supervivencia porque ésta es precisamente su función, movilizarnos para hacer frenteinmediatamente a una urgencia. Nuestros sentimientos más intensos son reacciones involuntarias ynosotros no podemos decidir cuándo tendrán lugar. «El amor —escribió Stendhal— es como una fiebre queviene y se va independientemente de nuestra voluntad.» Este tipo de respuesta, que no sólo tiene que vercon el amor sino también con nuestros enojos y nuestros miedos, no depende de nuestra elección sino quees algo que nos sucede. Es por ese motivo por lo que puede ofrecemos una coartada puesto que, comoafirma Ekman. «El hecho de que no podamos elegir las emociones que tenemos» permite que laspersonas justifiquen sus acciones diciendo que se encontraban a merced de la emoción. Del mismo modoque existen caminos rápidos y lentos a la emoción —uno a través de la percepción inmediata y otro a travésde la intermediación del pensamiento reflexivo—, también existen emociones que vienen porque uno lasevoca. Un ejemplo de esto lo constituye el sentimiento intencionalmente manipulado, el repertorio del actor,como las lágrimas que llegan cuando deliberadamente evocamos recuerdos tristes. Pero los actores sonsimplemente más diestros que el resto de nosotros en el uso intencional del segundo camino a la emoción(el sentimiento que procede vía pensamiento). Y. si bien no podemos saber qué emoción concreta activaráun determinado pensamiento, sí que podemos —y con frecuencia así lo hacemos— decidir sobre quépensar. Del mismo modo que una fantasía sexual puede llevamos a sensaciones sexuales, así también losrecuerdos felices nos alegran y los melancólicos nos entristecen.Pero la mente racional no suele decidir qué emociones «debemos» tener, sino que, por el contrarlonuestros sentimientos nos asaltan como un fait accompli (Hecho consumado. En francés en el original). Loúnico que la mente racional puede controlares el curso que siguen estas reacciones. Con muy pocasexcepciones, nosotros no podemos decidir cuándo estar furíoso, ni tristes, etcétera.Una realidad simbólica infantilLa lógica de la mente emocional es asociativa, es decir, que considera a los elementos quesimbolizan —o activan el recuerdo— de una determinada realidad como si se tratara de esa mismarealidad. Ese es el motivo por el cual los símiles, las metáforas y las imágenes hablan directamente a la184

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