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Daniel GolemanInteligencia EmocionalUNA ESCUELA PARA NIÑOS INDISCIPLINADOSLas tendencias mentales que presentan los niños agresivos perduran hasta que terminan teniendoproblemas de uno u otro tipo. Una investigación realizada sobre jóvenes convictos de delitos violentos yestudiantes de instituto especialmente agresivos demostró que ambos grupos comparten las mismastendencias mentales. Son personas que, cuando tienen problemas con alguien, tienden automáticamente aconsiderarlo como un adversario y extraen conclusiones precipitadas sobre su hostilidad sin recabar másinformación ni buscar formas más pacíficas de dirimir sus diferencias. Tampoco suelen detenerse aconsiderar las posibles consecuencias negativas de un desenlace violento (generalmente una pelea). Paraellos, la violencia está plenamente justificada por creencias tales como «está bien pegarle a alguien que tecuaja», «si evitas las peleas todo el mundo pensará que eres un cobarde» o «no es tan grave darle unpuñetazo a alguien». Pero una ayuda a tiempo podría transformar estas actitudes e interrumpir el caminodel niño hacia la delincuencia. Existen varios programas experimentales que han conseguido que los niñosagresivos aprendan a dominar sus tendencias antisociales antes de que terminen desembocando enproblemas más serios. Uno de estos programas, diseñado en la Universidad de Duke, trabajó con un grupode niños agresivos de la escuela primaria, proclives al enojo. Las sesiones de entrenamiento duraroncuarenta minutos y se dieron dos veces por semana durante un período de seis a doce semanas. Eseprograma les enseñaba, por ejemplo, que eran parte de las señales que ellos interpretaban como hostileseran, en realidad, neutrales e incluso amistosas. También debían aprender a adoptar la perspectiva de losotros niños para tratar de comprender lo que pensaban de ellos en los momentos en que perdían el control.El programa también incluía un adiestramiento directo en el dominio del enfado mediante una especie depsicodrama en el que debían representar escenas que reproducían situaciones que podían hacerles perderlos estribos. Una de las habilidades clave que se les enseñaba para dominar el enfado consistía en prestaratención a sus propias sensaciones, haciéndoles tomar conciencia, por ejemplo, del rubor o de la tensiónmuscular —que acompañan al enfado— y considerarlas como una señal de alarma que les indica cuándodeben detenerse a considerar el siguiente paso que dar en lugar de comenzar a repartir golpes a diestro ysiniestro.En opinión de John Lochman, psicólogo de la Universidad de Duke que formaba parte del equipo quediseñó este programa: « Los niños hablan de las situaciones en que se han visto implicados recientemente,como, por ejemplo, haber sido empujados en el pasillo de entrada a la escuela, y exponen las posiblesalternativas de que disponen para afrontar la situación en caso de que consideren que ha sido a propósito.Por ejemplo, un chico me dijo que se limitaba a mirar fijamente al muchacho que le había empujado, ledecía que no volviera a repetirlo y seguía su camino. Aquello le situaba en una posición de cierto dominioen la que, al tiempo que mantenía elevada su autoestima, no tenía necesidad de iniciar ninguna pelea».Aquí debemos subrayar un hecho importante, ya que la mayoría de los muchachos agresivos sesienten muy incómodos con la facilidad con que pierden los estribos, lo cual hace también que se muestrenmuy dispuestos a aprender a dominar esta situación. Es evidente que, en los momentos críticos, lasrespuestas calculadas, como seguir caminando o contar hasta diez hasta que se desvanezca el impulso apelearse, no surgen de manera automática. Por esto, la representación de escenas imaginarias, como, porejemplo, subir a un autobús en el que otros chicos se burlan de ellos, les ofrece la posibilidad de practicarrespuestas alternativas amistosas que les permitan mantener su dignidad y evitar las reacciones tales comogolpear, gritar o salir corriendo.Tres años después de que los muchachos se hubieran sometido al entrenamiento, Lochman efectuóun estudio comparativo entre ellos y otros que presentaban un grado de agresividad similar pero que no sehabían beneficiado de las sesiones de control del enfado y descubrió que, durante la adolescencia, loschicos que se habían sometido al programa se mostraban mucho más disciplinados en clase, albergabansentimientos más positivos sobre sí mismos y estaban mucho menos predispuestos a beber alcohol y atomar drogas. En resumen, pues, cuanto mayor habia sido el tiempo de adiestramiento en el programa,menor era el grado de agresividad que manifestaban en la adolescencia.LA PREVENCIÓN DE LA DEPRESIÓNDana, de dieciséis años, parecía desenvolverse sin problemas pero, de pronto, dejó de poderrelacionarse con las otras muchachas y, lo que era mucho peor, no sabía cómo conservar a y sus novios,aunque se acostara con ellos. Taciturna y constantemente fatigada, Dana perdió interés por la comida y porlas diversiones. Decía que se sentía desesperanzada e impotente para hacer algo que le permitiera escaparde ese estado de ánimo y que incluso había llegado a pensar en el suicidio.150

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