Daniel GolemanInteligencia Emocionalinteligencia emocional, el optimismo es una actitud que impide caer en la apatía, la desesperación o ladepresión frente a las adversidades. Y al igual que ocurre con su prima hermana, la esperanza, eloptimismo —siempre y cuando se trate de un optimismo realista (porque el optimismo ingenuo puedellegar a ser desastroso)— tiene sus beneficios.Seligman define al optimismo en función de la forma en que la gente se explica a si misma sus éxitosy sus fracasos. Los optimistas consideran que los fracasos se deben a algo que puede cambiarse y, así, enla siguiente ocasión en la que afronten una situación parecida pueden llegar a triunfar. Los pesimistas, porel contrario, se echan las culpas de sus fracasos, atribuyéndolos a alguna característica estable que se venincapaces de modificar. Y estas distintas explicaciones tienen consecuencias muy profundas en la forma dehacer frente a la vida. Ante un despido, por ejemplo, los optimistas tienden a responder de una maneraactiva y esperanzada, elaborando un plan de acción o buscando ayuda y consejo porque consideran quelos contratiempos no son irremediables y pueden ser transformados. Los pesimistas, en cambio, consideranque los contratiempos constituyen algo irremediable y reaccionan ante la adversidad asumiendo que no haynada que ellos puedan hacer para que las cosas salgan mejor la próxima vez y, en consecuencia, no hacennada por cambiar el problema. Para ellos, los problemas se deben a algún déficit personal con el quesiempre tendrán que contar.Al igual que ocurre con la esperanza, el optimismo también es un buen predictor del éxito académico.Las puntuaciones obtenidas en un test de optimismo por quinientos estudiantes de los primeros cursos de1984 de la Universidad de Pennsylvania, fueron un mejor predictor de su rendimiento académico enaquellos años que las puntuaciones obtenidas en el examen SAT. Según Seligman, el autor de estainvestigación, «los exámenes de ingreso en la universidad constituyen una medida del talento, mientras queel estilo explicativo le dice quién abandonará. Es la combinación entre el talento razonable y la capacidadde perseverar ante el fracaso lo que conduce al éxito. En los tests que valoran las habilidades de uno u otrotipo suele dejarse de lado la motivación. Todo lo que usted debe saber es si seguirá adelante cuando lascosas resulten frustrantes. Yo creo que, dado un determinado nivel de inteligencia, el logro real no dependetanto del talento como de la capacidad de seguir adelante a pesar de los fracasos» Una de las pruebas másclaras del poder motivador del optimismo nos la proporciona un estudio realizado por el mismo Seligmansobre los vendedores de seguros de la compañía MetLife.Ser capaz de encajar una negativa es algo fundamental en todo tipo de ventas, especialmente en elcaso de un producto tal como los seguros, en el que la proporción entre «noes» y «síes» puede llegar a serdesalentadoramente elevada. Esta es la razón que explica el que tres cuartas partes de los vendedores deseguros abandonen su trabajo durante los tres años primeros. La investigación realizada por Seligmandemostró que durante los primeros dos años los optimistas vendían un 3,7% más que los pesimistas, y queel porcentaje de abandono entre los pesimistas era el doble que entre los optimistas.Y, lo que es más, Seligman persuadió a MetLife de contratar a un grupo especial de demandantes deempleo que no habían superado las pruebas estándar (basadas en determinar su proximidad a un perfilconfeccionado con las habilidades que parecían presentar los vendedores de éxito) que, sin embargo,habían puntuado muy alto en un test de optimismo. Este grupo especial vendió un 21 % más que lospesimistas el primer año y un 57% más durante el segundo.Pero el optimismo no sólo es un factor importante en cuanto al éxito en las ventas sino quefundamentalmente se trata de una y actitud emocionalmente inteligente. Para un vendedor, cada «no»constituye una pequeña derrota, y la reacción emocional a ese fracaso es decisiva a la hora de controlarsuficientemente la motivación para proseguir su actividad. Y a medida que los «noes» aumentan, la moralse debilita, haciendo cada vez más difícil marcar el número de la siguiente llamada telefónica. Estosrechazos son especialmente difíciles de asumir para un pesimista, quien los interpreta como significando«soy un fracaso en esto; jamás llegaré a ser un buen vendedor», una interpretación que, con todaseguridad, despierta la apatía y el derrotismo, cuando no la franca depresión. Ante esta situación, encambio, los optimistas se dicen: «estoy utilizando un abordaje inadecuado» o «esa última persona estabade mal humor» y, de este modo, al considerar que el fracaso no depende de una deficiencia en si mismossino de algo que radica en la situación, pueden cambiar su enfoque la próxima llamada. Es así como elequipaje mental de los pesimistas les conduce a la desesperación mientras que el de los optimistas reactivasu esperanza.Uno de los orígenes de una visión positiva o negativa puede ser el temperamento innato, ya que haypersonas que tienden naturalmente hacia una o hacia la otra. Pero, como también veremos en el capítulo14, el temperamento puede verse modulado por la experiencia. El optimismo y la esperanza —al igual quela impotencia y la desesperación— pueden aprenderse. Detrás de los dos existe lo que los psicólogosdenominan autoeficacia, la creencia de que uno tiene el control de los acontecimientos de su vida y puedehacer frente a los problemas en la medida en que se presenten. Desarrollar algún tipo de habilidadfortalece la sensación de eficacia y predispone a asumir riesgos y problemas más difíciles. Y el hecho desuperar estas dificultades aumenta a su vez la sensación de autoeficacia, una aptitud que lleva a hacer unmejor uso de cualquier habilidad y que también contribuye a desarrollarlas.60
Daniel GolemanInteligencia EmocionalAlbert Bandura, un psicólogo de la Universidad de Stanford que se ha ocupado de investigar el temade la autoeficacia, resume perfectamente este punto del siguiente modo: «las creencias de las personassobre sus propias habilidades tienen un profundo efecto sobre éstas. La habilidad no es un atributo fijo sinoque, en este sentido, existe una extraordinaria variabilidad. Las personas que se sienten eficaces serecuperaran prontamente de los fracasos y no se preocupan tanto por el hecho de que las cosas puedansalir mal sino que se aproximan a ellas buscando el modo de manejarlas»EL «FLUJO»: LA NEUROBIOLOGIA DE LA EXCELENCIAUn compositor describió así los momentos en los que mejor trabajaba:«Usted se encuentra en un estado extático en el que se siente como si casi no existiera. Así es comolo he experimentado yo en numerosas ocasiones. En esos casos, mis manos parecen vacías de mi y yo notengo nada que ver con lo que ocurre sino que simplemente contemplo maravillado y respetuoso todo loque sucede. Y eso es algo que fluye por sí mismo.»Esta descripción se asemeja sorprendentemente a la de cientos de hombres y mujeres —alpinistas,campeones de ajedrez, cirujanos, jugadores de baloncesto, ingenieros, ejecutivos e incluso sacerdotes—cuando hablan de una época en la que se superaron a si mismos en alguna de sus actividades favoritas.Mihaly Csikszentmihalyi, el psicólogo de la Universidad de Chicago que se ha dedicado a investigar yrecopilar durante dos décadas relatos de momentos de rendimiento cumbre, ha denominado a ese estadocon el nombre de «flujo». Los atletas, por su parte, se refieren a ese estado de gracia con el nombre de «lazona», un estado de absorción beatífica centrado en el presente, en el que espectadores y competidoresdesaparecen y la excelencia se produce sin el menor esfuerzo. Diane Roffe-Steinrotter, ganadora de unamedalla de oro en la olimpiada de invierno de 1994 dijo, después de haber terminado su turno departicipación en la carrera de esquí, que sólo recordaba haber estado inmersa en la relajación: «era como siformara parte de una catarata»La capacidad de entrar en el estado de «flujo» es el mejor ejemplo de la inteligencia emocional, unestado que tal vez represente el grado superior de control de las emociones al servicio del rendimiento y elaprendizaje. En ese estado las emociones no se ven reprimidas ni canalizadas sino que, por el contrario,se ven activadas, positivadas y alineadas con la tarea que estemos llevando a cabo. Para verse atrapadospor el tedio de la depresión o por la agitación de la ansiedad es necesario separarse del «flujo».De uno u otro modo, casi todo el mundo ha entrado en alguna que otra ocasión en el estado de«flujo» (o en un apacible «microflujo»), especialmente en aquellos casos en los que nuestro rendimiento esóptimo o cuando trascendemos nuestros límites anteriores. Tal vez la experiencia que mejor refleje esteestado sea el acto de amor extático, la fusión de dos personas en una unidad fluidamente armoniosa.El rasgo distintivo de esta experiencia extraordinaria es una sensación de alegría espontánea, inclusode rapto. Es un estado en el que uno se siente tan bien que resulta intrínsecamente recompensante, unestado en el que la gente se absorbe por completo y presta una atención indivisa a lo que está haciendo ysu conciencia se funde con su acción. La reflexión excesiva en lo que se está haciendo interrumpe elestado de «flujo» y hasta el mismo pensamiento de que «lo estoy haciendo muy bien» puede llegar aponerle fin. En este estado, la atención se focaliza tanto que la persona sólo es consciente de la estrechafranja de percepción relacionada con la tarea que está llevando a cabo, perdiendo también toda noción deltiempo y del espacio. Un cirujano, por ejemplo, recordó una difícil operación durante la que entró en eseestado y al terminarla advirtió la presencia de cascotes en el suelo del quirófano, sorprendiéndose al oírque, mientras estaba concentrado en la operación, parte del techo se había desplomado sin que él se dieracuenta de nada.El «flujo» es un estado de olvido de uno mismo, el opuesto de la reflexión y la preocupación, unestado en el que la persona, en lugar de perderse en el desasosiego, se encuentra tan absorta en la tareaque está llevando a cabo, que desaparece toda conciencia de sí mismo y abandona hasta las máspequeñas preocupaciones de la vida cotidiana (salud, dinero e incluso hasta el hecho de hacerlo bien).Dicho de otro modo, los momentos de «flujo» son momentos en los que el ego se halla completamenteausente. Paradójicamente, sin embargo, las personas que se hallan en este estado exhiben un controlextraordinario sobre lo que están haciendo y sus respuestas se ajustan perfectamente a las exigenciascambiantes de la tarea. Y aunque el rendimiento de quienes se hallan en este estado es extraordinario, entales momentos la persona está completamente despreocupada de lo que hace y su única motivacióndescansa en el mero gusto de hacerlo.Hay varias formas de entrar en el estado de «flujo». Una de ellas consiste en enfocarintencionalmente la atención en la tarea que se esté llevando a cabo; no hay que olvidar que la esencia del«flujo» es la concentración. En la entrada en estos dominios parece haber un bucle de retroalimentación61