Daniel GolemanInteligencia Emocionalprometedores los agresores deben leer los desgarradores relatos de este tipo de delitos contados desde laperspectiva de la víctima y contemplar videos en los que las víctimas narran desconsoladamente lo queexperimentaron cuando sufrieron la agresión. Luego, el agresor tiene que escribir acerca de su propio delitopero poniéndose, esta vez, en el lugar de la víctima y, por último, debe representar el episodio en cuestióndesempeñando ahora el papel de víctima.En opinión de William Pithers, psicólogo de la prisión de Vermont que ha desarrollado esta terapia decambio de perspectiva: «la empatía hacia la víctima transforma la percepción hasta el punto de impedir lanegación del sufrimiento, incluso a nivel de las propias fantasías», fortaleciendo así la motivación de loshombres para combatir sus perversas urgencias sexuales. La proporción de agresores sexuales que,después de pasar por este programa en prisión, reincidían, era la mitad que la de quienes no se sometieronal programa. Si falta esta motivación empática, las otras fases del tratamiento no funcionaránadecuadamente.Pero si son pocas las esperanzas de infundir una mínima sensación de empatía en los agresoressexuales de los niños, menos todavía lo son en el caso de otro tipo de criminales, como los psicópatas (alos que los recientes diagnósticos psiquiátricos denominan soci6patas). El psicópata no sólo es unapersona aparentemente encantadora sino que también carece de todo remordimiento ante los actos máscrueles y despiadados. La psicopatía, la incapacidad de experimentar empatía o cualquier tipo decompasión o, cuanto menos, remordimientos de conciencia, es una de las deficiencias emocionales másdesconcertantes. La explicación de la frialdad del psicópata parece residir en su comleta incapacidad paraestablecer una conexión emocional profunda. Los criminales más despiadados, los asesinos sádicosmúltiples que se deleitan con el sufrimiento de sus victimas antes de quitarles la vida, constituyen el epitomede la psicopatía. Los psicópatas también suelen ser mentirosos impenitentes dispuestos a manipularcínicamente las emociones de sus victimas y a decir lo que sea necesario con tal de conseguir susobjetivos. Consideremos el caso de Faro, un adolescente de diecisiete años, integrante de una banda deLos Angeles, que causó la muerte de una mujer y de su hijo en un atropello que él mismo describía conmás orgullo que pesar. Mientras se hallaba conduciendo un coche junto a Leon Bing, quien estabaescribiendo un libro sobre las pandillas de los Crips y los Bloods de la ciudad de Los Angeles, Faro quisohacer una demostración para Bing. Según relata éste, Faro «pareció enloquecer» cuando vio al «par detipos» que conducían el automóvil que iba detrás del suyo. Esto es lo que dice Bing acerca del incidente:«El conductor, al percatarse de que alguien estaba mirándole, echó entonces una mirada a nuestrocoche y, cuando sus ojos tropezaron con los de Faro, se abrieron completamente durante un instante.Entonces rompió el contacto visual y bajó los ojos hacia un lado. No cabía duda de que su mirada reflejabamiedo.Entonces Faro hizo una demostración a Bing de la fiera mirada que había lanzado a los ocupantesdel otro coche:Me miró directamente y toda su cara se transformó, como si algún truco fotográfico lo hubieraconvertido en un aterrador fantasma que te aconseja que no aguantes la mirada desafiante de este chico,una mirada que dice que nada le preocupa, ni tu vida ni la suya.»Es evidente que hay muchas explicaciones plausibles de una conducta tan compleja como ésta. Unade ellas podría ser que la capacidad de intimidar a los demás tiene cierto valor de supervivencia cuandouno debe vivir en entornos violentos en los que la delincuencia es algo habitual. En tales casos, el excesode empatía podría ser contraproducente. Así pues, en ciertos aspectos de la vida, una oportuna falta deempatía puede ser una «virtud» (desde el «policía malo» de los interrogatorios hasta el soldadoentrenado para matar). En este mismo sentido, las personas que han practicado torturas en estadostotalitarios refieren cómo aprendían a disociarse de los sentimientos de sus victimas para poder llevar acabo mejor su «trabajo».Una de las formas más detestables de falta de empatía ha sido puesta de manifiesto accidentalmentepor una investigación que reveló que los maridos que agreden físicamente o incluso llegan a amenazar concuchillos o pistolas a sus esposas, se hallan aquejados de una grave anomalía psicológica, ya que, encontra de lo que pudiera suponerse, estos hombres no actúan cegados por un arrebato de ira sino en unestado frío y calculado. Y, lo que es más, esta anomalía era más patente a medida que su cóleraaumentaba y la frecuencia de sus latidos cardiacos disminuía en lugar de aumentar (como suele ocurrir enlos accesos de furia), lo cual significa que cuanto más beligerantes y agresivos se sienten, mayor es sutranquilidad fisiológica. Su violencia, pues, parece ser un acto de terror calculado, una forma de controlar asus esposas sometiéndolas a un régimen de terror.Los maridos que muestran una crueldad brutal constituyen un caso aparte entre los hombres quemaltratan a sus esposas. Como norma general, también suelen mostrarse muy violentos fuera delmatrimonio, suelen buscar pelea en los bares o están continuamente discutiendo con sus compañeros detrabajo y sus familiares. Así pues, aunque la mayor parte de los hombres que maltratan a sus esposasactúan de manera impulsiva —bien sea movidos por el enfado que les produce sentirse rechazados o72
Daniel GolemanInteligencia Emocionalcelosos, o debido al miedo a ser abandonados— los agresores fríos y calculadores golpean a sus esposassin ninguna razón aparente y. una vez que han empezado, no hay nada que éstas puedan hacer —nisiquiera el intento de abandonarles— para aplacar su violencia.Algunos estudiosos de los psicópatas criminales sospechan que esta capacidad de manipularfríamente a los demás, esta total ausencia de empatía y de afecto, puede originarse en un defectoneurológico.* Existen dos pruebas que apuntan a la existencia de un posible fundamento fisiológico de laspsicopatías más crueles, pruebas que sugieren la implicación de vías neurológicas ligadas al sistemalímbico. En un determinado experimento se midieron las ondas cerebrales del sujeto mientras éste tratabade descifrar una serie de palabras entremezcladas, proyectadas a una velocidad aproximada de diezpalabras por segundo. La mayor parte de las personas reaccionan de un modo diferente ante las palabrasque conllevan una poderosa carga emocional, como matar, que ante las palabras neutras, como silla, porejemplo. Dicho de otro modo, la mayoría de las personas son capaces de reconocer rápidamente laspalabras cargadas emocionalmente y sus cerebros muestran patrones de onda característicamentediferentes en respuesta a las palabras cargadas emocionalmente y a las palabras neutras. Los psicópatas,por el contrario, adolecen de este tipo de reacción y sus cerebros no muestran ningún patrón distintivo queles permita discernir las palabras emocionalmente cargadas y tampoco responden más rápidamente a ellas,lo cual parece sugerir algún tipo de disfunción en el circuito que conecta la región cortical en donde sereconocen las palabras con el sistema límbico, el área del cerebro que asocia un determinado sentimiento acada palabra.En opinión de Robert Hare, el psicólogo de la Universidad de la Columbia Británica que ha llevado acabo esta investigación, los psicópatas tienen una comprensión muy superficial del contenido emocional delas palabras, un reflejo de la falta de profundidad de su mundo afectivo. Según Hare, la indiferencia de lospsicópatas se asienta en una pauta fisiológica ligada a ciertas irregularidades funcionales de la amígdala yde los circuitos neurológicos relacionados con ella. En este sentido, los psicópatas que reciben unadescarga eléctrica no muestran los síntomas de miedo que son normales en las personas cuando sufrendolor. Es precisamente el hecho de que la expectativa del dolor no suscita en ellos ninguna reacción deansiedad lo que, en opinión de Hare, justifica que los psicópatas no se preocupen por las posiblesconsecuencias de sus actos. Y su incapacidad de experimentar el miedo es la que da cuenta de suausencia de toda empatía —o compasión— hacia el dolor y el miedo de sus victimas.* Una breve nota de advertencia: si bien puede hablarse de la existencia de ciertas pautas biológicasque intervengan en algunos tipos de delito —como, por ejemplo, algún defecto neurológico que impida laempatía—, ello no nos permite inferir que todos los delincuentes sufran algún deterioro biológico o queexista un determinante biológico de la delincuencia. Este tema ha suscitado enormes controversias aunque,por el momento, sólo se ha logrado cierto consenso de que no existe ningún determinante biológico de quetampoco puede hablarse de «genes criminales»,. Así pues, aunque, con determinados casos puedahablarse de un fundamento fisiológico de la falta de empatía, ello no supone, en modo alguno, que esadisfunción aboque inexorablemente al delito. La falta de empatía debe ser considerada como uno más delos factores psicológicos, económicos y sociales que pueden abocar a la delincuencia.73