Daniel GolemanInteligencia Emocional15. Lecciones morales: Steven C. Rockefeller. John Dewev: Religious Faith and DemocraticHumanism (Nueva York: Columbia University Press, 1991).16. Hacer el bien a los demás: Thomas Lickona, Educatingfor Character (Nueva York: Bantam, 1991).17. Las artes de la democracia: Francis Moore Lappe y Paul Martin DuBois, The Quickcning ofAmerica (San Francisco: Jossey-Bass, 1994).18. El cultivo del carácter: véase Amitai Etzioni etal.. Character Rialding fr>r a Democratic, CivilSociety (Washington, DC: The Communication Network, 1994).19. El aumento de un 3% de los asesinatos: “Murder Across Nation Rise by 3 Percent, but OveralíViolent Crime is Down”, en The New York Times del 2 de mayo de 1994.20. Con respecto al aumento de los delitos juveniles véase “Serious Crimes by JuvenilesSoar”,Associated Press (25 dejulio de 1994).Apendice B. Particularidades de la mente emocional1. En diversas ocasiones he tratado, en The Ncw York Times el modelo del «inconscienteexperiencial» propuesto por Seymour Epstein. La mayor parte de las consideraciones presentadas sebasan en conversaciones y en la correspondencia que he mantenido con Epstein en su articulo “1ntegrationof Cognitive and Psychodinamic lnconscious (American Psvchologist 44 [1994]), y en el libro que ha escritocon Archie Brodsky y que lleva por titulo York Smarter Than You Think (Nueva York: Simon & Sehuster,1993). Sin embargo, aunque mi modelo de la «mente emocional» se basa en su modelo de la menteexperiencial, yo tengo mi propia interpretación al respecto.2. Paul Ekman, “An Argument for the Basic Emotions”, Cognition and Emotion, 6, 1992, pág. 175. Lalista de rasgos que diferencian las emociones es mucho más amplia, pero éstos son los rasgos que, en elpresente contexto, más pueden interesarnos.3. Ekman, op. ch., pág. 187.4. Ekman, op. ch., pág. 189.5. Epstein, 1993, pág. 55.6. J.Toobey y L. Cosmides, “The Past Explains the Present: Emotional Adaptations and the Structureof Ancestral Environments”, en Ethology and Sociobiology, 11, págs. 418-4 19.7. Aunque pueda parecer evidente que cada emoción responde a una determinada pauta biológica,este hecho ha pasado inadvertido para los estudiosos de la psicofisiología de la emoción. Todavía sigueabierto el debate sobre si todas las emociones provocan idéntica excitación emocional o si cada una deellas responde a un patrón especifico. Sin entrar en mayores detalles sobre esta polémica, mi propiaposición se almea con quienes afirman que existe un perfil biológico característico de cada una de lasprincipales emociones.RECONOCIMIENTOSLa primera persona a quien oí hablar del concepto de «alfabetización emocional» fue a EileenRockefeller Growald, a la sazón fundadora y presidenta del Institute for the Advancement of Health. Fueesta conversación casual la que despertó mi interés y determinó la investigación que ha terminado dandoorigen al presente libro. A lo largo de todos estos años ha sido un placer ver la forma en que Eileen ha idocultivando este campo incipiente.El apoyo del Feizer Institute de Kalamazoo, Michigan, me ha proporcionado la posibilidad de disponerde un tiempo precioso para explorar más detenidamente lo que pueda significar la «inteligencia emocional»y estoy especialmente agradecido al crucial y temprano apoyo de Rob Lehman, presidente del Institute y ala continua colaboración de David Sluyter, director del programa. Fue precisamente Rob Lehman quien mealentó a escribir un libro sobre alfabetización emocional.Tengo una deuda muy profunda con los cientos de investigadores que, a lo largo de los años, hancompartido conmigo los descubrimientos que he tratado de revisar y sintetizar en este libro. A PeterSalovey, de Yale, debo el concepto de «inteligencia emocional». Agradezco también lo mucho que heaprendido del continuo trabajo de tantos educadores y practicantes del arte de la prevención primaria queestán a la vanguardia del naciente movimiento de alfabetización emocional. Su comprometido esfuerzo poraumentar la capacitación emocional y social de los niños y por remodelar las escuelas para convertirlas enentornos más humanos han sido sumamente inspiradores. Entre ellos, debo destacar a Mark Greenberg yDavid Hawkins, de la Universidad de Washington; David Schaps y Catherine Lewis, del Developmental216
Daniel GolemanInteligencia EmocionalStudies Center de Oakland, California; Tim Shriver, del Yale Child Studies Center; Roger Weissberg, de laUniversidad de Illinois, en Chicago; Maurice Elias, de Rutgers; Shelly Kessler, del Goddard Institute onTeaching and Learning, de Boulder, Colorado; Chevy Martin y Karen Stone McCown, del Nueva LearningCenter, de Hillsborough, California y Linda Lantieri, directora del National Center for Resolving ConflictsCreatively, de New York City.Estoy especialmente en deuda con aquéllos que han revisado y comentado partes de estemanuscrito: Howard Gardner, de la Graduate School of Education de la Universidad de Harvard; PeterSalovey, del departamento de psicología de la Universidad de Yale; Paul Ekman, director del HumanInteraction Laboratory de la Universidad de California, en San Francisco; Michael Lerner, director deCommonweal, en Bolinas, California; Denis Prager, ex-director del programa de salud de la John D. yCatherine T.MacArthur Foundation; Mark Gerzon, director de Common Enterprise, de Boulder, Colorado; MarySchwab-Stone, MD, del Child Studies Center, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale; DavidSpiegel, del departamento de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford; MarkGreenberg, director del Fast Track Program, de la Universidad de Washington; Shoshona Zuboff, de laHarvard School of Business; Joseph LeDoux, del Center for Neural Science, de la Universidad de NuevaYork; Richard Davidson, director del laboratorio de psicofisiología de la Universidad de Wisconsin; PaulKaufman, del Mmd and Media, de Point Reyes, California; Naomi Wolf y, especialmente, Fay Goleman.También debo agradecer los útiles comentarios académicos ofrecidos por Page DuBois, catedráticode griego de la Universidad del Sur de California; Matthew Kapstein, filósofo de la ética y de la religión de laUniversidad de Columbia y Steven Rockefeller, biógrafo intelectual de John Dewey, del Middlebury College.Joy Nolan se encargó de recoger las escenas que ilustran algunos de los episodios emocionales, MargaretHowe y Annette Spychalla prepararon los apéndices sobre los efectos del programa de alfabetizaciónemocional y Sam y Susan Harris se encargaron de conseguir el equipo esencial para llevar a cabo esteprovecto.Agradezco también a mis editores del New York Times quienes me han apoyado durante la últimadécada en mis investigaciones sobre los nuevos descubrimientos realizados en el campo de las emocionesque han aparecido en las páginas de este periódico y que conforman gran parte de este libro.Doy también las gracias a Toni Burbank, mi editor de Bantam Books, por haberme brindado elentusiasmo editorial y la agudeza que me han obligado a refinar mi pensamiento.Y, por último, agradezco a mi esposa, Tara Bennet-Goleman, por ofrecerme el entorno de calor, amore inteligencia que han permitido que este proyecto terminara viendo la luz.217
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