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Daniel GolemanInteligencia Emocional«El valor de este sistema para la supervivencia —afirma Brothers— resulta manifiesto en el caso delos primates. La percepción de que otro individuo se aproxima pone rápidamente en funcionamiento unapauta concreta de respuesta fisiológica, adecuado al propósito del otro, según sea propinar un mordisco,desparasitar o copular».La investigación realizada por Robert Levenson, psicólogo de la Universidad de Berkeley, sugiere laexistencia de un fundamento similar de la empatía en el caso de los seres humanos. El estudio deLevenson se realizó con parejas casadas que debían tratar de identificar qué era lo que estaba sintiendo sucónyuge en el transcurso de una acalorada discusión. El método era muy sencillo ya que, mientras losmiembros de la pareja discutían alguna cuestión problemática que afectara al matrimonio —la educación delos hijos, los gastos, etcétera—, eran grabados en vídeo y sus respuestas fisiológicas eran tambiénmonitorizadas. Posteriormente, cada miembro de la pareja veía el vídeo y narraba lo que ella o él sentían encada uno de los momentos de la interacción y luego volvía a mirar la filmación pero tratando, esta vez, deidentificar los sentimientos del otro.El mayor grado de empatía tenía lugar en aquellos matrimonios cuya respuesta fisiológicacoincidía, es decir, en aquéllos en los que el aumento de sudoración de uno de los cónyuges ibaacompañado del aumento de sudoración del otro y en los que el descenso de la frecuencia cardiaca del unoiba seguido del descenso de la frecuencia del otro. En suma, era como si el cuerpo de uno imitara, instantetras instante, las reacciones sutiles del otro miembro de la pareja. Pero, cuando estaban contemplando lagrabación, no podría decirse que tuvieran una gran empatía para determinar lo que su pareja estabasintiendo. Es como si sólo hubiera empatía entre ellos cuando sus reacciones fisiológicas se hallabansincronizadas.Esto nos sugiere que cuando el cerebro emocional imprime al cuerpo una reacción violenta —comola tensión de un enfado, por ejemplo— casi no es posible la empatía. La empatía exige la calma y lareceptividad suficientes para que las señales sutiles manifestadas por los sentimientos de la otra personapuedan ser captadas y reproducidas por nuestro propio cerebro emocional.LA EMPATÍA Y LA ÉTICA: LAS RAÍCES DEL ALTRUISMOLa frase «nunca preguntes por quién doblan las campanas porque están doblando por ti» es una delas más célebres de la literatura inglesa. Las palabras de John Donne se dirigen al núcleo del vínculoexistente entre la empatía y el afecto, ya que el dolor ajeno es nuestro propio dolor. Sentir con otro escuidar de él y. en este sentido, lo contrario de la empaña seria la antipatía. La actitud empática estáinextricablemente ligada a los juicios morales porque éstos tienen que ver con víctimas potenciales.¿Mentiremos para no herir los sentimientos de un amigo? ¿Visitaremos a un conocido enfermo o, por elcontrario, aceptaremos una inesperada invitación a cenar? ¿Durante cuánto tiempo deberíamos seguirutilizando un sistema de reanimación para mantener con vida a una persona que, de otro modo, moriría?Estos dilemas éticos han sido planteados por Martin Hoffman, un investigador de la empatía quesostiene que en ella se asientan las raíces de la moral. En opinión de Hoffman, «es la empatía hacia lasposibles victimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o dequienes se hallan desvalidos, lo que nos impulsa a ayudarlas». Y, más allá de esta relación evidente entreempatía y altruismo en los encuentros interpersonales, Hoffman propone que la empatía —la capacidad deponernos en el lugar del otro— es, en última instancia, el fundamento de la comunicación.Según Hoffman, el desarrollo de la empatía comienza ya en la temprana infancia. Como hemos visto,una niña de un año de edad se alteró cuando vio a otro niño caerse y comenzar a llorar; su compenetracióncon él era tan íntima que inmediatamente se puso el pulgar en la boca y sumergió la cabeza en el regazode su madre como si fuera ella misma quien se hubiera hecho daño.Después del primer año, cuando los niños comienzan a tomar conciencia de que son una entidadseparada de los demás, tratan de calmar de un modo más activo el desconsuelo de otro niño ofreciéndole,por ejemplo, su osito de peluche. A la edad de dos años, los niños comienzan a comprender que lossentimientos ajenos son diferentes a los propios y así se vuelven más sensibles a las pistas que lespermiten conocer cuáles son realmente los sentimientos de los demás. Es en este momento, por ejemplo,cuando pueden reconocer que la mejor forma de ayudar a un niño que llora es dejarle llorar a solas, sinprestarle atención para no herir su orgullo.En la última fase de la infancia aparece un nivel más avanzado de la empatía, y los niños puedenpercibir el malestar más allá de la situación inmediata y comprender que determinadas situacionespersonales o vitales pueden llegar a constituir una fuente de sufrimiento crónico. Es entonces cuandosuelen comenzar a preocuparse por la suerte de todo un colectivo, como, por ejemplo, los pobres, los70

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