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Daniel GolemanInteligencia EmocionalA finales de la década de los sesenta, la «revolución cognitiva» cambió el centro de atención de laciencia psicológica, que, a partir de entonces, se cifró en averiguar la forma en que la mente registra yalmacena la información y cuál es la naturaleza de la inteligencia. Pero, aun así, las emociones todavíaquedaban fuera del campo de la psicología. La visión convencional de los científicos cognitivos supone quela inteligencia es una facultad hiperracional y fría que se encarga del procesamiento de la información, unaespecie de señor Spock (el personaje de la serie Star Trek), el arquetipo de los asépticos bytes deinformación que no se ve afectado por los sentimientos, la encamación viva de la idea de que lasemociones no tienen ningún lugar en la inteligencia y sólo sirven para confundir nuestra vida mental.Los científicos cognitivos se adhirieron a este criterio seducidos por el modelo operante de la mentebasado en el funcionamiento de los ordenadores, olvidando que, en realidad, el wetware (juego de palabrasen el que el autor establece una analogía entre el hardware, el software y el wetware cerebral al que, en talcaso, se asimila a un ordenador en estado líquido.) cerebral está inmerso en un líquido pulsanteimpregnado de agentes neuroquímicos que nada tiene que ver con el frío y ordenado silicio que utilizancomo metáfora del funcionamiento del psiquismo. De este modo, el modelo imperante entre los científicoscognitivos sobre la forma en que la mente procesa la información soslaya el hecho de que la razón se hallaguiada —e incluso puede llegar a verse abrumada— por los sentimientos. El modelo cognitivo prevalenteconstituye, a este respecto, una visión empobrecida de la mente, una perspectiva que no acierta a explicarel Sturm and Drang (Alusión al movimiento literario romántico alemán de ese mismo nombre que secaracterizó por su oposición a las normas sociales y racionales establecidas y por su exaltación suprema dela sensibilidad y de la intuición.) de los sentimientos que sazonan la vida intelectual. No cabe duda de que,con el fin de poder sustentar su modelo, los científicos cognitivos se han visto obligados a obviar larelevancia de los temores, de las esperanzas, de las riñas matrimoniales, de las envidias profesionales y.en definitiva, de todo el trasfondo de sentimientos que constituye el condimento mismo de la vida y que acada momento determinan la forma exacta (y el mayor o menor grado de adecuación) en que se procesa lainformación.Pero esta concepción científica unilateral de una vida mental emocionalmente plana —que durantelos últimos ochenta años ha condicionado la investigación sobre la inteligencia— está cambiandogradualmente a medida que la psicología comienza a reconocer el papel esencial que desempeñan por lossentimientos en los procesos mentales. La psicología actual, más parecida a Data (el personaje de la serieStar Trek: The Next Generation) que al señor Spock, comienza a tomar en consideración el potencial y lasvirtudes —así como los peligros— de las emociones en nuestra vida mental. Después de todo, como Datallega a columbrar (para su propia consternación, si es que puede sentir tal cosa), la fría lógica no sirve denada a la hora de encontrar una solución humana adecuada. Los sentimientos constituyen el dominio en elque más evidente se hace nuestra humanidad y, en ese sentido, Data quiere llegar a sentir porque sabeque, mientras no sienta, no podrá acceder a un aspecto fundamental de la humanidad. Anhela la amistad yla lealtad porque, como el Hombre de Hojalata de El mago de Oz, carece de corazón. Al faltarle el sentidolírico que proporcionan los sentimientos, Data puede componer música o escribir poesía haciendo alarde deun alto grado de virtuosismo técnico, pero jamás podrá llegar a experimentar la pasión. La lección que nosbrinda el anhelo de Data es que la fría visión cognitiva adolece de los valores supremos del corazónhumano, la fe, la esperanza, la devoción y el amor. Así pues, dado que las emociones no resultanempobrecedoras sino todo lo contrario, cualquier modelo de la mente que las soslaye será siempre unmodelo parcial.Cuando pregunté a Gardner sobre su insistencia en la preponderancia del pensamiento sobre elsentimiento, o en la metacognición más que en las emociones mismas, reconoció que su visión de lainteligencia se atenía al modelo cognitivo pero añadió: «cuando escribí por vez primera sobre lasinteligencias personales , podría, en realidad, a las emociones, especialmente en lo que atañe a la nociónde la inteligencia intrapersonal, uno de cuyos aspectos principales es la capacidad para sintonizar con laspropias emociones. Por otro lado, las señales viscerales que nos envian los sentimientos también resultandecisivas para la inteligencia interpersonal, pero, a medida que ha ido desarrollándose, la teoría de lainteligencia múltiple ha evolucionado hasta centrarse más en la metacognición -es decir, en la toma deconciencia de los propios procesos mentales, que en el amplio espectro de las habilidades emocionales».Aun así, Gardner se da perfecta cuenta de lo decisivas que son, en lo que respecta a la confusión yla violencia de la vida, las aptitudes emocionales y sociales, y subraya que «muchas personas con unelevado CI de 160 (aunque con escasa inteligencia intrapersonal) trabajan para gente que no supera el CIde 100 (pero que tiene muy desarrollada la inteligencia intrapersonal) y que en la vida cotidiana no existenada más importante que la inteligencia intrapersonal ya que, a falta de ella, no acertaremos en la elecciónde la pareja con quien vamos a contraer matrimonio, en la elección del puesto de trabajo, etcétera. Esnecesario que la escuela se ocupe de educar a los niños en el desarrollo de las inteligencias personales».30

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