Daniel GolemanInteligencia EmocionalEs comprensible que los niños rechazados experimenten miedo y ansiedad y se sientan deprimidos yaislados De hecho, el grado de popularidad de los niños de tercer curso ha demostrado ser un mejorpredictor de los problemas de salud mental que pueden presentar alrededor de los dieciocho años quecualquier otro dato, como las calificaciones escolares, el rendimiento académico, el CI e incluso losresultados de los test psicológicos, como ya hemos visto anteriormente, los niños que tienen pocos amigosterminan convirtiéndose en solitarios crónicos que, de mayores, correrán más riesgos de contraerdeterminadas enfermedades y de sufrir una muerte anticipada.Como afirma el psicoanalista Harry Stack Sullivan, las relaciones tempranas que sostenemos connuestros mejores amigos del mismo sexo nos ensenan a navegar en el mundo de las relaciones íntimas (adirimir las diferencias y a compartir nuestros sentimientos más profundos). Pero los niños rechazadosdisponen de muchas menos ocasiones que sus compañeros para poder entablar una amistad íntima en losaños de la escuela primaria perdiendo así una oportunidad crucial para su desarrollo emocional. En estesentido, tener un amigo —aunque sólo sea uno e iincluso aunque esa amistad no sea muy sólida— puedesuponer, a la larga, una extraordinaria diferencia.EL APRENDIZAJE DE LA AMISTADPero existe una puerta abierta a la esperanza para los niños rechazados. Steven Asher, psicólogo dela Universidad de Illinois, ha diseñado un programa de «adiestramiento para la amistad» destinado a losniños impopulares que ha tenido cierto éxito. La investigación realizada por Asher comenzó identificando alos alumnos de tercer y cuarto curso que menos atractivos resultaban para sus compañeros de clase.Luego organizó seis sesiones para enseñarles el modo de inducirles a «una participación más agradable enlos juegos», enseñándoles a ser «más amistosos, divertidos y simpáticos». Para evitar cualquier tipo deestigmatización, Asher les dijo que iban a actuar en calidad de «consejeros» del entrenador, quien estabatratando de averiguar las cosas que hacían más atractiva la participación de los niños en los juegos.Los niños fueron entrenados a comportarse del mismo modo que Asher consideraba característico delos más populares. También se les alentaba a tratar de encontrar soluciones alternativas (en lugar derecurrir exclusivamente a las peleas) si tenían problemas con las reglas del juego; a comunicarse con losdemás y a hacerles preguntas mientras estaban jugando; a escuchar y observar a los otros niños paraaveriguar cómo se sentían; a decir algo agradable cuando los demás hacían algo bien; y a sonreír y abrindar su colaboración, sus propuestas y su aliento. Los niños debían poner en práctica estas reglasbásicas de cortesía mientras jugaban con un compañero de clase y se les adiestraba a comentar despuéssus experiencias durante el juego. El efecto de este cursillo de relaciones sociales fue considerablementepositivo.Un año después, los niños que habían participado en este entrenamiento —niños que, recordémoslo,fueron seleccionados por que eran los que menos simpatías despertaban entre sus compañeros— gozabande una posición notablemente más popular. Hay que decir también que ninguno de ellos destacaba por subrillantez social, pero lo cierto es que habían dejado de engrosar las filas de los niños rechazados.A similares conclusiones ha llegado Stephen Nowicki, psicólogo de la Universidad de Emoryi. Nowickiha concebido también un programa destinado a adiestrar a los niños marginados en la mejora de sucapacidad para interpretar y responder adecuadamente a los sentimientos de los demás. Este programacomienza con la grabación en video de los niños tratando de expresar emociones como, por ejemplo, latristeza o la alegría y luego se completa con un adiestramiento que les ayuda a mejorar su expresividad.Finalmente, llevan a la práctica su nueva habilidad con algún otro niño con quien deseen entablar amistad.Entre el 50 y el 60% de los niños rechazados que han participado en este tipo de programas hanlogrado mejorar su grado de aceptación. En la actualidad, estos programas parecen funcionar mejor conalumnos de tercer y cuarto curso que con niños de grados superiores, y parecen también más adecuadospara los niños socialmente ineptos que para los niños agresivos pero, en mi opinión, todo es cuestión depuesta a punto. En cualquier caso, el hecho de que casi todos los niños rechazados puedan volver a formarparte del círculo de la amistad con un mínimo adiestramiento emocional constituye un claro signo deesperanza.EL ALCOHOL Y LAS DROGAS: LA ADICCION COMO AUTOMEDICAClÓNLos estudiantes del campus universitario local lo llamaban «beber hasta quedarse en blanco», esdecir, ingerir dosis masivas de cerveza hasta llegar a perder el conocimiento. Una de las técnicas más158
Daniel GolemanInteligencia Emocionalutilizadas consistía en insertar un embudo en una manguera de modo que, a través de ésta, pueda verterseen menos de diez segundos una jarra entera de cerveza. Pero no debemos considerar que esteprocedimiento constituya una rareza aislada, porque una encuesta mostró que aproximadamente el 40% delos estudiantes universitarios varones son capaces de ingerir un mínimo de siete bebidas alcohólicas deuna sentada y el 11% se consideran a sí mismos «bebedores resistentes», otra forma de denominar, ensuma, al alcoholismo. En la actualidad, el 50% de universitarios varones y el 40% de las universitarias seemborrachaban al menos un par de veces al mes. Aunque en los Estados Unidos el uso de las drogas entrela ventud disminuyó durante la década de los ochenta, es cada vez mayor el consumo de alcohol a edadesmás precoces. Un estudio llevado a cabo en 1993 reveló que el 33% de las estudiantes universitariasadmitían que bebían para emborracharse, frente a un porcentaje del 10% en 1977. En términos generales,uno de cada tres estudiantes bebe con la intención de embriagarse. Esta situación comporta, a su vez, otrotipo de riesgos, puesto que el 90% del total de violaciones denunciadas en los campus universitariostuvieron lugar después de que la víctima o el agresor —o ambos a la vez— hubieran estado bebiendo. Porúltimo, los accidentes relacionados con el alcohol son la principal causa de mortalidad entre los jóvenes deedad comprendida entre los quince y los veinticuatro años.La experimentación con el alcohol y las drogas parece ser un rito de pasaje para los adolescentespero, en algunos casos, esta primera toma de contacto puede llegar a tener efectos permanentes. En estesentido podríamos decir que el origen de la adicción de la mayoría de los alcohólicos y demás toxicómanosse remonta a la edad de diez años, aunque pocos de los que han experimentado con el alcohol y las drogasterminan convirtiéndose en alcohólicos o toxicómanos. Por ejemplo, más del 90% de los alumnos queconcluyen la enseñanza secundaria ya han probado el alcohol, pero sólo el 14% de ellos llegan atransformarse en alcohólicos. Del mismo modo, sólo un porcentaje inferior al 5% de los millones denorteamericanos que han probado la cocaína se han convertido en adictos. ¿Qué es, pues, lo quedetermina la diferencia entre uno y otro caso?Quienes habitan en un barrio con un alto índice de delincuencia, en donde se vende crack a la vueltade la esquina y el traficante de drogas es el ejemplo local más destacado del éxito económico, están másexpuestos al abuso de estas substancias.Algunos pueden llegar a hacerse adictos convirtiéndose en camellos ocasionales, otros simplementedebido a su facilidad de acceso o a una subcultura miope que mitifica el uso de las drogas; un factor esteúltimo que aumenta el riesgo del abuso de drogas en cualquier entorno, incluso —y quizás especialmente—entre los muchachos más acomodados económicamente. Pero todo ello no responde a la cuestión decuáles son los chicos que se hallan más expuestos a este tipo de trampas y presiones. ¿Quiénes van atener simplemente una experiencia ocasional y quiénes por el contrario, son más propensos, a convertirloen un hábito permanente?Una teoría científica al uso afirma que las personas que dependen del alcohol y de las drogas estánutilizando esas sustancias como una especie de medicación que les ayuda a mitigar su ansiedad, suenojo y su depresión, puesto que les permiten calmar químicamente la ansiedad y la insatisfacción que lesatormentan. En un seguimiento efectuado sobre varios cientos de estudiantes de séptimo y octavo curso alo largo de un par de años, quienes acusaron mayores niveles de angustia emocional mostraronposteriormente las tasas mas elevadas de abuso de drogas. Esto también podría explicar por qué haytantos jóvenes que prueban el alcohol y las drogas sin llegar a convertirse en adictos, mientras que otros sehacen dependientes casi desde el mismo comienzo. Así pues, las personas más vulnerables a la adicciónparecen encontrar en las drogas y el alcohol una especie de varita mágica que les ayuda a sosegar lasemociones que les han estado atormentando durante muchos años.Como señala Ralph Tarter, psicólogo del Western Psychiatric Institute and Clinie, de Pittsburgh: «haypersonas que parecen biológicamente predispuestas y cuya primera toma de contacto con la droga es tanrecompensante que los demás no podemos ni siquiera llegar a sospechar. Muchas personas que hanlogrado recuperarse del abuso de drogas me han confesado que, cuando la tomaron, se sintieron normalespor primera vez en la vida. Así pues, al menos a corto plazo, la droga actúa como una especie deestabilizador psicológico». Y en esto se basa, por supuesto, la principal tentación a la que recurre eldemonio de la adicción, ya que es capaz de provocar una sensación de bienestar a corto plazo, aunque, ala larga, termine abocando al desastre permanente.También existen ciertas pautas emocionales que parecen determinar que las personas tiendan aencontrar consuelo emocional en unas substancias más que en otras. Hay, por ejemplo, dos caminosdiferentes que conducen al alcoholismo. El primero de ellos se inicia cuando una persona que ha tenido unainfancia llena de tensión y ansiedad descubre —por lo general en la adolescencia— que el alcohol lepermite mitigar la sensación de ansiedad.Es frecuente que estas personas —generalmente varones— sean, a su vez, hijos de alcohólicos quetambién recurren a la bebida para tratar de calmar su nerviosismo. Uno de los indicadores biológicos deesta pauta es la hiposecreción de GABA, uno de los neurotransmisores que regulan la ansiedad. Cuanto159