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Daniel GolemanInteligencia Emocional—¿Por qué? —preguntó éste.—Porque me has mentido —respondió Ben en tono acusatorio—. Toda la semana has estadodiciendo que hoy jugarías conmigo y me has engañado.Luego Ben se alejó visiblemente enfadado a su mesa vacía y empezó a sollozar en silencio. Jason yChad se dirigieron entonces hacia él y trataron de hablarle, pero Ben se tapó los oídos ignorándoles y saliócorriendo del comedor para esconderse detrás de un contenedor de basura. Un grupo de chicas que habíapresenciado el diálogo trató entonces de mediar en la disputa y le dijeron que Jason quería jugar con él.Pero Ben tampoco quiso escucharías y les respondió que le dejaran solo. Luego siguió alimentando suresentimiento, acompañado tan sólo de su llanto.Una situación desoladora, ¿qué duda cabe? La sensación de sentírse rechazado y falto de la amistadde los demás es algo con lo que todos debemos enfrentarnos en algún momento de nuestra infancia o denuestra adolescencia. Pero lo que resulta más llamativo en el caso de Ben es su ineptitud para responder atodos los intentos realizados por Jason para corregir su error, una actitud que sólo contribuyó a prolongar sumalestar. Esta incapacidad para comprender ciertos mensajes clave resulta muy común en los niñosimpopulares. Como vimos en el capitulo 8, los niños socialmente rechazados suelen tener dificultades pararegistrar los mensajes emocionales y sociales y, en el caso de que lleguen a percibirlos, muestran unrepertorio de respuestas sumamente restringido.Uno de los riesgos principales que corren los niños socialmente rechazados es la posibilidad deabandonar la escuela. El promedio de abandono escolar entre los niños rechazados por sus compañeros esentre dos y ocho veces superior al de los niños populares. Por ejemplo, un estudio puso de manifiesto queaproximadamente el 25% de los niños impopulares en la escuela primaria abandonan sus estudios antes determinar el instituto, cuando el promedio general es del ~ lo cual no resulta sorprendente dada la dificultadque puede suponer permanecer treinta horas semanales en un lugar en el que no le caemos simpático anadie.Hay dos tendencias emocionales que pueden contribuir a que los niños terminen marginándosesocialmente. Una de ellas, como ya hemos visto, es la propensión a los arrebatos de cólera y a percibirhostilidad donde no la hay, y la otra consiste en mostrarse excesivamente tímido, ansioso yvergonzoso. Pero también tenemos que decir que, por encima de estos factores temperamentales, losniños que más tienden a ser relegados —aquéllos cuya reiterada terquedad hace sentirse incómodos a losdemás— son los niños «desconectados».Una de las formas en que estos niños se muestran «desconectados» es a través de las señalesemocionales que emiten al mundo exterior. Por ejemplo, un estudio demostró que los niños con pocosamigos no sabían emparejar una emoción —como el disgusto o el rechazo, por ejemplo— con undeterminado rostro.Cuando se preguntó a los niños de una guardería por la forma en que hacían nuevos amigos oevitaban las peleas, fueron nuevamente los niños impopulares —aquéllos con los que los demás no queríanjugar— quienes ofrecieron las respuestas más inapropiadas (la respuesta más habitual de estos niños, porejemplo, en el caso de que desearan el mismo juguete que uno de sus compañeros era la de empujarles ola de buscar la ayuda de un adulto). Y cuando se pidió a varios niños de edad más avanzada queescenificaran la tristeza, el enfado o la desconfianza, fueron también los más impopulares quienes llevarona cabo las representaciones menos convincentes. No resulta, pues, sorprendente que estos niños sesientan incapaces de hacer amigos y que su incompetencia social termine convirtiéndose en una profecíaautocumplida. En lugar de aprender nuevas estrategias de aproximación a los demás, estos niños se limitana repetir una y otra vez pautas que no funcionaron en el pasado o ensayan otras nuevas más torpes aún sicabe.Estos niños manifiestan un escaso criterio emocional y no se les considera una compañía agradableni saben qué hacer para que los demás se encuentren a gusto con ellos. Por ejemplo, la observación deljuego de estos niños impopulares demostró una mayor tendencia que el resto a hacer trampas, enfadarse ydejar de jugar cuando perdían, o jactarse y fanfarronear cuando ocurría lo contrario. Está claro que todoslos niños quieren ganar, pero la mayor parte de ellos son capaces de refrenar sus reacciones emocionalesde modo que no afecten a la relación con sus compañeros de juego.Pero aunque los niños emocionalmente sordos —los niños que tienen dificultades para registrar yresponder a las emociones— suelen convertirse en marginados sociales, existen muchos otros niños queatraviesan por períodos transitorios de rechazo que no terminan abocándoles a un horizonte tan sombrío.En cualquier caso, el desolador estatus que acompaña a quienes son objeto del rechazo constante durantelos años de escuela se agudiza con el paso del tiempo, incrementando así su grado de marginación social.Hay que tener en cuenta que es en el crisol de la amistad y en el bullicio del juego en donde se forjan lashabilidades emocionales y sociales que condicionan las relaciones que el ser humano sostiene a lo largo detoda su vida. Es evidente, pues, que los niños que son excluidos de este ámbito de aprendizaje no cuentancon las mismas posibilidades que los demás.157

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