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2013 157 Revista de las causas y consecuencias

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WILLYAM JAYlos afectos dulces y virtuosos que son gala y bendición <strong>de</strong> la vida ensociedad. Alejado <strong>de</strong> <strong>las</strong> influencias <strong>de</strong>licadas <strong>de</strong>l hogar, que dan alhombre mayor ternura humana; separado <strong>de</strong> la esposa y <strong>de</strong> los hijos;sin otras ocupaciones que la rutina monótona <strong>de</strong>l campo militar y<strong>de</strong>l cuartel y sin más compañeros que otros individuos sometidos aprivaciones sentimentales idénticas, tanto su mente como su corazónquedan privados <strong>de</strong> alimento que los nutra. Es verdad que el ejércitoha tenido sus santos; algunos hombres buenos han pasado a través<strong>de</strong> ese fuego sin que persistiera <strong>de</strong>spués en sus uniformes el olor <strong>de</strong>lincendio; pero el cuidado que inspira su salvación maravillosa, es elmejor testimonio <strong>de</strong> la magnitud <strong>de</strong>l peligro <strong>de</strong> que se libraron.Los oficiales <strong>de</strong> un ejército son, con pocas excepciones, muy superioresen educación y refinamiento a los soldados rasos, y por lo tantono siempre incurren en la ferocidad vulgar e infundada que con <strong>de</strong>masiadafrecuencia caracteriza la conducta <strong>de</strong>l soldado común. Peroa pesar <strong>de</strong> ello, no sería razonable esperar que su educación y refinamientoprotegieran siempre sus corazones contra la endurecedorainfluencia <strong>de</strong> su profesión.Las anteriores observaciones, a juicio nuestro, se fundan en los principiosreconocidos <strong>de</strong> la naturaleza humana; se confirman <strong>de</strong> modoabundante en toda la historia militar <strong>de</strong>l mundo; y la conducta haciala cual queremos ahora llamar la atención <strong>de</strong>l lector, prueba que talesobservaciones pue<strong>de</strong>n aplicarse al ejército americano lo mismo quea cualquier otro.Durante el terrible bombar<strong>de</strong>o <strong>de</strong> Veracruz y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un día enque se sembró la muerte sin distinción alguna entre hombres, mujeresy niños, los cónsules <strong>de</strong> Francia, España e Inglaterra en esa ciudaddirigieron la noche <strong>de</strong>l 24 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong> 1847 una nota conjunta algeneral Scott pidiéndole que suspendiera <strong>las</strong> hostilida<strong>de</strong>s por tiemposuficiente “para que sus respectivos compatriotas pudieran salir <strong>de</strong>ese lugar con sus mujeres y sus hijos, así como <strong>las</strong> mujeres y los niñosmexicanos”. Hasta qué punto los terribles sucesos <strong>de</strong> aquel día justificabantal solicitud, cosa es que pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>ducirse claramente <strong>de</strong>l informerendido por el jefe <strong>de</strong> la artillería esa misma noche al general:“Nos hemos limitado -<strong>de</strong>cía- por falta <strong>de</strong> bombas, a disparar nadamás una cada cinco minutos durante el día”; y agregaba el artillero262

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