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2013 157 Revista de las causas y consecuencias

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WILLYAM JAYEl público ha oído mucho pero ha entendido poco acerca <strong>de</strong> “nuestrasreclamaciones contra México”. Lo más probable es que apenasuno entre mil <strong>de</strong> esos ciudadanos que con<strong>de</strong>nan <strong>las</strong> atrocida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>México invocadas como justificación <strong>de</strong> la guerra emprendida contraesa República, tenga noción <strong>de</strong> lo que afirman. Antes <strong>de</strong> entrar en elexamen <strong>de</strong> nuestras reclamaciones contra México, será bueno queestablezcamos dos principios generales que, según el <strong>de</strong>recho internacionaly el consuetudinario, limitan la intervención <strong>de</strong> un Gobiernoen apoyo <strong>de</strong> <strong>las</strong> exigencias <strong>de</strong> sus ciudadanos contra una potenciaextranjera, para la satisfacción <strong>de</strong> supuestos agravios.Las quejas que dimanan <strong>de</strong> contratos hechos entre ciudadanos <strong>de</strong> unpaís y el Gobierno <strong>de</strong> otro país, no pue<strong>de</strong>n ser propiamente motivo<strong>de</strong> reclamaciones internacionales. Nuestro Gobierno no toleraría jamásuna protesta <strong>de</strong>l Gabinete británico en favor <strong>de</strong> un súbdito inglésempleado en nuestros arsenales o diques, que se quejara <strong>de</strong> queno se le habían pagado sus sueldos convenidos.Cuando por obra <strong>de</strong> un tratado, un extranjero tiene el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong><strong>de</strong>mandar justicia <strong>de</strong> los tribunales <strong>de</strong>l país en que se supone querecibe un daño, no se permite a su Gobierno convertir ese agravio,sea imaginario o sea real, en un agravio nacional. Si un inglés sufreun asalto en nuestras calles, o es <strong>de</strong>fraudado por algún <strong>de</strong>udor, o sele encarcela sin justicia por uno <strong>de</strong> nuestros funcionarios <strong>de</strong> policía,su Gobierno no pue<strong>de</strong> exigir <strong>de</strong>l nuestro una in<strong>de</strong>mnización por losdaños que ese súbdito británico diga haber sufrido.Si estos dos principios se <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñan y los gobiernos insisten en erigirseen tribunales y fallar respecto a contratos particulares <strong>de</strong> sus súbditoscon potencias extranjeras, o a <strong>las</strong> controversias y juicios en quepuedan verse envueltos en el extranjero, entonces <strong>de</strong> seguro la paz<strong>de</strong>l mundo se verá perpetuamente alterada. Pues bien, estos principios,como lo veremos en <strong>las</strong> páginas siguientes, no fueron acatadosen muchas <strong>de</strong> <strong>las</strong> reclamaciones hechas por el Gobierno americanoal <strong>de</strong> México.Pero el motivo <strong>de</strong> estas reclamaciones constituye un asunto tan importanteen sí mismo y pone tan <strong>de</strong> manifiesto la resolución <strong>de</strong>l Gabinete<strong>de</strong> Washington <strong>de</strong> provocar a todo trance una guerra con México,que merece capítulo aparte.92

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