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2013 157 Revista de las causas y consecuencias

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WILLYAM JAY“Debemos confesar que la situación <strong>de</strong> estos hombres nosllenó <strong>de</strong> sorpresa; es difícil concebir un estado más infeliz.Todos ellos vestían andrajos llenos, <strong>de</strong> mugre. Raro era elque llevaba un par completo <strong>de</strong> pantalones y ninguno teníacamiseta. Sin que esto constituya ofensa para los soldados,<strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>cir que no están como para exhibirse en <strong>las</strong> calles<strong>de</strong> Boston”.Para formar un juicio que abarque todos los males <strong>de</strong> la guerra y laabrumadora responsabilidad <strong>de</strong> quienes la inician, <strong>de</strong>bemos consi<strong>de</strong>rar<strong>las</strong> formas tan diversas y complicadas en que la guerra acabacon la felicidad y la virtud humanas. Las <strong>de</strong>sdichas que hemos infligidoa México serán tema <strong>de</strong> un capítulo próximo. Por lo pronto queremosreferimos a la justicia retributiva que ha tocado a los agentesinmediatos que sirvieron para inferir a México esos agravios.Los lamentos <strong>de</strong> los conquistadores mismos son por lo general acalladospor los gritos <strong>de</strong> la victoria, y <strong>las</strong> iluminaciones esplendorosas<strong>de</strong>l triunfo no revelan los horrores <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> batalla ni <strong>las</strong> agoníasque se prolongan en los hospitales. Ochenta mil soldados americanos,abandonando <strong>las</strong> comodida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su hogar y los quehaceres <strong>de</strong>su vida ordinaria, se han visto con<strong>de</strong>nados a todas <strong>las</strong> privaciones, lossufrimientos y <strong>las</strong> influencias nocivas <strong>de</strong>l servicio militar en tierra extranjera.Cuando recordamos sus largas caminatas, algunas <strong>de</strong> el<strong>las</strong><strong>de</strong> miles <strong>de</strong> mil<strong>las</strong>, bajo un sol quemante, y expuestos con frecuenciaal vómito mortal, nos inclinamos a creer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego que muchasvidas se habrán perdido por <strong>las</strong> enfermeda<strong>de</strong>s y por acci<strong>de</strong>ntes, asícomo por <strong>las</strong> batal<strong>las</strong>. Por obra <strong>de</strong> la torpeza y la ignorancia <strong>de</strong> losmexicanos, la pérdida <strong>de</strong> vidas americanas en el campo <strong>de</strong> batalla hasido asombrosamente reducida, pues no llegan a cinco mil los muertosy los heridos en veintiocho combates, según se ve en los partesoficiales. ¿Pero quién pue<strong>de</strong> contar el número <strong>de</strong> los que han muertoen los hospitales militares y aquellos que, agotados por la enfermedady por el vicio, han encontrado prematura muerte <strong>de</strong> regreso ensu propio país?Según informes fragmentarios <strong>de</strong> varios <strong>de</strong> nuestros hospitales militaresestablecidos en México, parece que <strong>las</strong> víctimas <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>sy otros males superan en número a <strong>las</strong> que han sucumbido en elcampo <strong>de</strong> batalla.278

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