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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Entonces fue dada <strong>la</strong> promesa de que <strong>la</strong> gloria del segundo templo sería mayor que <strong>la</strong> del primero.<br />

Pero el segundo templo no igualó al primero <strong>en</strong> magnific<strong>en</strong>cia ni fue santificado <strong>por</strong> <strong>la</strong>s señales visibles<br />

de <strong>la</strong> pres<strong>en</strong>cia divina con que lo fuera el templo de Salomón, ni hubo tampoco manifestaciones de poder<br />

sobr<strong>en</strong>atural que dieran realce a su dedicación. Ninguna nube de gloria cubrió al santuario que acababa<br />

de ser erigido; no hubo fuego que desc<strong>en</strong>diera del cielo para consumir el sacrificio sobre el altar. La<br />

manifestación divina no se <strong>en</strong>contraba ya <strong>en</strong>tre los querubines <strong>en</strong> el lugar santísimo; ya no estaban allí el<br />

arca del testimonio, ni el propiciatorio, ni <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> ley. Ninguna voz del cielo se dejaba oír para<br />

reve<strong>la</strong>r <strong>la</strong> voluntad del Señor al sacerdote que preguntaba <strong>por</strong> el<strong>la</strong>.<br />

Durante varios siglos los judíos se habían esforzado para probar cómo y dónde se había cumplido<br />

<strong>la</strong> promesa que Dios había dado <strong>por</strong> Hageo. Pero el orgullo y <strong>la</strong> incredulidad habían cegado su m<strong>en</strong>te de<br />

tal modo que no compr<strong>en</strong>dían el verdadero significado de <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras del profeta. Al segundo templo no<br />

le fue conferido el honor de ser cubierto con <strong>la</strong> nube de <strong>la</strong> gloria de Jehová, pero sí fue honrado con <strong>la</strong><br />

pres<strong>en</strong>cia de Uno <strong>en</strong> qui<strong>en</strong> habitaba cor<strong>por</strong>alm<strong>en</strong>te <strong>la</strong> pl<strong>en</strong>itud de <strong>la</strong> Divinidad, de Uno que era Dios mismo<br />

manifestado <strong>en</strong> carne. Cuando el Nazar<strong>en</strong>o <strong>en</strong>señó y realizó curaciones <strong>en</strong> los atrios sagrados se cumplió<br />

<strong>la</strong> profecía gloriosa: él era el “Deseado de todas <strong>la</strong>s naciones” que <strong>en</strong>traba <strong>en</strong> su templo. Por <strong>la</strong> pres<strong>en</strong>cia<br />

de Cristo, y solo <strong>por</strong> el<strong>la</strong>, <strong>la</strong> gloria del segundo templo superó <strong>la</strong> del primero; pero Israel tuvo <strong>en</strong> poco al<br />

anunciado don del cielo; y con el humilde Maestro que salió aquel día <strong>por</strong> <strong>la</strong> puerta de oro, <strong>la</strong> gloria había<br />

abandonado el templo para siempre. Así se cumplieron <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras del Señor, que dijo: “He aquí vuestra<br />

casa os es dejada desierta”. Mateo 23:38.<br />

Los discípulos se habían ll<strong>en</strong>ado de asombro y hasta de temor al oír <strong>la</strong>s predicciones de Cristo<br />

respecto de <strong>la</strong> destrucción del templo, y deseaban <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der de un modo más completo el significado de<br />

sus pa<strong>la</strong>bras. Durante más de cuar<strong>en</strong>ta años se habían prodigado riquezas, trabajo y arte arquitectónico<br />

para <strong>en</strong>altecer los espl<strong>en</strong>dores y <strong>la</strong> grandeza de aquel templo. Herodes el Grande y hasta el mismo<br />

emperador del mundo contribuyeron con los tesoros de los judíos y con <strong>la</strong>s riquezas romanas a<br />

<strong>en</strong>grandecer <strong>la</strong> magnific<strong>en</strong>cia del hermoso edificio. Con este objeto habíanse im<strong>por</strong>tado de Roma <strong>en</strong>ormes<br />

bloques de preciado mármol, de tamaño casi fabuloso, a los cuales los discípulos l<strong>la</strong>maron <strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción del<br />

Maestro, diciéndole: “Mira qué piedras, y qué edificios”. Marcos 13:1. Pero Jesús contestó con estas<br />

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