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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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del santuario celestial, y se vio que el cuarto mandami<strong>en</strong>to estaba incluido <strong>en</strong> <strong>la</strong> ley allí <strong>en</strong>cerrada; lo<br />

que Dios había establecido, nadie podía derribarlo.<br />

Los que habían aceptado <strong>la</strong> luz refer<strong>en</strong>te a <strong>la</strong> mediación de Cristo y a <strong>la</strong> perpetuidad de <strong>la</strong> ley<br />

de Dios, <strong>en</strong>contraron que estas eran <strong>la</strong>s verdades pres<strong>en</strong>tadas <strong>en</strong> el capítulo 14 del Apocalipsis. Los<br />

m<strong>en</strong>sajes de este capítulo constituy<strong>en</strong> una triple amonestación (véase el Apéndice), que debe servir<br />

para preparar a los habitantes de <strong>la</strong> tierra para <strong>la</strong> segunda v<strong>en</strong>ida del Señor. La dec<strong>la</strong>ración: “Ha llegado<br />

<strong>la</strong> hora de su juicio”, indica <strong>la</strong> obra final de <strong>la</strong> actuación de Cristo para <strong>la</strong> salvación de los hombres.<br />

Proc<strong>la</strong>ma una verdad que debe seguir si<strong>en</strong>do proc<strong>la</strong>mada hasta el fin de <strong>la</strong> intercesión del Salvador y<br />

su regreso a <strong>la</strong> tierra para llevar a su pueblo consigo. La obra del juicio que empezó <strong>en</strong> 1844 debe<br />

proseguirse hasta que sean fal<strong>la</strong>das <strong>la</strong>s causas de todos los hombres, tanto de los vivos como de los<br />

muertos; de aquí que deba ext<strong>en</strong>derse hasta el fin del tiempo de gracia concedido a <strong>la</strong> humanidad. Y<br />

para que los hombres estén debidam<strong>en</strong>te preparados para subsistir <strong>en</strong> el juicio, el m<strong>en</strong>saje les manda:<br />

“¡Temed a Dios y dadle gloria”, “y adorad al que hizo el cielo y <strong>la</strong> tierra, y el mar y <strong>la</strong>s fu<strong>en</strong>tes de<br />

agua!” El resultado de <strong>la</strong> aceptación de estos m<strong>en</strong>sajes está indicado <strong>en</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras: “En esto está <strong>la</strong><br />

paci<strong>en</strong>cia de los santos, los que guardan los mandami<strong>en</strong>tos de Dios, y <strong>la</strong> fe de Jesús”.<br />

Para subsistir ante el juicio ti<strong>en</strong>e el hombre que guardar <strong>la</strong> ley de Dios. Esta ley será <strong>la</strong> piedra<br />

de toque <strong>en</strong> el juicio. El apóstol Pablo dec<strong>la</strong>ra: “Cuantos han pecado bajo <strong>la</strong> ley, <strong>por</strong> <strong>la</strong> ley serán<br />

juzgados; [...] <strong>en</strong> el día <strong>en</strong> que juzgará Dios <strong>la</strong>s obras más ocultas de los hombres [...] <strong>por</strong> medio de<br />

Jesucristo”. Y dice que “los que cumpl<strong>en</strong> <strong>la</strong> ley serán justificados’. Romanos 2:12-16 (VM). La fe es<br />

es<strong>en</strong>cial para guardar <strong>la</strong> ley de Dios; pues “sin fe es imposible agradarle”. Y “todo lo que no es de fe,<br />

es pecado”. Hebreos 11:6 (VM); Romanos 14:23. El primer ángel exhorta a los hombres a que teman<br />

al Señor y le d<strong>en</strong> honra y a que le ador<strong>en</strong> como Creador del cielo y de <strong>la</strong> tierra. Para poder hacerlo,<br />

deb<strong>en</strong> obedecer su ley. El sabio dice: “Teme a Dios, y guarda sus mandami<strong>en</strong>tos; <strong>por</strong>que esto es <strong>la</strong><br />

suma del deber humano”. Eclesiastés 12:13 (VM). Sin obedi<strong>en</strong>cia a sus mandami<strong>en</strong>tos, ninguna<br />

adoración puede agradar a Dios. “Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandami<strong>en</strong>tos”. “El que<br />

aparte sus oídos para no escuchar <strong>la</strong> ley, verá que su oración misma es cosa abominable”. 1 Juan 5:3;<br />

Proverbios 28:9 (VM).<br />

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