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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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amueb<strong>la</strong>do. El santuario subsistió así—m<strong>en</strong>os durante el p<strong>la</strong>zo <strong>en</strong> que permaneció <strong>en</strong> ruinas <strong>en</strong> tiempo<br />

de Daniel—hasta su destrucción <strong>por</strong> los romanos, <strong>en</strong> el año 70 de nuestra era.<br />

Tal fue el único santuario que haya existido <strong>en</strong> <strong>la</strong> tierra y del cual <strong>la</strong> Biblia nos dé alguna<br />

información. San Pablo dijo de él que era el santuario del primer pacto. ¿Pero no ti<strong>en</strong>e el nuevo pacto<br />

también el suyo? Volvi<strong>en</strong>do al libro de los Hebreos, los que buscaban <strong>la</strong> verdad <strong>en</strong>contraron que existía<br />

un segundo santuario, o sea el del nuevo pacto, al cual se alude <strong>en</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras ya citadas del apóstol<br />

Pablo: “En verdad el primer pacto también t<strong>en</strong>ía reg<strong>la</strong>m<strong>en</strong>tos del culto, y su santuario que lo era de<br />

este mundo”. El uso de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra “también” implica que San Pablo ha hecho antes m<strong>en</strong>ción de este<br />

santuario. Volvi<strong>en</strong>do al principio del capítulo anterior, se lee: “Lo principal, pues, <strong>en</strong>tre <strong>la</strong>s cosas que<br />

decimos es esto: T<strong>en</strong>emos un tal sumo sacerdote que se ha s<strong>en</strong>tado a <strong>la</strong> diestra del trono de <strong>la</strong> Majestad<br />

<strong>en</strong> los cielos; ministro del santuario, y del verdadero tabernáculo, que p<strong>la</strong>ntó el Señor, y no el hombre”.<br />

Hebreos 8:1, 2 (VM).<br />

Aqui t<strong>en</strong>emos reve<strong>la</strong>do el santuario del nuevo pacto. El santuario del primer pacto fue as<strong>en</strong>tado<br />

<strong>por</strong> el hombre, construído <strong>por</strong> Moisés; este segundo es as<strong>en</strong>tado <strong>por</strong> el Señor, no <strong>por</strong> el hombre. En<br />

aquel santuario los sacerdotes terr<strong>en</strong>ales desempeñaban el servicio; <strong>en</strong> este es Cristo, nuestro gran<br />

Sumo Sacerdote, qui<strong>en</strong> ministra a <strong>la</strong> diestra de Dios. Uno de los santuarios estaba <strong>en</strong> <strong>la</strong> tierra, el otro<br />

está <strong>en</strong> el cielo. Además, el tabernáculo construído <strong>por</strong> Moisés fue hecho según un modelo. El Señor<br />

le ord<strong>en</strong>ó: “Conforme a todo lo que yo te mostrare, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus<br />

vasos, así lo haréis”. Y le mandó además: “Mira, y hazlos conforme a su modelo, que te ha sido<br />

mostrado <strong>en</strong> el monte”. Éxodo 25:9, 40. Y San Pablo dice que el primer tabernáculo “era una parábo<strong>la</strong><br />

para aquel tiempo <strong>en</strong>tonces pres<strong>en</strong>te; conforme a <strong>la</strong> cual se ofrecían dones y sacrificios”; que sus santos<br />

lugares eran “repres<strong>en</strong>taciones de <strong>la</strong>s cosas celestiales”; que los sacerdotes que pres<strong>en</strong>taban <strong>la</strong>s<br />

ofr<strong>en</strong>das según <strong>la</strong> ley, ministraban lo que era “<strong>la</strong> mera repres<strong>en</strong>tación y sombra de <strong>la</strong>s cosas celestiales”,<br />

y que “no <strong>en</strong>tró Cristo <strong>en</strong> un lugar santo hecho de mano, que es una mera repres<strong>en</strong>tación del verdadero,<br />

sino <strong>en</strong> el cielo mismo, para pres<strong>en</strong>tarse ahora de<strong>la</strong>nte de Dios <strong>por</strong> nosotros”. Hebreos 9:9, 23; 8:5;<br />

Hebreos 9:24 (VM).<br />

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