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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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<strong>por</strong> agradar a los ojos con superfluos y costosos atavíos o con adornos innecesarios. No gastéis parte<br />

de él adornando prolijam<strong>en</strong>te vuestras casas con muebles inútiles y costosos, con cuadros costosos,<br />

pinturas y dorados [...]. No gastéis nada para satisfacer <strong>la</strong> soberbia de <strong>la</strong> vida, ni para obt<strong>en</strong>er <strong>la</strong><br />

admiración de los hombres [...]. ‘Siempre que te ha<strong>la</strong>gues a ti mismo, los hombres hab<strong>la</strong>rán bi<strong>en</strong> de ti’.<br />

Siempre que te vistas ‘de púrpura y de lino fino b<strong>la</strong>nco, y t<strong>en</strong>gas banquetes espléndidos todos los días,<br />

‘no faltará qui<strong>en</strong> ap<strong>la</strong>uda tu elegancia, tu bu<strong>en</strong> gusto, tu g<strong>en</strong>erosidad y tu rumbosa hospitalidad. Pero<br />

no vayas a pagar tan caros sus ap<strong>la</strong>usos. Conténtate más bi<strong>en</strong> con el honor que vi<strong>en</strong>e de Dios” (Wesley,<br />

Works, sermón 50, sobre el uso de dinero).<br />

Pero muchas iglesias actuales desprecian estas <strong>en</strong>señanzas. Está de moda <strong>en</strong> el mundo hacer<br />

profesión de religión. Gobernantes, políticos, abogados, médicos y comerciantes se un<strong>en</strong> a <strong>la</strong> iglesia<br />

para asegurarse el respeto y <strong>la</strong> confianza de <strong>la</strong> sociedad, y así promover sus intereses mundanos. Tratan<br />

de cubrir todos sus procederes injustos con el manto de <strong>la</strong> religiosidad. Las diversas comunidades<br />

religiosas robustecidas con <strong>la</strong>s riquezas y con <strong>la</strong> influ<strong>en</strong>cia de esos mundanos bautizados pujan a cual<br />

más <strong>por</strong> mayor popu<strong>la</strong>ridad y patrocinio.<br />

Iglesias magníficas, embellecidas con el más extravagante despilfarro, se yergu<strong>en</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong>s<br />

av<strong>en</strong>idas más ricas y más pob<strong>la</strong>das. Los fieles vist<strong>en</strong> con lujo y a <strong>la</strong> moda. Se pagan grandes sueldos a<br />

ministros elocu<strong>en</strong>tes para que <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>gan y atraigan a <strong>la</strong> g<strong>en</strong>te. Sus sermones no deb<strong>en</strong> aludir a los<br />

pecados popu<strong>la</strong>res, sino que deb<strong>en</strong> ser suaves y agradables como para los oídos de un auditorio<br />

elegante. Así los pecadores del mundo son recibidos <strong>en</strong> <strong>la</strong> iglesia, y los pecados de moda se cubr<strong>en</strong> con<br />

un manto de piedad.<br />

Hab<strong>la</strong>ndo de <strong>la</strong> actitud actual de los profesos cristianos para con el mundo, un notable periódico<br />

profano dice: “Ins<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te <strong>la</strong> iglesia ha seguido el espíritu del siglo, y ha adaptado sus formas de<br />

culto a <strong>la</strong>s necesidades de <strong>la</strong> actualidad”. “En verdad, todo cuanto contribuye a hacer atractiva <strong>la</strong><br />

religión, <strong>la</strong> iglesia lo emplea ahora y se vale de ello”. Y un escritor apunta, <strong>en</strong> el Indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>t de Nueva<br />

York, lo sigui<strong>en</strong>te acerca del metodismo actual: “La línea de separación <strong>en</strong>tre los piadosos y los<br />

irreligiosos desaparece <strong>en</strong> una especie de p<strong>en</strong>umbra, y <strong>en</strong> ambos <strong>la</strong>dos se está trabajando con empeño<br />

para hacer desaparecer toda difer<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>tre su modo de ser y sus p<strong>la</strong>ceres”. “La popu<strong>la</strong>ridad de <strong>la</strong><br />

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