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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Las pa<strong>la</strong>bras de Jerónimo produjeron sorpresa y admiración aun a sus <strong>en</strong>emigos. Por espacio de<br />

todo un año había estado <strong>en</strong>cerrado <strong>en</strong> un ca<strong>la</strong>bozo, sin poder leer ni ver <strong>la</strong> luz siquiera, sufri<strong>en</strong>do<br />

físicam<strong>en</strong>te a <strong>la</strong> vez que dominado <strong>por</strong> terrible ansiedad m<strong>en</strong>tal; y no obstante, supo pres<strong>en</strong>tar sus<br />

argum<strong>en</strong>tos con tanta c<strong>la</strong>ridad y con tanta fuerza como si hubiera podido estudiar constantem<strong>en</strong>te. L<strong>la</strong>mó<br />

<strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción de sus oy<strong>en</strong>tes a <strong>la</strong> <strong>la</strong>rga lista de santos varones que habían sido cond<strong>en</strong>ados <strong>por</strong> jueces injustos.<br />

En casi todas <strong>la</strong>s g<strong>en</strong>eraciones hubo hombres que <strong>por</strong> más que procuraban levantar el nivel moral del<br />

pueblo de su época, eran despreciados y rechazados, pero que <strong>en</strong> tiempos ulteriores fueron reconocidos<br />

dignos de recibir honor. Cristo mismo fue cond<strong>en</strong>ado como malhechor, <strong>por</strong> un tribunal inicuo.<br />

Al retractarse Jerónimo había dec<strong>la</strong>rado justa <strong>la</strong> s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia cond<strong>en</strong>atoria que el concilio <strong>la</strong>nzara<br />

contra Hus; pero esta vez dec<strong>la</strong>ró que se arrep<strong>en</strong>tía de ello y dio un vali<strong>en</strong>te testimonio a <strong>la</strong> inoc<strong>en</strong>cia y<br />

santidad del mártir. Expresóse <strong>en</strong> estos términos: “Conocí a Juan Hus desde su niñez. Era el hombre más<br />

excel<strong>en</strong>te, justo y santo; pero no <strong>por</strong> eso dejó de ser cond<strong>en</strong>ado [...]. Y ahora yo también estoy listo para<br />

morir. No retrocederé ante los torm<strong>en</strong>tos que hayan preparado para mí mis <strong>en</strong>emigos, los testigos falsos,<br />

los cuales t<strong>en</strong>drán que ser l<strong>la</strong>mados un día a cu<strong>en</strong>tas <strong>por</strong> sus imposturas, ante el gran Dios a qui<strong>en</strong> nadie<br />

puede <strong>en</strong>gañar”. Bonnechose 3:167.<br />

Al c<strong>en</strong>surarse a sí mismo <strong>por</strong> haber negado <strong>la</strong> verdad, dijo Jerónimo: “De todos los pecados que<br />

he cometido desde mi juv<strong>en</strong>tud, ninguno pesa tanto sobre mí ni me causa tan acerbos remordimi<strong>en</strong>tos,<br />

como el que cometí <strong>en</strong> este funesto lugar, cuando aprobé <strong>la</strong> inicua s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia pronunciada contra Wiclef y<br />

contra el santo mártir, Juan Hus, maestro y amigo mío. Sí, lo confieso de todo corazón, y dec<strong>la</strong>ro con<br />

verdadero horror que desgraciadam<strong>en</strong>te me turbé cuando, <strong>por</strong> temor a <strong>la</strong> muerte, cond<strong>en</strong>é <strong>la</strong>s doctrinas de<br />

ellos. Por tanto, ruego [...] al Dios todopoderoso se digne perdonarme mis pecados y este <strong>en</strong> particu<strong>la</strong>r,<br />

que es el más monstruoso de todos”. Seña<strong>la</strong>ndo a los jueces, dijo con <strong>en</strong>tereza: “Vosotros cond<strong>en</strong>asteis a<br />

Wiclef y a Juan Hus no <strong>por</strong>que hubieran invalidado <strong>la</strong>s doctrinas de <strong>la</strong> iglesia, sino s<strong>en</strong>cil<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te <strong>por</strong><br />

haber d<strong>en</strong>unciado los escándalos prov<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes del clero, su pompa, su orgullo y todos los vicios de los<br />

pre<strong>la</strong>dos y sacerdotes. Las cosas que aquellos afirmaron y que son irrefutables, yo también <strong>la</strong>s creo y <strong>la</strong>s<br />

proc<strong>la</strong>mo”.<br />

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