30.09.2016 Views

America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Corrían <strong>por</strong> todas partes muchos rumores de los proyectos hostiles a Lutero y despertaban gran<br />

agitación <strong>en</strong> <strong>la</strong> ciudad. Lutero se había conquistado muchos amigos que, conoci<strong>en</strong>do <strong>la</strong> traidora crueldad<br />

de Roma para con los que se atrevían a sacar a luz sus corrupciones, resolvieron evitar a todo trance que<br />

él fuese sacrificado. C<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de nobles se comprometieron a protegerle. No pocos d<strong>en</strong>unciaban<br />

públicam<strong>en</strong>te el m<strong>en</strong>saje imperial como prueba evid<strong>en</strong>te de humil<strong>la</strong>nte sumisión al poder de Roma. Se<br />

fijaron pasquines <strong>en</strong> <strong>la</strong>s puertas de <strong>la</strong>s casas y <strong>en</strong> <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>zas públicas, unos contra Lutero y otros <strong>en</strong> su<br />

favor. En uno de ellos se leían s<strong>en</strong>cil<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te estas <strong>en</strong>érgicas pa<strong>la</strong>bras del sabio: “¡Ay de ti, oh tierra, cuyo<br />

rey es un niño!” Eclesiastés 10:16 (VM). El <strong>en</strong>tusiasmo que el pueblo manifestaba <strong>en</strong> favor de Lutero <strong>en</strong><br />

todas partes del imperio, dio a conocer a Carlos y a <strong>la</strong> dieta que si se cometía una injusticia contra él bi<strong>en</strong><br />

podrían quedar comprometidas <strong>la</strong> paz del imperio y <strong>la</strong> estabilidad del trono.<br />

Federico de Sajonia observó una bi<strong>en</strong> estudiada reserva, ocultando cuidadosam<strong>en</strong>te sus verdaderos<br />

s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos para con el reformador, y al mismo tiempo lo custodiaba con incansable vigi<strong>la</strong>ncia,<br />

observando todos sus movimi<strong>en</strong>tos y los de sus adversarios. Pero había muchos que no se cuidaban de<br />

ocultar su simpatía hacia Lutero. Era este visitado <strong>por</strong> príncipes, condes, barones y otras personas de<br />

distinción, clérigos y <strong>la</strong>icos. “El pequeño cuarto del doctor— escribía Spa<strong>la</strong>tino—no podía cont<strong>en</strong>er a<br />

todos los que acudían a verle”. Martyn 1:404. El pueblo le miraba como si fuese algo más que humano.<br />

Y aun los que no creían <strong>en</strong> sus <strong>en</strong>señanzas, no podían m<strong>en</strong>os que admirar <strong>en</strong> él <strong>la</strong> sublime integridad que<br />

le hacía desafiar <strong>la</strong> muerte antes que vio<strong>la</strong>r los dictados de su conci<strong>en</strong>cia.<br />

Se hicieron esfuerzos supremos para conseguir que Lutero consintiera <strong>en</strong> transigir con Roma.<br />

Príncipes y nobles le manifestaron que si persistía <strong>en</strong> sost<strong>en</strong>er sus opiniones contra <strong>la</strong> iglesia y los<br />

concilios, pronto se le desterraría del imperio y <strong>en</strong>tonces nadie le def<strong>en</strong>dería. A esto respondió el<br />

reformador: “El evangelio de Cristo no puede ser predicado sin escándalo [...]. ¿Cómo es posible que el<br />

temor o apr<strong>en</strong>sión de los peligros me despr<strong>en</strong>da del Señor y de su Pa<strong>la</strong>bra divina, que es <strong>la</strong> única verdad?<br />

¡No; antes daré mi cuerpo, mi sangre y mi vida!” (D’Aubigné, lib. 7, cap. 10). Se le instó nuevam<strong>en</strong>te a<br />

someterse al juicio del emperador, pues <strong>en</strong>tonces no t<strong>en</strong>dría nada que temer.<br />

“Consi<strong>en</strong>to de veras—dijo—<strong>en</strong> que el emperador, los príncipes y aun los más humildes<br />

cristianos,examin<strong>en</strong> y juzgu<strong>en</strong> mis libros; pero bajo <strong>la</strong> condición de que tomarán <strong>por</strong> norma <strong>la</strong> Sagrada<br />

128

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!