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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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observancia. Aunque fue a m<strong>en</strong>udo <strong>en</strong> medio de oprobios y persecuciones, nunca se dejó de r<strong>en</strong>dir<br />

testimonio constante al carácter perpetuo de <strong>la</strong> ley de Dios y a <strong>la</strong> obligación sagrada del sábado de <strong>la</strong><br />

creación.<br />

Estas verdades, tal cual están pres<strong>en</strong>tadas <strong>en</strong> Apocalipsis 14, <strong>en</strong> re<strong>la</strong>ción con el “evangelio eterno”,<br />

serán lo que distinga a <strong>la</strong> iglesia de Cristo cuando él aparezca. Pues, como resultado del triple m<strong>en</strong>saje, se<br />

dice: “Aquí están los que guardan los mandami<strong>en</strong>tos de Dios, y <strong>la</strong> fe de Jesús”. Y este es el último m<strong>en</strong>saje<br />

que se ha de dar antes que v<strong>en</strong>ga el Señor. Inmediatam<strong>en</strong>te después de su proc<strong>la</strong>mación, el profeta vio al<br />

Hijo del hombre v<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> gloria para segar <strong>la</strong> mies de <strong>la</strong> tierra.<br />

Los que recibieron <strong>la</strong> luz re<strong>la</strong>tiva al santuario y a <strong>la</strong> inmutabilidad de <strong>la</strong> ley de Dios, se ll<strong>en</strong>aron de<br />

alegría y admiración al ver <strong>la</strong> belleza y armonía del conjunto de verdad que fue reve<strong>la</strong>do a sus<br />

intelig<strong>en</strong>cias. Deseaban que esa luz que tan preciosa les resultaba fuese comunicada a todos los cristianos,<br />

y no podían m<strong>en</strong>os que creer que <strong>la</strong> aceptarían con alborozo. Pero <strong>la</strong>s verdades que no podían sino ponerlos<br />

<strong>en</strong> desav<strong>en</strong><strong>en</strong>cia con el mundo no fueron bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>idas para muchos que profesaban ser discípulos de<br />

Cristo. La obedi<strong>en</strong>cia al cuarto mandami<strong>en</strong>to exigía un sacrificio ante el cual <strong>la</strong> mayoría retrocedía.<br />

Cuando se pres<strong>en</strong>taban <strong>la</strong>s exig<strong>en</strong>cias del sábado, muchos argüían desde el punto de vista<br />

mundano, dici<strong>en</strong>do: “Siempre hemos guardado el domingo, nuestros padres lo guardaron, y muchos<br />

hombres bu<strong>en</strong>os y piadosos han muerto felices observándolo. Si ellos tuvieron razón, nosotros también <strong>la</strong><br />

t<strong>en</strong>emos. La observancia de este nuevo día de reposo nos haría discrepar con el mundo, y no t<strong>en</strong>dríamos<br />

influ<strong>en</strong>cia sobre él. ¿Qué puede esperar hacer un pequeño grupo de observadores del séptimo día contra<br />

todo el mundo que guarda el domingo?” Con argum<strong>en</strong>tos semejantes procurarían los judíos justificar <strong>la</strong><br />

manera <strong>en</strong> que rechazaron a Cristo. Sus padres habían agradado a Dios pres<strong>en</strong>tándole ofr<strong>en</strong>das y<br />

sacrificios, ¿<strong>por</strong> qué no alcanzarían los hijos salvación sigui<strong>en</strong>do el mismo camino? Así también, <strong>en</strong> días<br />

de Lutero, los papistas decían que cristianos verdaderos habían muerto <strong>en</strong> <strong>la</strong> fe católica, y que <strong>por</strong><br />

consigui<strong>en</strong>te esa religión bastaba para salvarse. Este modo de argum<strong>en</strong>tar iba a resultar <strong>en</strong> verdadero<br />

obstáculo para todo progreso <strong>en</strong> <strong>la</strong> fe y <strong>en</strong> <strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong> religión.<br />

Muchos insistían <strong>en</strong> que <strong>la</strong> observancia del domingo había sido una doctrina establecida y una<br />

costumbre muy g<strong>en</strong>eral de <strong>la</strong> iglesia durante muchos siglos. Contra este argum<strong>en</strong>to se adujo el de que el<br />

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