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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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El papado int<strong>en</strong>tó alterar <strong>la</strong> ley de Dios. El segundo mandami<strong>en</strong>to, que prohibe el culto de <strong>la</strong>s<br />

imág<strong>en</strong>es, ha sido borrado de <strong>la</strong> ley, y el cuarto mandami<strong>en</strong>to ha sido adulterado de manera que autorice<br />

<strong>la</strong> observancia del primer día <strong>en</strong> lugar del séptimo como día de reposo. Pero los papistas aduc<strong>en</strong> para<br />

justificar <strong>la</strong> supresión del segundo mandami<strong>en</strong>to, que este es inútil puesto que está incluido <strong>en</strong> el<br />

primero, y que ellos dan <strong>la</strong> ley tal cual Dios t<strong>en</strong>ía propuesto que fuese <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dida. Este no puede ser el<br />

cambio predicho <strong>por</strong> el profeta. Se trata de un cambio int<strong>en</strong>cional y deliberado: “P<strong>en</strong>sará <strong>en</strong> mudar los<br />

tiempos y <strong>la</strong> ley”. El cambio introducido <strong>en</strong> el cuarto mandami<strong>en</strong>to cumple exactam<strong>en</strong>te <strong>la</strong> profecía.<br />

La única autoridad que se invoca para dicho cambio es <strong>la</strong> de <strong>la</strong> iglesia. Aquí el poder papal se <strong>en</strong>salza<br />

abiertam<strong>en</strong>te sobre Dios.<br />

Mi<strong>en</strong>tras los que adoran a Dios se distinguirán especialm<strong>en</strong>te <strong>por</strong> su respeto al cuarto<br />

mandami<strong>en</strong>to—ya que este es el signo de su poder creador y el testimonio de su derecho al respeto y<br />

hom<strong>en</strong>aje de los hombres—, los adoradores de <strong>la</strong> bestia se distinguirán <strong>por</strong> sus esfuerzos para derribar<br />

el monum<strong>en</strong>to recordativo del Creador y <strong>en</strong>salzar lo instituido <strong>por</strong> Roma. Las primeras pret<strong>en</strong>siones<br />

arrogantes del papado fueron hechas <strong>en</strong> favor del domingo (véase el Apéndice); y <strong>la</strong> primera vez que<br />

recurrió al poder del estado fue para imponer <strong>la</strong> observancia del domingo como “día del Señor”. Pero<br />

<strong>la</strong> Biblia seña<strong>la</strong> el séptimo día, y no el primero, como día del Señor. Cristo dijo: “El Hijo del hombre<br />

es Señor aun del sábado”. El cuarto mandami<strong>en</strong>to dec<strong>la</strong>ra que: “El día séptimo es día de descanso<br />

[marg<strong>en</strong>, sábado], consagrado a Jehová”. Y <strong>por</strong> boca del profeta Isaías el Señor lo l<strong>la</strong>ma: “Mi día<br />

santo”. Marcos 2:28; Éxodo 20:10; Isaías 58:13 (VM).<br />

El aserto, tantas veces repetido, de que Cristo cambió el día de reposo, está refutado <strong>por</strong> sus<br />

propias pa<strong>la</strong>bras. En su sermón sobre el monte, dijo: “No p<strong>en</strong>séis que vine pare invalidar <strong>la</strong> ley, o los<br />

profetas: no vine a invalidar, sino a cumplir. Porque <strong>en</strong> verdad os digo, que hasta que pas<strong>en</strong> el cielo y<br />

<strong>la</strong> tierra, ni siquiera una jota ni un tilde pasará de <strong>la</strong> ley, hasta que el todo sea cumplido. Por tanto<br />

cualquiera que quebrantare uno de estos más mínimos mandami<strong>en</strong>tos, y <strong>en</strong>señare a los hombres así,<br />

será l<strong>la</strong>mado muy pequeño <strong>en</strong> el reino de los cielos: mas cualquiera que los hiciere y <strong>en</strong>señare será<br />

l<strong>la</strong>mado grande <strong>en</strong> el reino de los cielos”. Mateo 5:17-19 (VM).<br />

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