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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Por fin dio cima a <strong>la</strong> obra: acabó <strong>la</strong> primera traducción de <strong>la</strong> Biblia que se hiciera <strong>en</strong> inglés. El<br />

Libro de Dios quedaba abierto para Ing<strong>la</strong>terra. El reformador ya no temía <strong>la</strong> prisión ni <strong>la</strong> hoguera. Había<br />

puesto <strong>en</strong> manos del pueblo inglés una luz que jamás se extinguiría. Al darles <strong>la</strong> Biblia a sus compatriotas<br />

había hecho más para romper <strong>la</strong>s cad<strong>en</strong>as de <strong>la</strong> ignorancia y del vicio, y para libertar y <strong>en</strong>grandecer a su<br />

nación, que todo lo que jamás se consiguiera con <strong>la</strong>s victorias más bril<strong>la</strong>ntes <strong>en</strong> los campos de batal<strong>la</strong>.<br />

Como todavía <strong>la</strong> impr<strong>en</strong>ta no era conocida, los ejemp<strong>la</strong>res de <strong>la</strong> Biblia no se multiplicaban sino mediante<br />

un trabajo l<strong>en</strong>to y <strong>en</strong>ojoso. Tan grande era el empeño de poseer el Libro, que muchos se dedicaron<br />

voluntariam<strong>en</strong>te a copiarlo; sin embargo, les costaba mucho a los copistas satisfacer los pedidos. Algunos<br />

de los compradores más ricos deseaban <strong>la</strong> Biblia <strong>en</strong>tera. Otros compraban so<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te una <strong>por</strong>ción. En<br />

muchos casos se unían varias familias para comprar un ejemp<strong>la</strong>r. De este modo <strong>la</strong> Biblia de Wiclef no<br />

tardó <strong>en</strong> abrirse paso <strong>en</strong> los hogares del pueblo.<br />

Como el sagrado libro ape<strong>la</strong>ba a <strong>la</strong> razón, logró despertar a los hombres de su pasiva sumisión a<br />

los dogmas papales. En lugar de estos, Wiclef <strong>en</strong>señaba <strong>la</strong>s doctrinas distintivas del protestantismo: <strong>la</strong><br />

salvación <strong>por</strong> medio de <strong>la</strong> fe <strong>en</strong> Cristo y <strong>la</strong> infalibilidad única de <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras. Los predicadores<br />

que él <strong>en</strong>viaba ponían <strong>en</strong> circu<strong>la</strong>ción <strong>la</strong> Biblia junto con los escritos del reformador, y con tan bu<strong>en</strong> éxito,<br />

que <strong>la</strong> nueva fe fue aceptada <strong>por</strong> casi <strong>la</strong> mitad del pueblo inglés. La aparición de <strong>la</strong>s Santas Escrituras<br />

ll<strong>en</strong>ó de profundo desali<strong>en</strong>to a <strong>la</strong>s autoridades de <strong>la</strong> iglesia. Estas t<strong>en</strong>ían que hacer fr<strong>en</strong>te ahora a un ag<strong>en</strong>te<br />

más poderoso que Wiclef: una fuerza contra <strong>la</strong> cual todas sus armas servirían de poco. No había ley <strong>en</strong><br />

aquel tiempo que prohibiese <strong>en</strong> Ing<strong>la</strong>terra <strong>la</strong> lectura de <strong>la</strong> Biblia, <strong>por</strong>que jamás se había hecho una versión<br />

<strong>en</strong> el idioma del pueblo. Tales leyes se dictaron poco después y fueron puestas <strong>en</strong> vigor del modo más<br />

riguroso; pero, <strong>en</strong>tretanto, y a pesar de los esfuerzos del clero, hubo o<strong>por</strong>tunidad para que <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de<br />

Dios circu<strong>la</strong>ra <strong>por</strong> algún tiempo.<br />

Nuevam<strong>en</strong>te los caudillos papales quisieron imponer sil<strong>en</strong>cio al reformador. Le citaron ante tres<br />

tribunales sucesivos, para juzgarlo, pero sin resultado alguno. Primero un sínodo de obispos dec<strong>la</strong>ró que<br />

sus escritos eran heréticos, y logrando atraer a sus miras al jov<strong>en</strong> rey Ricardo II, obtuvo un decreto real<br />

que cond<strong>en</strong>aba a prisión a todos los que sostuvies<strong>en</strong> <strong>la</strong>s doctrinas cond<strong>en</strong>adas. Wiclef apeló de esa<br />

s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia del sínodo al par<strong>la</strong>m<strong>en</strong>to; sin temor alguno demandó al clero ante el concilio nacional y exigió<br />

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