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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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ayuno! ¡Convocad asamblea solemnísima! ¡Reunid al pueblo! ¡Proc<strong>la</strong>mad una convocación<br />

obligatoria! ¡Congregad a los ancianos! ¡Juntad a los muchachos! [...] ¡Salga el novio de su recámara,<br />

y <strong>la</strong> novia de su tá<strong>la</strong>mo! Entre el pórtico y el altar, llor<strong>en</strong> los sacerdotes, ministros de Jehová”. “Volveos<br />

a mí de todo vuestro corazón; con ayuno también, y con l<strong>la</strong>nto, y con <strong>la</strong>m<strong>en</strong>tos; rasgad vuestros<br />

corazones y no vuestros vestidos, y volveos a Jehová vuestro Dios; <strong>por</strong>que él es clem<strong>en</strong>te y compasivo,<br />

l<strong>en</strong>to <strong>en</strong> iras y grande <strong>en</strong> misericordia”. Joel 2:1, 15-17, 12, 13 (VM).<br />

Una gran obra de reforma debía realizarse para preparar a un pueblo que pudiese subsistir <strong>en</strong> el<br />

día de Dios. El Señor vio que muchos de los que profesaban pert<strong>en</strong>ecer a su pueblo no edificaban para<br />

<strong>la</strong> eternidad, y <strong>en</strong> su misericordia iba a <strong>en</strong>viar una amonestación para despertarlos de su estu<strong>por</strong> e<br />

inducirlos a prepararse para <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida de su Señor. Esta amonestación nos es pres<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> el capítulo<br />

catorce del Apocalipsis. En él <strong>en</strong>contramos un triple m<strong>en</strong>saje proc<strong>la</strong>mado <strong>por</strong> seres celestiales y<br />

seguido inmediatam<strong>en</strong>te <strong>por</strong> <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida del Hijo del hombre para segar “<strong>la</strong> mies de <strong>la</strong> tierra”. La primera<br />

de estas amonestaciones anuncia <strong>la</strong> llegada del juicio. El profeta vio un ángel “vo<strong>la</strong>ndo <strong>en</strong> medio del<br />

cielo, t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do un evangelio eterno que anunciar a los que habitan sobre <strong>la</strong> tierra, y a cada nación, y<br />

tribu, y l<strong>en</strong>gua, y pueblo; y dice a gran voz: ¡Temed a Dios y dadle gloria; <strong>por</strong>que ha llegado <strong>la</strong> hora<br />

de su juicio; y adorad al que hizo el cielo y <strong>la</strong> tierra, y el mar y <strong>la</strong>s fu<strong>en</strong>tes de agua!” Apocalipsis 14:6,<br />

7 (VM).<br />

Este m<strong>en</strong>saje es dec<strong>la</strong>rado parte del “evangelio eterno”. La predicación del evangelio no ha sido<br />

<strong>en</strong>cargada a los ángeles, sino a los hombres. En <strong>la</strong> dirección de esta obra se han empleado ángeles<br />

santos y ellos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> a su cargo los grandes movimi<strong>en</strong>tos para <strong>la</strong> salvación de los hombres; pero <strong>la</strong><br />

proc<strong>la</strong>mación misma del evangelio es llevada a cabo <strong>por</strong> los siervos de Cristo <strong>en</strong> <strong>la</strong> tierra. Hombres<br />

fieles, obedi<strong>en</strong>tes a los impulsos del Espíritu de Dios y a <strong>la</strong>s <strong>en</strong>señanzas de su Pa<strong>la</strong>bra, iban a pregonar<br />

al mundo esta amonestación. Eran los que habían estado at<strong>en</strong>tos a <strong>la</strong> “firme [...] pa<strong>la</strong>bra profética”, <strong>la</strong><br />

“lámpara que luce <strong>en</strong> un lugar t<strong>en</strong>ebroso, hasta que el día esc<strong>la</strong>rezca, y el lucero nazca”. 2 Pedro 1:19<br />

(VM). Habían estado buscando el conocimi<strong>en</strong>to de Dios más que todos los tesoros escondidos,<br />

estimándolo más que “<strong>la</strong> ganancia de p<strong>la</strong>ta”, y “su rédito” más “que el oro puro”. Proverbios 3:14<br />

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