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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Vanos eran los esfuerzos de Satanás para destruir <strong>la</strong> iglesia de Cristo <strong>por</strong> medio de <strong>la</strong> viol<strong>en</strong>cia.<br />

La gran lucha <strong>en</strong> que los discípulos de Jesús <strong>en</strong>tregaban <strong>la</strong> vida, no cesaba cuando estos fieles<br />

<strong>por</strong>taestandartes caían <strong>en</strong> su puesto. Triunfaban <strong>por</strong> su derrota. Los siervos de Dios eran sacrificados, pero<br />

su obra seguía siempre ade<strong>la</strong>nte. El evangelio cundía más y más, y el número de sus adher<strong>en</strong>tes iba <strong>en</strong><br />

aum<strong>en</strong>to. Alcanzó hasta <strong>la</strong>s regiones inaccesibles para <strong>la</strong>s águi<strong>la</strong>s de Roma. Dijo un cristiano,<br />

reconvini<strong>en</strong>do a los jefes paganos que atizaban <strong>la</strong> persecución: “Atorm<strong>en</strong>tadnos, cond<strong>en</strong>adnos,<br />

desm<strong>en</strong>uzadnos, que vuestra maldad es <strong>la</strong> prueba de nuestra inoc<strong>en</strong>cia. [...] De nada os vale [...] vuestra<br />

crueldad”. No era más que una instigación más poderosa para traer a otros a su fe. “Más somos cuanto<br />

derramáis más sangre; que <strong>la</strong> sangre de los cristianos es semil<strong>la</strong>” (Tertuliano, [40] Apología, párr. 50).<br />

Miles de cristianos eran <strong>en</strong>carce<strong>la</strong>dos y muertos, pero otros los reemp<strong>la</strong>zaban. Y los que sufrían el<br />

martirio <strong>por</strong> su fe quedaban asegurados para Cristo y t<strong>en</strong>idos <strong>por</strong> él como conquistadores. Habían peleado<br />

<strong>la</strong> bu<strong>en</strong>a batal<strong>la</strong> y recibirían <strong>la</strong> corona de gloria cuando Cristo viniese. Los padecimi<strong>en</strong>tos unían a los<br />

cristianos unos con otros y con su Red<strong>en</strong>tor. El ejemplo que daban <strong>en</strong> vida y su testimonio al morir eran<br />

una constante atestación de <strong>la</strong> verdad; y donde m<strong>en</strong>os se esperaba, los súbditos de Satanás abandonaban<br />

su servicio y se alistaban bajo el estandarte de Cristo.<br />

En vista de esto Satanás se propuso oponerse con más éxito al gobierno de Dios imp<strong>la</strong>ntando su<br />

bandera <strong>en</strong> <strong>la</strong> iglesia cristiana. Si podía <strong>en</strong>gañar a los discípulos de Cristo e inducirlos a of<strong>en</strong>der a Dios,<br />

decaerían su resist<strong>en</strong>cia, su fuerza y su estabilidad y ellos mismos v<strong>en</strong>drían a ser presa fácil. El gran<br />

adversario se esforzó <strong>en</strong>tonces <strong>por</strong> obt<strong>en</strong>er con artificios lo que no consiguiera <strong>por</strong> <strong>la</strong> viol<strong>en</strong>cia. Cesó <strong>la</strong><br />

persecución y <strong>la</strong> reemp<strong>la</strong>zaron <strong>la</strong>s peligrosas seducciones de <strong>la</strong> prosperidad tem<strong>por</strong>al y del honor<br />

mundano. Los idó<strong>la</strong>tras fueron inducidos a aceptar parte de <strong>la</strong> fe cristiana, al par que rechazaban otras<br />

verdades es<strong>en</strong>ciales. Profesaban aceptar a Jesús como Hijo de Dios y creer <strong>en</strong> su muerte y <strong>en</strong> su<br />

resurrección, pero no eran conv<strong>en</strong>cidos de pecado ni s<strong>en</strong>tían necesidad de arrep<strong>en</strong>tirse o de cambiar su<br />

corazón. Habi<strong>en</strong>do hecho algunas concesiones, propusieron que los cristianos hicieran <strong>la</strong>s suyas para que<br />

todos pudies<strong>en</strong> unirse <strong>en</strong> el terr<strong>en</strong>o común de <strong>la</strong> fe <strong>en</strong> Cristo.<br />

La iglesia se vio <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong> gravísimo peligro, y <strong>en</strong> comparación con él, <strong>la</strong> cárcel, <strong>la</strong>s torturas, el<br />

fuego y <strong>la</strong> espada, eran b<strong>en</strong>diciones. Algunos cristianos permanecieron firmes, dec<strong>la</strong>rando que no podían<br />

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