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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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De todos <strong>la</strong>dos oy<strong>en</strong> hab<strong>la</strong>r de conspiraciones y traiciones y observan <strong>la</strong> actividad am<strong>en</strong>azante de<br />

<strong>la</strong> rebelión. Eso hace nacer <strong>en</strong> ellos un deseo int<strong>en</strong>sísimo de ver acabarse <strong>la</strong> apostasía y de que <strong>la</strong> maldad<br />

de los impíos llegue a su fin. Pero mi<strong>en</strong>tras pid<strong>en</strong> a Dios que det<strong>en</strong>ga el progreso de <strong>la</strong> rebelión, se<br />

reprochan a sí mismos con gran s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to el no t<strong>en</strong>er mayor poder para resistir y contrarrestar <strong>la</strong> pot<strong>en</strong>te<br />

invasión del mal. Les parece que si hubies<strong>en</strong> dedicado siempre toda su habilidad al servicio de Cristo,<br />

avanzando de virtud <strong>en</strong> virtud, <strong>la</strong>s fuerzas de Satanás no t<strong>en</strong>drían tanto poder sobre ellos. Aflig<strong>en</strong> sus<br />

almas ante Dios, recordándole cada uno de sus actos de arrep<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de sus numerosos pecados y <strong>la</strong><br />

promesa del Salvador: “¿Forzará algui<strong>en</strong> mi fortaleza? Haga conmigo paz, sí haga paz conmigo”. Isaías<br />

27:5. Su fe no decae si sus oraciones no recib<strong>en</strong> inmediata contestación. Aunque sufr<strong>en</strong> <strong>la</strong> ansiedad, el<br />

terror y <strong>la</strong> angustia más desesperantes, no dejan de orar. Echan mano del poder de Dios como Jacob se<br />

aferró al ángel; y de sus almas se exha<strong>la</strong> el grito: “No te soltaré hasta que me hayas b<strong>en</strong>decido”.<br />

Si Jacob no se hubiese arrep<strong>en</strong>tido previam<strong>en</strong>te del pecado que cometió al adueñarse<br />

fraudul<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te del derecho de primog<strong>en</strong>itura, Dios no habría escuchado su oración ni le hubiese salvado<br />

<strong>la</strong> vida misericordiosam<strong>en</strong>te. Así, <strong>en</strong> el tiempo de angustia, si el pueblo de Dios conservase pecados aún<br />

inconfesos cuando lo atorm<strong>en</strong>t<strong>en</strong> el temor y <strong>la</strong> angustia, sería aniqui<strong>la</strong>do; <strong>la</strong> desesperación acabaría con<br />

su fe y no podría t<strong>en</strong>er confianza para rogar a Dios que le librase. Pero <strong>por</strong> muy profundo que sea el<br />

s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to que ti<strong>en</strong>e de su indignidad, no ti<strong>en</strong>e culpas escondidas que reve<strong>la</strong>r. Sus pecados han sido<br />

examinados y borrados <strong>en</strong> el juicio; y no puede recordarlos.<br />

Satanás induce a muchos a creer que Dios no se fija <strong>en</strong> <strong>la</strong> infidelidad de ellos respecto a los asuntos<br />

m<strong>en</strong>udos de <strong>la</strong> vida; pero, <strong>en</strong> su actitud con Jacob, el Señor demuestra que <strong>en</strong> manera alguna sancionará<br />

ni tolerará el mal. Todos los que tratan de excusar u ocultar sus pecados, dejándolos sin confesar y sin<br />

haber sido perdonados <strong>en</strong> los registros del cielo, serán v<strong>en</strong>cidos <strong>por</strong> Satanás. Cuanto más exaltada sea su<br />

profesión y honroso el puesto que desempeñ<strong>en</strong>, tanto más graves aparec<strong>en</strong> sus faltas a <strong>la</strong> vista de Dios, y<br />

tanto más seguro es el triunfo de su gran adversario. Los que tardan <strong>en</strong> prepararse para el día del Señor,<br />

no podrán hacerlo <strong>en</strong> el tiempo de <strong>la</strong> angustia ni <strong>en</strong> ningún mom<strong>en</strong>to subsigui<strong>en</strong>te. El caso de los tales es<br />

desesperado.<br />

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