30.09.2016 Views

America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

su fe y esperanza. Estando “seguros de <strong>la</strong> resurrección personal de Cristo, y, <strong>por</strong> consigui<strong>en</strong>te, de <strong>la</strong><br />

suya propia, a <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida de Aquel—como dice uno de estos cristianos—, ellos despreciaban <strong>la</strong> muerte<br />

y <strong>la</strong> superaban”. Daniel T. Taylor, The Reign of Christ on Earth; or, The Voice of the Church in all<br />

ages, 33. Estaban dispuestos a bajar a <strong>la</strong> tumba, a fin de que pudies<strong>en</strong> “resucitar libertados”. Esperaban<br />

al “Señor que debía v<strong>en</strong>ir del cielo <strong>en</strong>tre <strong>la</strong>s nubes con <strong>la</strong> gloria de su Padre”, “tray<strong>en</strong>do para los justos<br />

el reino eterno”. Los vald<strong>en</strong>ses acariciaban <strong>la</strong> misma fe. Wiclef aguardaba <strong>la</strong> aparición del Red<strong>en</strong>tor<br />

como <strong>la</strong> esperanza de <strong>la</strong> iglesia. Ibíd., 54, 129-134.<br />

Lutero dec<strong>la</strong>ró: “Estoy verdaderam<strong>en</strong>te conv<strong>en</strong>cido de que el día del juicio no tardará más de<br />

tresci<strong>en</strong>tos años. Dios no quiere ni puede sufrir <strong>por</strong> más tiempo a este mundo malvado”. “Se acerca el<br />

gran día <strong>en</strong> que el reino de <strong>la</strong>s abominaciones será derrocado”. Ibíd., 158, 134. “Este viejo mundo no<br />

está lejos de su fin”, decía Me<strong>la</strong>nchton. Calvino invita a los cristianos a “desear sin vaci<strong>la</strong>r y con ardor<br />

el día de <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida de Cristo como el más propicio de todos los acontecimi<strong>en</strong>tos”, y dec<strong>la</strong>ra que “toda<br />

<strong>la</strong> familia de los fieles no perderá de vista ese día”. “Debemos t<strong>en</strong>er hambre de Cristo—dice— debemos<br />

buscarle, contemp<strong>la</strong>rle hasta <strong>la</strong> aurora de aquel gran día <strong>en</strong> que nuestro Señor manifestará <strong>la</strong> gloria de<br />

su reino <strong>en</strong> su pl<strong>en</strong>itud” (ibíd.).<br />

“¿No llevó acaso nuestro Señor Jesús nuestra carne al cielo?— dice Knox, el reformador<br />

escocés—, ¿y no ha de regresar <strong>por</strong> v<strong>en</strong>tura? Sabemos que volverá, y esto con prontitud”. Ridley y<br />

Látimer, que dieron su vida <strong>por</strong> <strong>la</strong> verdad, esperaban con fe <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida del Señor. Ridley escribió: “El<br />

mundo llega sin duda a su fin. Así lo creo y <strong>por</strong> eso lo digo. C<strong>la</strong>memos del fondo de nuestros corazones<br />

a nuestro Salvador, Cristo, con Juan el siervo de Dios: V<strong>en</strong>, Señor Jesús, v<strong>en</strong>”. Ibíd., 151, 145.<br />

“El p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida del Señor—decía Baxter—es dulce <strong>en</strong> extremo para mí y me ll<strong>en</strong>a de<br />

alegría”. “Es obra de fe y un rasgo característico de sus santos desear con ansia su adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to y vivir<br />

con tan b<strong>en</strong>dita esperanza”. “Si <strong>la</strong> muerte es el último <strong>en</strong>emigo que ha de ser destruido <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />

resurrección podemos repres<strong>en</strong>tarnos con cuánto ardor los crey<strong>en</strong>tes esperarán y orarán <strong>por</strong> <strong>la</strong> segunda<br />

v<strong>en</strong>ida de Cristo, cuando esta completa y definitiva victoria será alcanzada”. “Ese es el día que todos<br />

los crey<strong>en</strong>tes deberían desear con ansia <strong>por</strong> ser el día <strong>en</strong> que habrá de quedar consumada toda <strong>la</strong> obra<br />

de su red<strong>en</strong>ción, cumplidos todos los deseos y esfuerzos de sus almas”. “¡Apresura, oh Señor, ese día<br />

263

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!