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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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de media noche”, t<strong>en</strong>día directam<strong>en</strong>te a reprimir el fanatismo y <strong>la</strong> dis<strong>en</strong>sión. Los que participaban <strong>en</strong><br />

estos solemnes movimi<strong>en</strong>tos estaban <strong>en</strong> armonía; sus corazones estaban ll<strong>en</strong>os de amor mutuo y de<br />

amor hacia Jesús, a qui<strong>en</strong> esperaban ver pronto. Una so<strong>la</strong> fe y una so<strong>la</strong> esperanza b<strong>en</strong>dita los elevaban<br />

<strong>por</strong> <strong>en</strong>cima de cualquier influ<strong>en</strong>cia humana, y les servían de escudo contra los ataques de Satanás.<br />

“Tardándose, pues, el esposo, cabecearon todas, y se durmieron. Mas a <strong>la</strong> media noche fue oído<br />

el grito: ¡ He aquí que vi<strong>en</strong>e el esposo! ¡salid a recibirle! Entonces todas aquel<strong>la</strong>s vírg<strong>en</strong>es se levantaron<br />

y aderezaron sus lámparas”. Mateo 25:5-7 (VM). En el verano de 1844, a mediados de <strong>la</strong> época<br />

compr<strong>en</strong>dida <strong>en</strong>tre el tiempo <strong>en</strong> que se había supuesto primero que terminarían los 2.300 días y el otoño<br />

del mismo año, hasta donde descubrieron después que se ext<strong>en</strong>dían, el m<strong>en</strong>saje fue proc<strong>la</strong>mado <strong>en</strong> los<br />

términos mismos de <strong>la</strong> Escritura:<br />

“¡He aquí que vi<strong>en</strong>e el Esposo!”<br />

Lo que condujo a este movimi<strong>en</strong>to fue el haberse dado cu<strong>en</strong>ta de que el decreto de Artajerjes<br />

<strong>en</strong> pro de <strong>la</strong> restauración de Jerusalén, el cual formaba el punto de partida del período de los 2.300 días,<br />

empezó a regir <strong>en</strong> el otoño del año 457 a. C., y no a principios del año, como se había creído<br />

anteriorm<strong>en</strong>te. Contando desde el otoño de 457, los 2.300 años concluían <strong>en</strong> el otoño de 1844 (véanse<br />

el diagrama de <strong>la</strong> p. 327 y también el Apéndice). Los argum<strong>en</strong>tos basados <strong>en</strong> los símbolos del Antiguo<br />

Testam<strong>en</strong>to indicaban también el otoño como el tiempo <strong>en</strong> que el acontecimi<strong>en</strong>to repres<strong>en</strong>tado <strong>por</strong> <strong>la</strong><br />

“purificación del santuario” debía verificarse. Esto resultó muy c<strong>la</strong>ro cuando <strong>la</strong> at<strong>en</strong>ción se fijó <strong>en</strong> el<br />

modo <strong>en</strong> que los símbolos re<strong>la</strong>tivos al primer adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de Cristo se habían cumplido.<br />

La inmo<strong>la</strong>ción del cordero pascual prefiguraba <strong>la</strong> muerte de Cristo. San Pablo dice: “Nuestra<br />

pascua, que es Cristo, fue sacrificada <strong>por</strong> nosotros”. 1 Corintios 5:7. La gavil<strong>la</strong> de <strong>la</strong>s primicias del<br />

trigo, que era costumbre mecer ante el Señor <strong>en</strong> tiempo de <strong>la</strong> Pascua, era figura típica de <strong>la</strong> resurrección<br />

de Cristo. San Pablo dice, hab<strong>la</strong>ndo de <strong>la</strong> resurrección del Señor y de todo su pueblo: “Cristo <strong>la</strong>s<br />

primicias; luego los que son de Cristo, <strong>en</strong> su v<strong>en</strong>ida”. 1 Corintios 15:23. Como <strong>la</strong> gavil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> ofr<strong>en</strong>da<br />

mecida, que era <strong>la</strong>s primicias o los primeros granos maduros recogidos antes de <strong>la</strong> cosecha, así también<br />

Cristo es primicias de aquel<strong>la</strong> inmortal cosecha de rescatados que <strong>en</strong> <strong>la</strong> resurrección futura serán<br />

recogidos <strong>en</strong> el granero de Dios.<br />

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