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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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los preparará para recibir el reino; pues San Pablo dice: “La carne y <strong>la</strong> sangre no pued<strong>en</strong> heredar el<br />

reino de Dios, ni <strong>la</strong> corrupción hereda <strong>la</strong> incorrupción”. 1 Corintios 15:50 (VM). En su estado pres<strong>en</strong>te<br />

el hombre es mortal, corruptible; pero el reino de Dios será incorruptible y sempiterno. Por lo tanto, <strong>en</strong><br />

su estado pres<strong>en</strong>te el hombre no puede <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> el reino de Dios. Pero cuando v<strong>en</strong>ga Jesús, concederá<br />

<strong>la</strong> inmortalidad a su pueblo; y luego los l<strong>la</strong>mará a poseer el reino, del que hasta aquí solo han sido<br />

presuntos herederos.<br />

Estos y otros pasajes bíblicos probaron c<strong>la</strong>ram<strong>en</strong>te a Miller que los acontecimi<strong>en</strong>tos que<br />

g<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te se esperaba que se verificas<strong>en</strong> antes de <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida de Cristo, tales como el reino universal<br />

de <strong>la</strong> paz y el establecimi<strong>en</strong>to del reino de Dios <strong>en</strong> <strong>la</strong> tierra, debían realizarse después del segundo<br />

adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to. Además, todas <strong>la</strong>s señales de los tiempos y el estado del mundo correspondían a <strong>la</strong><br />

descripción profética de los últimos días. Por el solo estudio de <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras, Miller tuvo<br />

que llegar a <strong>la</strong> conclusión de que el período fijado para <strong>la</strong> subsist<strong>en</strong>cia de <strong>la</strong> tierra <strong>en</strong> su estado actual<br />

estaba <strong>por</strong> terminar.<br />

“Otra c<strong>la</strong>se de evid<strong>en</strong>cia que afectó vitalm<strong>en</strong>te mi espíritu—dice él—fue <strong>la</strong> cronología de <strong>la</strong>s<br />

Santas Escrituras [...]. Encontré que los acontecimi<strong>en</strong>tos predichos, que se habían cumplido <strong>en</strong> lo<br />

pasado, se habían desarrol<strong>la</strong>do muchas veces d<strong>en</strong>tro de los límites de un tiempo determinado. Los<br />

ci<strong>en</strong>to y veinte años hasta el diluvio (Génesis 6:3); los siete días que debían precederlo, con el anunció<br />

de cuar<strong>en</strong>ta días de lluvia (Génesis 7:4); los cuatroci<strong>en</strong>tos años de <strong>la</strong> perman<strong>en</strong>cia de <strong>la</strong> posteridad de<br />

Abraham <strong>en</strong> Egipto (Génesis 15:13); los tres días de los sueños del copero y del panadero (Génesis<br />

40:12-20); los siete años de Faraón (Génesis 41:28-54); los cuar<strong>en</strong>ta años <strong>en</strong> el desierto (Números<br />

14:34); los tres años y medio de hambre (1 Reyes 17:1); (véase Lucas 4:25); [...] los set<strong>en</strong>ta años del<br />

cautiverio <strong>en</strong> Babilonia (Jeremías 25:11); los siete tiempos de Nabucodonosor (Daniel 4:13-16); y <strong>la</strong>s<br />

siete semanas, ses<strong>en</strong>ta y dos semanas, y <strong>la</strong> una semana, que sumaban set<strong>en</strong>ta semanas determinadas<br />

sobre los judíos (Daniel 9:24-27); todos los acontecimi<strong>en</strong>tos limitados <strong>por</strong> estos períodos de tiempo no<br />

fueron una vez más que asunto profético, pero se cumplieron de acuerdo con <strong>la</strong>s predicciones”. Bliss,<br />

74, 75.<br />

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