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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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hal<strong>la</strong>ba el reformador. Esta ignorancia t<strong>en</strong>ía un propósito, pues mi<strong>en</strong>tras el elector no conociera el paradero<br />

del reformador, no podía reve<strong>la</strong>r nada. Se aseguró de que Lutero estuviera protegido, y esto le bastaba.<br />

Pasaron así <strong>la</strong> primavera, el verano y el otoño, y llegó el invierno, y Lutero seguía aún secuestrado.<br />

Ya exultaban Aleandro y sus partidarios al considerar casi apagada <strong>la</strong> luz del evangelio. Pero, <strong>en</strong> vez de<br />

ser esto así, el reformador estaba ll<strong>en</strong>ando su lámpara <strong>en</strong> los almac<strong>en</strong>es de <strong>la</strong> verdad y su luz iba a bril<strong>la</strong>r<br />

con deslumbrantes fulgores. En <strong>la</strong> amigable seguridad que disfrutaba <strong>en</strong> <strong>la</strong> Wartburg, congratulábase<br />

Lutero <strong>por</strong> haber sido sustraído <strong>por</strong> algún tiempo al calor y al alboroto del combate. Pero no podía<br />

<strong>en</strong>contrar satisfacción <strong>en</strong> prolongado descanso. Acostumbrado a <strong>la</strong> vida activa y al rudo combate, no podía<br />

quedar mucho tiempo ocioso. En aquellos días de soledad, t<strong>en</strong>ía siempre pres<strong>en</strong>te <strong>la</strong> situación de <strong>la</strong> iglesia,<br />

y exc<strong>la</strong>maba desesperado: “¡Ay! ¡y que no haya nadie <strong>en</strong> este último día de su ira, que quede <strong>en</strong> pie de<strong>la</strong>nte<br />

del Señor como un muro, para salvar a Israel!” (ibíd., lib. 9, cap. 2). También p<strong>en</strong>saba <strong>en</strong> sí mismo y t<strong>en</strong>ía<br />

miedo de ser tachado de cobardía <strong>por</strong> haber huido de <strong>la</strong> lucha. Se reprochaba su indol<strong>en</strong>cia y <strong>la</strong> indulg<strong>en</strong>cia<br />

con que se trataba a sí mismo. Y no obstante esto, estaba haci<strong>en</strong>do diariam<strong>en</strong>te más de lo que hubiera<br />

podido hacer un hombre solo. Su pluma no permanecía nunca ociosa. En el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que sus <strong>en</strong>emigos<br />

se lisonjeaban de haberle acal<strong>la</strong>do, los asombraron y confundieron <strong>la</strong>s pruebas tangibles de su actividad.<br />

Un sinnúmero de tratados, prov<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes de su pluma, circu<strong>la</strong>ban <strong>por</strong> toda Alemania. También prestó<br />

<strong>en</strong>tonces valioso servicio a sus compatriotas al traducir al alemán el Nuevo Testam<strong>en</strong>to. Desde su Patmos<br />

perdido <strong>en</strong>tre riscos siguió casi un año proc<strong>la</strong>mando el evangelio y c<strong>en</strong>surando los pecados y los errores<br />

de su tiempo.<br />

Pero no fue únicam<strong>en</strong>te para preservar a Lutero de <strong>la</strong> ira de sus <strong>en</strong>emigos, ni para darle un tiempo<br />

de descanso <strong>en</strong> el que pudiese hacer estos im<strong>por</strong>tantes trabajos, para lo que Dios separó a su siervo del<br />

esc<strong>en</strong>ario de <strong>la</strong> vida pública. Había otros resultados más preciosos que alcanzar. En el descanso y <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />

oscuridad de su montaña solitaria, quedó Lutero sin auxilio humano y fuera del alcance de <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>banzas<br />

y de <strong>la</strong> admiración de los hombres. Así fue salvado del orgullo y de <strong>la</strong> confianza <strong>en</strong> sí mismo, que a<br />

m<strong>en</strong>udo son frutos del éxito. Por medio del sufrimi<strong>en</strong>to y de <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ción fue preparado para andar con<br />

firmeza <strong>en</strong> <strong>la</strong>s vertiginosas alturas adonde había sido llevado de rep<strong>en</strong>te.<br />

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