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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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El santuario celestial, <strong>en</strong> el cual Jesús ministra, es el gran modelo, del cual el santuario edificado<br />

<strong>por</strong> Moisés no era más que trasunto. Dios puso su Espíritu sobre los que construyeron el santuario<br />

terr<strong>en</strong>al. La pericia artística desplegada <strong>en</strong> su construcción fue una manifestación de <strong>la</strong> sabiduría divina.<br />

Las paredes t<strong>en</strong>ían aspecto de oro macizo, y reflejaban <strong>en</strong> todas direcciones <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong>s siete lámparas<br />

del candelero de oro. La mesa de los panes de <strong>la</strong> proposición y el altar del inci<strong>en</strong>so relucían como oro<br />

bruñido. La magnífica cubierta que formaba el techo, recamada con figuras de ángeles, <strong>en</strong> azul, púrpura<br />

y escar<strong>la</strong>ta, realzaba <strong>la</strong> belleza de <strong>la</strong> esc<strong>en</strong>a. Y más allá del segundo velo estaba <strong>la</strong> santa Shekina, <strong>la</strong><br />

manifestación visible de <strong>la</strong> gloria de Dios, ante <strong>la</strong> cual solo el sumo sacerdote podía <strong>en</strong>trar y sobrevivir.<br />

El espl<strong>en</strong>dor incomparable del tabernáculo terr<strong>en</strong>al reflejaba a <strong>la</strong> vista humana <strong>la</strong> gloria de aquel<br />

templo celestial donde Cristo nuestro precursor ministra <strong>por</strong> nosotros ante el trono de Dios. La morada<br />

del Rey de reyes, donde miles y miles ministran de<strong>la</strong>nte de él, y millones de millones están <strong>en</strong> su<br />

pres<strong>en</strong>cia (Daniel 7:10); ese templo, ll<strong>en</strong>o de <strong>la</strong> gloria del trono eterno, donde los serafines, sus<br />

f<strong>la</strong>mantes guardianes, cubr<strong>en</strong> sus rostros <strong>en</strong> adoración, no podía <strong>en</strong>contrar <strong>en</strong> <strong>la</strong> más grandiosa<br />

construcción que jamás edificaran manos humanas, más que un pálido reflejo de su inm<strong>en</strong>sidad y de<br />

su gloria. Con todo, el santuario terr<strong>en</strong>al y sus servicios reve<strong>la</strong>ban im<strong>por</strong>tantes verdades re<strong>la</strong>tivas al<br />

santuario celestial y a <strong>la</strong> gran obra que se llevaba allí a cabo para <strong>la</strong> red<strong>en</strong>ción del hombre.<br />

Los lugares santos del santuario celestial están repres<strong>en</strong>tados <strong>por</strong> los dos departam<strong>en</strong>tos del<br />

santuario terr<strong>en</strong>al. Cuando <strong>en</strong> una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios <strong>en</strong> el<br />

cielo, contempló allí “siete lámparas de fuego ardi<strong>en</strong>do de<strong>la</strong>nte del trono”. Apocalipsis 4:5 (VM). Vio<br />

un ángel que t<strong>en</strong>ía “<strong>en</strong> su mano un inc<strong>en</strong>sario de oro; y le fue dado mucho inci<strong>en</strong>so, para que lo añadiese<br />

a <strong>la</strong>s oraciones de todos los santos, <strong>en</strong>cima del altar de oro que estaba de<strong>la</strong>nte del trono”. Apocalipsis<br />

8:3 (VM). Se le permitió al profeta contemp<strong>la</strong>r el primer departam<strong>en</strong>to del santuario <strong>en</strong> el cielo; y vio<br />

allí <strong>la</strong>s “siete lámparas de fuego” y el “altar de oro” repres<strong>en</strong>tados <strong>por</strong> el cande<strong>la</strong>bro de oro y el altar<br />

de inci<strong>en</strong>so <strong>en</strong> el santuario terr<strong>en</strong>al. De nuevo, “fue abierto el templo de Dios” (Apocalipsis 11:19,<br />

VM), y miró hacia ad<strong>en</strong>tro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio “el arca de su pacto”,<br />

repres<strong>en</strong>tada <strong>por</strong> el cofre sagrado construído <strong>por</strong> Moisés para guardar <strong>la</strong> ley de Dios.<br />

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