30.09.2016 Views

America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Las interpretaciones corri<strong>en</strong>tes de <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras pres<strong>en</strong>taban dificultades que le parecían<br />

insuperables; pero como, al paso que sus nuevas cre<strong>en</strong>cias le hacían rechazar <strong>la</strong> Biblia no le ofrecían<br />

nada mejor con que sustituir<strong>la</strong>, distaba mucho de estar satisfecho. Sin embargo, conservó esas ideas<br />

cerca de doce años. Pero a <strong>la</strong> edad de treinta y cuatro, el Espíritu Santo obró <strong>en</strong> su corazón y le hizo<br />

s<strong>en</strong>tir su condición de pecador. No hal<strong>la</strong>ba <strong>en</strong> su cre<strong>en</strong>cia anterior seguridad alguna de dicha para más<br />

allá de <strong>la</strong> tumba. El <strong>por</strong>v<strong>en</strong>ir se le pres<strong>en</strong>taba sombrío y tétrico. Refiriéndose años después a los<br />

s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos que le embargaban <strong>en</strong> aquel <strong>en</strong>tonces, dijo:<br />

“El p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> el aniqui<strong>la</strong>mi<strong>en</strong>to me he<strong>la</strong>ba y me estremecía, y el t<strong>en</strong>er que dar cu<strong>en</strong>ta me parecía<br />

<strong>en</strong>trañar destrucción segura para todos. El cielo antojábaseme de bronce sobre mi cabeza, y <strong>la</strong> tierra<br />

hierro bajo mis pies. La eternidad, ¿qué era? y <strong>la</strong> muerte ¿<strong>por</strong> qué existía? Cuanto más discurría, tanto<br />

más lejos estaba de <strong>la</strong> demostración. Cuanto más p<strong>en</strong>saba, tanto más diverg<strong>en</strong>tes eran <strong>la</strong>s conclusiones<br />

a que llegaba. Traté de no p<strong>en</strong>sar más; pero ya no era dueño de mis p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos. Me s<strong>en</strong>tía<br />

verdaderam<strong>en</strong>te desgraciado, pero sin saber <strong>por</strong> qué. Murmuraba y me quejaba, pero no sabía de quién.<br />

Sabía que algo andaba mal, pero no sabía ni dónde ni cómo <strong>en</strong>contrar lo correcto y justo. Gemía,<br />

pero lo hacía sin esperanza”. En ese estado permaneció varios meses. “De pronto—dice—, el carácter<br />

de un Salvador se grabó hondam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> mi espíritu. Me pareció que bi<strong>en</strong> podía existir un ser tan bu<strong>en</strong>o<br />

y compasivo que expiara nuestras transgresiones, y nos librara así de sufrir <strong>la</strong> p<strong>en</strong>a del pecado. S<strong>en</strong>tí<br />

inmediatam<strong>en</strong>te cuán amable había de ser este algui<strong>en</strong>, y me imaginé que podría yo echarme <strong>en</strong> sus<br />

brazos y confiar <strong>en</strong> su misericordia. Pero surgió <strong>la</strong> pregunta: ¿cómo se puede probar <strong>la</strong> exist<strong>en</strong>cia de<br />

tal ser? Encontré que, fuera de <strong>la</strong>. Biblia, no podía obt<strong>en</strong>er prueba alguna de <strong>la</strong> exist<strong>en</strong>cia de semejante<br />

Salvador, o siquiera de una exist<strong>en</strong>cia futura [...].<br />

“Discerní que <strong>la</strong> Biblia pres<strong>en</strong>taba precisam<strong>en</strong>te un Salvador como el que yo necesitaba; pero<br />

no veía cómo un libro no inspirado pudiera desarrol<strong>la</strong>r principios tan perfectam<strong>en</strong>te adaptados a <strong>la</strong>s<br />

necesidades de un mundo caído. Me vi obligado a admitir que <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras debían ser una<br />

reve<strong>la</strong>ción de Dios. Llegaron a ser mi deleite; y <strong>en</strong>contré <strong>en</strong> Jesús un amigo. El Salvador vino a ser<br />

para mí el más seña<strong>la</strong>do <strong>en</strong>tre diez mil; y <strong>la</strong>s Escrituras, que antes eran oscuras y contradictorias, se<br />

volvieron <strong>en</strong>tonces antorcha a mis pies y luz a mi s<strong>en</strong>da. Mi espíritu obtuvo calma y satisfacción.<br />

276

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!