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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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prueba de su fe: “Vuestros hermanos los que os aborrec<strong>en</strong>, y os niegan <strong>por</strong> causa de mi nombre, dijeron:<br />

Glorifíquese Jehová. Mas él se mostrará con alegría vuestra, y ellos serán confundidos”. Isaías 66:5.<br />

Los ángeles de Dios observaban con el más profundo interés el resultado de <strong>la</strong> amonestación.<br />

Cuando <strong>la</strong>s iglesias rechazaban el m<strong>en</strong>saje, los ángeles se apartaban con tristeza. Sin embargo, eran<br />

muchos los que no habían sido probados con respecto a <strong>la</strong> verdad del adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to. Muchos se dejaron<br />

descarriar <strong>por</strong> maridos, esposas, padres o hijos, y se les hizo creer que era pecado prestar siquiera oídos<br />

a <strong>la</strong>s herejías <strong>en</strong>señadas <strong>por</strong> los adv<strong>en</strong>tistas. Los ángeles recibieron ord<strong>en</strong> de ve<strong>la</strong>r fielm<strong>en</strong>te sobre esas<br />

almas, pues otra luz había de bril<strong>la</strong>r aún sobre el<strong>la</strong>s desde el trono de Dios. Los que habían aceptado el<br />

m<strong>en</strong>saje ve<strong>la</strong>ban <strong>por</strong> <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida de su Salvador con indecible esperanza. El tiempo <strong>en</strong> que esperaban ir<br />

a su <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro estaba próximo. Y a esa hora se acercaban con solemne calma. Descansaban <strong>en</strong> dulce<br />

comunión con Dios, y esto era para ellos pr<strong>en</strong>da segura de <strong>la</strong> paz que t<strong>en</strong>drían <strong>en</strong> <strong>la</strong> gloria v<strong>en</strong>idera.<br />

Ninguno de los que abrigaron esa esperanza y esa confianza pudo olvidar aquel<strong>la</strong>s horas tan<br />

preciosas de expectación. Pocas semanas antes del tiempo determinado dejaron de <strong>la</strong>do <strong>la</strong> mayor parte<br />

de los negocios mundanos. Los crey<strong>en</strong>tes sinceros examinaban cuidadosam<strong>en</strong>te todos los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos<br />

y emociones de sus corazones como si estuvies<strong>en</strong> <strong>en</strong> el lecho de muerte y como si tuvies<strong>en</strong> que cerrar<br />

pronto sus ojos a <strong>la</strong>s cosas de este mundo. No se trataba de hacer “vestidos de asc<strong>en</strong>sión” (véase el<br />

Apéndice), pero todos s<strong>en</strong>tían <strong>la</strong> necesidad de una prueba interna de que estaban preparados para recibir<br />

al Salvador; sus vestiduras b<strong>la</strong>ncas eran <strong>la</strong> pureza del alma, y un carácter purificado de pecado <strong>por</strong> <strong>la</strong><br />

sangre expiatoria de Cristo. ¡Ojalá hubiese aún <strong>en</strong>tre el pueblo que profesa pert<strong>en</strong>ecer a Dios el mismo<br />

espíritu para estudiar el corazón, y <strong>la</strong> misma fe sincera y decidida! Si hubies<strong>en</strong> seguido humillándose<br />

así ante el Señor y dirigi<strong>en</strong>do sus súplicas al trono de misericordia, poseerían una experi<strong>en</strong>cia mucho<br />

más valiosa que <strong>la</strong> que pose<strong>en</strong> ahora. No se ora lo bastante, escasea <strong>la</strong> compr<strong>en</strong>sión de <strong>la</strong> condición<br />

real del pecado, y <strong>la</strong> falta de una fe viva deja a muchos destituidos de <strong>la</strong> gracia tan abundantem<strong>en</strong>te<br />

provista <strong>por</strong> nuestro Red<strong>en</strong>tor.<br />

Dios se propuso probar a su pueblo. Su mano cubrió el error cometido <strong>en</strong> el cálculo de los<br />

períodos proféticos. Los adv<strong>en</strong>tistas no descubrieron el error, ni fue descubierto tampoco <strong>por</strong> los más<br />

sabios de sus adversarios. Estos decían: “Vuestro cálculo de los períodos proféticos es correcto. Algún<br />

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