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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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quedan de manifiesto ante los hombres los grandes principios de justicia <strong>en</strong>cerrados <strong>en</strong> <strong>la</strong> ley divina. Y ya<br />

que <strong>la</strong> ley de Dios es santa, justa y bu<strong>en</strong>a, un trasunto de <strong>la</strong> perfección divina, resulta que el carácter<br />

formado <strong>por</strong> <strong>la</strong> obedi<strong>en</strong>cia a esa ley será santo. Cristo es ejemplo perfecto de semejante carácter. Él dice:<br />

“He guardado los mandami<strong>en</strong>tos de mi Padre”. “Hago siempre <strong>la</strong>s cosas que le agradan”. Juan 15:10; 8:29<br />

(VM). Los discípulos de Cristo han de volverse semejantes a él, es decir, adquirir <strong>por</strong> <strong>la</strong> gracia de Dios<br />

un carácter conforme a los principios de su santa ley. Esto es lo que <strong>la</strong> Biblia l<strong>la</strong>ma santificación.<br />

Esta obra no se puede realizar sino <strong>por</strong> <strong>la</strong> fe <strong>en</strong> Cristo, <strong>por</strong> el poder del Espíritu de Dios que habite<br />

<strong>en</strong> el corazón. San Pablo amonesta a los crey<strong>en</strong>tes: “Ocupaos <strong>en</strong> vuestra salvación con temor y temblor;<br />

<strong>por</strong>que Dios es el que <strong>en</strong> vosotros obra así el querer como el hacer, <strong>por</strong> su bu<strong>en</strong>a voluntad”. Filip<strong>en</strong>ses<br />

2:12, 13. El cristiano s<strong>en</strong>tirá <strong>la</strong>s t<strong>en</strong>taciones del pecado, pero luchará continuam<strong>en</strong>te contra él. Aqui es<br />

donde se necesita <strong>la</strong> ayuda de Cristo. La debilidad humana se une con <strong>la</strong> fuerza divina, y <strong>la</strong> fe exc<strong>la</strong>ma:<br />

“A. Dios gracias, que nos da <strong>la</strong> victoria <strong>por</strong> el Señor nuestro Jesucristo”. 1 Corintios 15:57.<br />

Las Santas Escrituras <strong>en</strong>señan c<strong>la</strong>ram<strong>en</strong>te que <strong>la</strong> obra de santificación es progresiva. Cuando el<br />

pecador <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> <strong>la</strong> conversión <strong>la</strong> paz con Dios <strong>por</strong> <strong>la</strong> sangre expiatoria, <strong>la</strong> vida cristiana no ha hecho<br />

más que empezar. Ahora debe llegar “al estado de hombre perfecto”; crecer “a <strong>la</strong> medida de <strong>la</strong> estatura de<br />

<strong>la</strong> pl<strong>en</strong>itud de Cristo”. El apóstol San Pablo dice: “Una cosa hago: olvidando ciertam<strong>en</strong>te lo que queda<br />

atrás, y ext<strong>en</strong>diéndome a lo que está de<strong>la</strong>nte, prosigo al b<strong>la</strong>nco, al premio de <strong>la</strong> soberana vocación de Dios<br />

<strong>en</strong> Cristo Jesús”. Filip<strong>en</strong>ses 3:13, 14. Y San Pedro nos pres<strong>en</strong>ta los peldaños <strong>por</strong> los cuales se llega a <strong>la</strong><br />

santificación de que hab<strong>la</strong> <strong>la</strong> Biblia: “Poni<strong>en</strong>do de vuestra parte todo empeño, añadid a vuestra fe el poder;<br />

y al poder, <strong>la</strong> ci<strong>en</strong>cia; y a <strong>la</strong> ci<strong>en</strong>cia, <strong>la</strong> temp<strong>la</strong>nza; y a <strong>la</strong> temp<strong>la</strong>nza, <strong>la</strong> paci<strong>en</strong>cia; y a <strong>la</strong> paci<strong>en</strong>cia, <strong>la</strong><br />

piedad; y a <strong>la</strong> piedad, fraternidad; y a <strong>la</strong> fraternidad, amor [...]. Porque si hacéis estas cosas, no tropezaréis<br />

nunca”. 2 Pedro 1:5-10 (VM).<br />

Los que experim<strong>en</strong>t<strong>en</strong> <strong>la</strong> santificación de que hab<strong>la</strong> <strong>la</strong> Biblia, manifestarán un espíritu de<br />

humildad. Como Moisés, contemp<strong>la</strong>ron <strong>la</strong> terrible majestad de <strong>la</strong> santidad y se dan cu<strong>en</strong>ta de su propia<br />

indignidad <strong>en</strong> contraste con <strong>la</strong> pureza y alta perfección del Dios infinito.<br />

El profeta Daniel fue ejemplo de verdadera santificación. Ll<strong>en</strong>ó su <strong>la</strong>rga vida del noble servicio<br />

que rindió a su Maestro. Era un hombre “muy amado” (Daniel 10:11, VM) <strong>en</strong> el cielo. Sin embargo, <strong>en</strong><br />

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