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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Así como los viajeros que son atorm<strong>en</strong>tados <strong>por</strong> <strong>la</strong> sed se regocijan al llegar a un manantial de<br />

agua pura, así recibieron estas almas el m<strong>en</strong>saje del cielo. Los trabajadores del campo y los artesanos <strong>en</strong><br />

el taller, am<strong>en</strong>izaban sus trabajos de cada día hab<strong>la</strong>ndo de <strong>la</strong>s preciosas verdades de <strong>la</strong> Biblia. De noche,<br />

<strong>en</strong> lugar de reunirse <strong>en</strong> los despachos de vinos, se congregaban unos <strong>en</strong> casas de otros para leer <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra<br />

de Dios y unir sus oraciones y a<strong>la</strong>banzas. Pronto se notó un cambio muy notable <strong>en</strong> todas estas<br />

comunidades. Aunque formadas de g<strong>en</strong>te de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se humilde, dedicada al rudo trabajo y car<strong>en</strong>te de<br />

instrucción, se veía <strong>en</strong> el<strong>la</strong> el poder de <strong>la</strong> Reforma, y <strong>en</strong> <strong>la</strong> vida de todos se notaba el efecto de <strong>la</strong> gracia<br />

divina que dignifica y eleva. Mansos, amantes y fieles, resultaban ser como un testimonio vivo de lo que<br />

el evangelio puede efectuar <strong>en</strong> aquellos que lo recib<strong>en</strong> con sinceridad de corazón.<br />

La luz derramada <strong>en</strong> Meaux iba a ext<strong>en</strong>derse más lejos. Cada día aum<strong>en</strong>taba el número de los<br />

convertidos. El rey contuvo <strong>por</strong> algún tiempo <strong>la</strong> ira del clero, <strong>por</strong>que despreciaba el estrecho fanatismo de<br />

los frailes; pero al fin, los jefes papales lograron prevalecer. Se levantó <strong>la</strong> hoguera. Al obispo de Meaux<br />

le obligaron a elegir <strong>en</strong>tre el<strong>la</strong> y <strong>la</strong> retractación, y optó <strong>por</strong> el camino más fácil; pero a pesar de su caída,<br />

el rebaño de este débil pastor se mantuvo firme. Muchos dieron testimonio de <strong>la</strong> verdad <strong>en</strong>tre <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas.<br />

Con su valor y fidelidad <strong>en</strong> <strong>la</strong> hoguera, estos humildes cristianos hab<strong>la</strong>ron a mil<strong>la</strong>res de personas que <strong>en</strong><br />

días de paz no hubieran oído jamás el testimonio de ellos.<br />

No eran so<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te los pobres y los humildes, los que <strong>en</strong> medio del padecimi<strong>en</strong>to y del escarnio se<br />

atrevían a ser testigos del Señor. En <strong>la</strong>s casas señoriles, <strong>en</strong> el castillo, <strong>en</strong> el pa<strong>la</strong>cio, había almas regias<br />

para qui<strong>en</strong>es <strong>la</strong> verdad valía más que los tesoros, <strong>la</strong>s categorías sociales y aun que <strong>la</strong> misma vida. La<br />

armadura real <strong>en</strong>cerraba un espíritu más noble y elevado que <strong>la</strong> mitra y <strong>la</strong>s vestiduras episcopales. Luis<br />

de Berquin era de noble alcurnia. Cortés y bravo caballero, dedicado al estudio, de elegantes modales y<br />

de intachable moralidad, “era dice un escritor fiel partidario de <strong>la</strong>s instituciones del papa y celoso oy<strong>en</strong>te<br />

de misas y sermones, [...] y coronaba todas estas virtudes aborreci<strong>en</strong>do de todo corazón el luteranismo”.<br />

Empero, como a otros muchos, <strong>la</strong> Provid<strong>en</strong>cia le condujo a <strong>la</strong> Biblia, y quedó maravil<strong>la</strong>do de hal<strong>la</strong>r <strong>en</strong><br />

el<strong>la</strong>, “no <strong>la</strong>s doctrinas de Roma, sino <strong>la</strong>s doctrinas de Lutero” (Wylie, lib. 13, cap. 9). Desde <strong>en</strong>tonces se<br />

<strong>en</strong>tregó con <strong>en</strong>tera devoción a <strong>la</strong> causa del evangelio.<br />

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