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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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misericordia; pero ellos desprecian su amor, invalidan su ley y rechazan su misericordia. Por más que<br />

recib<strong>en</strong> continuam<strong>en</strong>te sus dones, deshonran al Dador; aborrec<strong>en</strong> a Dios <strong>por</strong>que sab<strong>en</strong> que aborrece sus<br />

pecados. El Señor so<strong>por</strong>ta mucho tiempo sus perversidades; pero <strong>la</strong> hora decisiva llegará al fin y <strong>en</strong>tonces<br />

su suerte quedará resuelta.<br />

¿Encad<strong>en</strong>ará él <strong>en</strong>tonces estos rebeldes a su <strong>la</strong>do? ¿Los obligará a hacer su voluntad? Los que han<br />

escogido a Satanás <strong>por</strong> jefe, y que se han puesto bajo su poder, no están preparados para <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />

pres<strong>en</strong>cia de Dios. El orgullo, el <strong>en</strong>gaño, <strong>la</strong> impureza, <strong>la</strong> crueldad se han arraigado <strong>en</strong> sus caracteres.<br />

¿Pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> el cielo para morar eternam<strong>en</strong>te con aquellos a qui<strong>en</strong>es despreciaron y odiaron<br />

<strong>en</strong> <strong>la</strong> tierra? La verdad no agradará nunca al m<strong>en</strong>tiroso; <strong>la</strong> mansedumbre no satisfará jamás a <strong>la</strong> vanidad y<br />

al orgullo; <strong>la</strong> pureza no puede ser aceptada <strong>por</strong> el disoluto; el amor desinteresado no ti<strong>en</strong>e atractivo para<br />

el egoísta. ¿Qué goces podría ofrecer el cielo a los que están completam<strong>en</strong>te absorbidos <strong>en</strong> los intereses<br />

egoístas de <strong>la</strong> tierra?<br />

¿Acaso podrían aquellos que han pasado su vida <strong>en</strong> rebelión contra Dios ser trans<strong>por</strong>tados de<br />

pronto al cielo y contemp<strong>la</strong>r el alto y santo estado de perfección que allí se ve, donde toda alma rebosa de<br />

amor, todo semb<strong>la</strong>nte irradia alegría, <strong>la</strong> música arrobadora se eleva <strong>en</strong> acordes melodiosos <strong>en</strong> honor a<br />

Dios y al Cordero, y brotan raudales de luz del rostro de Aquel que está s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> el trono e inundan a<br />

los redimidos? ¿Podrían acaso aquellos cuyos corazones están ll<strong>en</strong>os de odio hacia Dios y a <strong>la</strong> verdad y a<br />

<strong>la</strong> santidad alternar con los ejércitos celestiales y unirse a sus cantos de a<strong>la</strong>banza? ¿Podrían so<strong>por</strong>tar <strong>la</strong><br />

gloria de Dios y del Cordero? No, no; años de prueba les fueron concedidos para que pudies<strong>en</strong> formar<br />

caracteres para el cielo; pero nunca se acostumbraron a amar lo que es puro; nunca apr<strong>en</strong>dieron el l<strong>en</strong>guaje<br />

del cielo, y ya es demasiado tarde. Una vida de rebelión contra Dios los ha inhabilitado para el cielo. La<br />

pureza, <strong>la</strong> santidad y <strong>la</strong> paz que reinan allí serían para ellos un torm<strong>en</strong>to; <strong>la</strong> gloria de Dios, un fuego<br />

consumidor. Ansiarían huir de aquel santo lugar. Desearían que <strong>la</strong> destrucción los cubriese de <strong>la</strong> faz de<br />

Aquel que murió para redimirlos. La suerte de los malos queda determinada <strong>por</strong> <strong>la</strong> propia elección de<br />

ellos. Su exclusión del cielo es un acto de su propia voluntad y un acto de justicia y misericordia <strong>por</strong> parte<br />

de Dios.<br />

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