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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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diputación. En lugar de acceder a <strong>la</strong> súplica, el papa procedió a juzgar y cond<strong>en</strong>ar a Hus, y, <strong>por</strong> añadidura,<br />

dec<strong>la</strong>ró a <strong>la</strong> ciudad de Praga <strong>en</strong> <strong>en</strong>tredicho.<br />

En aquellos tiempos, siempre que se pronunciaba tal s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia, <strong>la</strong> a<strong>la</strong>rma era g<strong>en</strong>eral. Las<br />

ceremonias que <strong>la</strong> acompañaban estaban bi<strong>en</strong> calcu<strong>la</strong>das para producir terror <strong>en</strong>tre el pueblo, que veía <strong>en</strong><br />

el papa el repres<strong>en</strong>tante de Dios mismo, y el que t<strong>en</strong>ía <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>ves del cielo y del infierno y el poder para<br />

invocar juicios tem<strong>por</strong>ales lo mismo que espirituales. Creían que <strong>la</strong>s puertas del cielo se cerraban contra<br />

los lugares cond<strong>en</strong>ados <strong>por</strong> el <strong>en</strong>tredicho y que <strong>en</strong>tretanto que el papa no se dignaba levantar <strong>la</strong><br />

excomunión, los difuntos no podían <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> <strong>la</strong> mansión de los bi<strong>en</strong>av<strong>en</strong>turados. En señal de tan terrible<br />

ca<strong>la</strong>midad se susp<strong>en</strong>dían todos los servicios religiosos, <strong>la</strong>s iglesias eran c<strong>la</strong>usuradas, <strong>la</strong>s ceremonias del<br />

matrimonio se verificaban <strong>en</strong> los cem<strong>en</strong>terios; a los muertos se les negaba sepultura <strong>en</strong> los camposantos,<br />

y se los <strong>en</strong>terraba sin ceremonia alguna <strong>en</strong> <strong>la</strong>s zanjas o <strong>en</strong> el campo. Así pues, valiéndose de medios que<br />

influían <strong>en</strong> <strong>la</strong> imaginación, procuraba Roma dominar <strong>la</strong> conci<strong>en</strong>cia de los hombres.<br />

La ciudad de Praga se amotinó. Muchos opinaron que Hus t<strong>en</strong>ía <strong>la</strong> culpa de todas estas ca<strong>la</strong>midades<br />

y exigieron que fuese <strong>en</strong>tregado a <strong>la</strong> vindicta de Roma. Para que se calmara <strong>la</strong> tempestad, el reformador<br />

se retiró <strong>por</strong> algún tiempo a su pueblo natal. Escribió a los amigos que había dejado <strong>en</strong> Praga: “Si me he<br />

retirado de <strong>en</strong>tre vosotros es para seguir los preceptos y el ejemplo de Jesucristo, para no dar lugar a que<br />

los mal int<strong>en</strong>cionados se expongan a su propia cond<strong>en</strong>ación eterna y para no ser causa de que se moleste<br />

y persiga a los piadosos. Me he retirado, además, <strong>por</strong> temor de que los impíos sacerdotes prolongu<strong>en</strong> su<br />

prohibición de que se predique <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios <strong>en</strong>tre vosotros; mas no os he dejado para negar <strong>la</strong> verdad<br />

divina <strong>por</strong> <strong>la</strong> cual, con <strong>la</strong> ayuda de Dios, estoy pronto a morir” (E. de Bonnechose, Les Réformateurs avant<br />

<strong>la</strong> Réforme, París, 1845, lib. I, pp. 94, 95). Hus no cesó de trabajar; viajó <strong>por</strong> los países vecinos predicando<br />

a <strong>la</strong>s muchedumbres que le escuchaban con ansia. De modo que <strong>la</strong>s medidas de que se valiera el papa para<br />

suprimir el evangelio, hicieron que se ext<strong>en</strong>diera <strong>en</strong> más amplia esfera. “Nada podemos hacer contra <strong>la</strong><br />

verdad, sino a favor de <strong>la</strong> verdad”. 2 Corintios 13:8 (VM).<br />

“El espíritu de Hus parece haber sido <strong>en</strong> aquel<strong>la</strong> época de su vida el esc<strong>en</strong>ario de un doloroso<br />

conflicto. Aunque <strong>la</strong> iglesia trataba de aniqui<strong>la</strong>rle <strong>la</strong>nzando sus rayos contra él, él no desconocía <strong>la</strong><br />

autoridad de el<strong>la</strong>, sino que seguía considerando a <strong>la</strong> Iglesia Católica romana como a <strong>la</strong> esposa de Cristo y<br />

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