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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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“¿Dónde está ahora vuestra fe? ¿Por qué no os libra Dios de nuestras manos si sois verdaderam<strong>en</strong>te su<br />

pueblo?” Pero mi<strong>en</strong>tras esos fieles cristianos aguardan, recuerdan que cuando Jesús estaba muri<strong>en</strong>do <strong>en</strong><br />

<strong>la</strong> cruz del Calvario los sacerdotes y príncipes gritaban <strong>en</strong> tono de mofa: “A otros salvó, a sí mismo no<br />

puede salvar: si es el Rey de Israel, desci<strong>en</strong>da ahora de <strong>la</strong> cruz, y creeremos <strong>en</strong> él”. Mateo 27:42. Como<br />

Jacob, todos luchan con Dios. Sus semb<strong>la</strong>ntes expresan <strong>la</strong> agonía de sus almas. Están pálidos, pero no<br />

dejan de orar con fervor.<br />

Si los hombres tuvies<strong>en</strong> <strong>la</strong> visión del cielo, verían compañías de ángeles poderosos <strong>en</strong> fuerza<br />

estacionados <strong>en</strong> torno de los que han guardado <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra de <strong>la</strong> paci<strong>en</strong>cia de Cristo. Con ternura y simpatía,<br />

los ángeles han pres<strong>en</strong>ciado <strong>la</strong> angustia de ellos y han escuchado sus oraciones. Aguardan <strong>la</strong> ord<strong>en</strong> de su<br />

jefe para arrancarlos al peligro. Pero ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que esperar un poco más. El pueblo de Dios ti<strong>en</strong>e que beber<br />

de <strong>la</strong> copa y ser bautizado con el bautismo. La misma di<strong>la</strong>ción que es tan p<strong>en</strong>osa para ellos, es <strong>la</strong> mejor<br />

respuesta a sus oraciones. Mi<strong>en</strong>tras procuran esperar con confianza que el Señor obre, son inducidos a<br />

ejercitar su fe, esperanza y paci<strong>en</strong>cia como no lo hicieron durante su experi<strong>en</strong>cia religiosa anterior. Sin<br />

embargo, el tiempo de angustia será acortado <strong>por</strong> amor de los elegidos. “¿Y acaso Dios no def<strong>en</strong>derá <strong>la</strong><br />

causa de sus escogidos, que c<strong>la</strong>man a él día y noche? [...] Os digo que def<strong>en</strong>derá su causa presto”. Lucas<br />

18:7, 8 (VM). El fin v<strong>en</strong>drá más pronto de lo que los hombres esperan. El trigo será recogido y atado <strong>en</strong><br />

gavil<strong>la</strong>s para el granero de Dios; <strong>la</strong> cizaña será amarrada <strong>en</strong> haces para los fuegos destructores.<br />

Los c<strong>en</strong>tine<strong>la</strong>s celestiales, fieles a su cometido, sigu<strong>en</strong> vigi<strong>la</strong>ndo. Por más que un decreto g<strong>en</strong>eral<br />

haya fijado el tiempo <strong>en</strong> que los observadores de los mandami<strong>en</strong>tos puedan ser muertos, sus <strong>en</strong>emigos, <strong>en</strong><br />

algunos casos, se anticiparán al decreto y tratarán de quitarles <strong>la</strong> vida antes del tiempo fijado. Pero nadie<br />

puede atravesar el cordón de los poderosos guardianes colocados <strong>en</strong> torno de cada fiel. Algunos son<br />

atacados al huir de <strong>la</strong>s ciudades y vil<strong>la</strong>s. Pero <strong>la</strong>s espadas levantadas contra ellos se quiebran y ca<strong>en</strong> como<br />

si fueran de paja. Otros son def<strong>en</strong>didos <strong>por</strong> ángeles <strong>en</strong> forma de guerreros.<br />

En todos los tiempos Dios se valió de santos ángeles para socorrer y librar a su pueblo. Los seres<br />

celestiales tomaron parte activa <strong>en</strong> los asuntos de los hombres. Aparecieron con vestiduras que relucían<br />

como el rayo; vinieron como hombres <strong>en</strong> traje de caminantes. Hubo casos <strong>en</strong> que aparecieron ángeles <strong>en</strong><br />

forma humana a los siervos de Dios. Descansaron bajo los robles al mediodía como si hubies<strong>en</strong> estado<br />

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