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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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omano arrojó al pórtico <strong>por</strong> una abertura un leño <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido, e inmediatam<strong>en</strong>te ardieron los apos<strong>en</strong>tos<br />

<strong>en</strong>maderados de cedro que rodeaban el edificio santo. Tito acudió apresuradam<strong>en</strong>te, seguido <strong>por</strong> sus<br />

g<strong>en</strong>erales y legionarios, y ord<strong>en</strong>ó a los soldados que apagas<strong>en</strong> <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas. Sus pa<strong>la</strong>bras no fueron<br />

escuchadas. Furiosos, los soldados arrojaban teas <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas <strong>en</strong> <strong>la</strong>s cámaras contiguas al templo y con<br />

sus espadas degol<strong>la</strong>ron a gran número de los que habían buscado refugio allí. La sangre corría como agua<br />

<strong>por</strong> <strong>la</strong>s gradas del templo. Miles y miles de judíos perecieron. Por sobre el ruido de <strong>la</strong> batal<strong>la</strong>, se oían<br />

voces que gritaban: “¡Ichabod!”, <strong>la</strong> gloria se alejó.<br />

“Tito vio que era imposible cont<strong>en</strong>er el furor de los soldados <strong>en</strong>ardecidos <strong>por</strong> <strong>la</strong> lucha; y con sus<br />

oficiales se puso a contemp<strong>la</strong>r el interior del sagrado edificio. Su espl<strong>en</strong>dor los dejó maravil<strong>la</strong>dos, y como<br />

él notase que el fuego no había llegado aún al lugar santo, hizo un postrer esfuerzo para salvarlo sali<strong>en</strong>do<br />

precipitadam<strong>en</strong>te y exhortando con <strong>en</strong>ergía a los soldados para que se empeñas<strong>en</strong> <strong>en</strong> cont<strong>en</strong>er <strong>la</strong><br />

propagación del inc<strong>en</strong>dio. El c<strong>en</strong>turión Liberalis hizo cuanto pudo con su insignia de mando para<br />

conseguir <strong>la</strong> obedi<strong>en</strong>cia de los soldados, pero ni siquiera el respeto al emperador bastaba ya para apaciguar<br />

<strong>la</strong> furia de <strong>la</strong> soldadesca contra los judíos y su ansia insaciable de saqueo. Todo lo que los soldados veían<br />

<strong>en</strong> torno suyo estaba revestido de oro y resp<strong>la</strong>ndecía a <strong>la</strong> luz siniestra de <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas, lo cual les inducía a<br />

suponer que habría <strong>en</strong> el santuario tesoros de incalcu<strong>la</strong>ble valor. Un soldado romano, sin ser visto, arrojó<br />

una tea <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dida <strong>en</strong>tre los goznes de <strong>la</strong> puerta y <strong>en</strong> breves instantes todo el edificio era presa de <strong>la</strong>s<br />

l<strong>la</strong>mas. Los oficiales se vieron obligados a retroceder ante el fuego y el humo que los cegaba, y el noble<br />

edificio quedó <strong>en</strong>tregado a su fatal destino.<br />

“Aquel espectáculo ll<strong>en</strong>aba de espanto a los romanos; ¿qué sería para los judíos? Toda <strong>la</strong> cumbre<br />

del monte que dominaba <strong>la</strong> ciudad despedía fulgores como el cráter de un volcán <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a actividad. Los<br />

edificios iban cay<strong>en</strong>do a tierra uno tras otro, <strong>en</strong> medio de un estrépito trem<strong>en</strong>do y desaparecían <strong>en</strong> el<br />

abismo ardi<strong>en</strong>te. Las techumbres de cedro eran como sábanas de fuego, los dorados capiteles de <strong>la</strong>s<br />

columnas relucían como espigas de luz rojiza y los torreones inf<strong>la</strong>mados despedían espesas columnas de<br />

humo y l<strong>en</strong>guas de fuego. Las colinas vecinas estaban iluminadas y dejaban ver grupos de g<strong>en</strong>tes que se<br />

agolpaban <strong>por</strong> todas partes sigui<strong>en</strong>do con <strong>la</strong> vista, <strong>en</strong> medio de horrible inquietud, el avance de <strong>la</strong> obra<br />

destructora; los muros y <strong>la</strong>s alturas de <strong>la</strong> ciudad estaban ll<strong>en</strong>os de curiosos que ansiosos contemp<strong>la</strong>ban <strong>la</strong><br />

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