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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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pres<strong>en</strong>taban al pueblo el perdón y <strong>la</strong> justificación <strong>por</strong> medio de <strong>la</strong> sangre de Cristo, Roma procedía con<br />

nueva <strong>en</strong>ergía a abrir su comercio <strong>por</strong> toda <strong>la</strong> cristiandad, ofreci<strong>en</strong>do el perdón a cambio de dinero.<br />

Cada pecado t<strong>en</strong>ía su precio, y se otorgaba a los hombres lic<strong>en</strong>cia para cometer crím<strong>en</strong>es, con tal<br />

que abundase el dinero <strong>en</strong> <strong>la</strong> tesorería de <strong>la</strong> iglesia. De modo que seguían ade<strong>la</strong>nte dos movimi<strong>en</strong>tos: uno<br />

que ofrecía el perdón de los pecados <strong>por</strong> dinero, y el otro que lo ofrecía <strong>por</strong> medio de Cristo; Roma que<br />

daba lic<strong>en</strong>cia para pecar, haci<strong>en</strong>do de esto un recurso para acrec<strong>en</strong>tar sus r<strong>en</strong>tas, y los reformadores que<br />

cond<strong>en</strong>aban el pecado y seña<strong>la</strong>ban a Cristo como propiciación y Red<strong>en</strong>tor. En Alemania <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ta de<br />

indulg<strong>en</strong>cias había sido <strong>en</strong>com<strong>en</strong>dada a los dominicos y era dirigida <strong>por</strong> el infame Tetzel. En Suiza el<br />

tráfico fue puesto <strong>en</strong> manos de los franciscanos, bajo <strong>la</strong> dirección de un fraile italiano l<strong>la</strong>mado Samsón.<br />

Había prestado este ya bu<strong>en</strong>os servicios a <strong>la</strong> iglesia y reunido <strong>en</strong> Suiza y Alemania grandes cantidades<br />

para el tesoro del papa. Cruzaba <strong>en</strong>tonces a Suiza, atray<strong>en</strong>do a grandes multitudes, despojando a los pobres<br />

campesinos de sus escasas ganancias y obt<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do ricas ofr<strong>en</strong>das <strong>en</strong>tre los ricos.<br />

Pero <strong>la</strong> influ<strong>en</strong>cia de <strong>la</strong> Reforma hacía disminuir el tráfico de <strong>la</strong>s indulg<strong>en</strong>cias aunque sin det<strong>en</strong>erlo<br />

del todo. Todavía estaba Zuinglio <strong>en</strong> Einsiedeln cuando Samsón se pres<strong>en</strong>tó con su mercadería <strong>en</strong> una<br />

pob<strong>la</strong>ción vecina. Enterándose de su misión, el reformador trató inmediatam<strong>en</strong>te de oponérsele. No se<br />

<strong>en</strong>contraron fr<strong>en</strong>te a fr<strong>en</strong>te, pero fue tan completo el éxito de Zuinglio al exponer <strong>la</strong>s pret<strong>en</strong>siones del<br />

fraile, que este se vio obligado a dejar aquel lugar y tomar otro rumbo. En Zúrich predicó Zuinglio con<br />

ardor contra estos monjes traficantes <strong>en</strong> perdón, y cuando Samsón se acercó a dicha ciudad le salió al<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro un m<strong>en</strong>sajero <strong>en</strong>viado <strong>por</strong> el concejo para ord<strong>en</strong>arle que no <strong>en</strong>trara. No obstante, logró al fin<br />

introducirse <strong>por</strong> estratagema, pero a poco le despidieron sin que hubiese v<strong>en</strong>dido ni un solo perdón y no<br />

tardó <strong>en</strong> abandonar a Suiza.<br />

Un fuerte impulso recibió <strong>la</strong> Reforma con <strong>la</strong> aparición de <strong>la</strong> peste o “gran mortandad”, que azotó<br />

a Suiza <strong>en</strong> el año 1519. Al verse los hombres cara a cara con <strong>la</strong> muerte, se conv<strong>en</strong>cían de cuán vanos e<br />

inútiles eran los perdones que habían comprado poco antes, y ansiaban t<strong>en</strong>er un fundam<strong>en</strong>to más seguro<br />

sobre el cual basar su fe. Zuinglio se contagió <strong>en</strong> Zúrich y se agravó de tal modo que se perdió toda<br />

esperanza de salvarle y circuló <strong>por</strong> muchos lugares el rumor de que había muerto. En aquel<strong>la</strong> hora de<br />

prueba su valor y su esperanza no vaci<strong>la</strong>ron. Miraba con los ojos de <strong>la</strong> fe hacia <strong>la</strong> cruz del Calvario y<br />

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