30.09.2016 Views

America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

esperanza de protegeros a vos. Si supiese yo que su alteza querría o podría tomar mi def<strong>en</strong>sa, no iría a<br />

Witt<strong>en</strong>berg. Ninguna espada material puede ade<strong>la</strong>ntar esta causa. Dios debe hacerlo todo sin <strong>la</strong> ayuda o <strong>la</strong><br />

cooperación del hombre. El que t<strong>en</strong>ga más fe será el que podrá pres<strong>en</strong>tar mejor def<strong>en</strong>sa” (ibíd., cap. 8).<br />

En una segunda carta que escribió, camino de Witt<strong>en</strong>berg, añadía Lutero: “Héme aquí, dispuesto<br />

a sufrir <strong>la</strong> reprobación de su alteza y el <strong>en</strong>ojo del mundo <strong>en</strong>tero. ¿No son los vecinos de Witt<strong>en</strong>berg mi<br />

propia grey? ¿No los <strong>en</strong>com<strong>en</strong>dó Dios a mi cuidado? y ¿no deberé, si es necesario, dar mi vida <strong>por</strong> amor<br />

de ellos? Además, temo ver una terrible revuelta <strong>en</strong> Alemania, que ha de acarrear a nuestro país el castigo<br />

de Dios” (ibíd., cap. 7). Con exquisita precaución y humildad, pero a <strong>la</strong> vez con decisión y firmeza, volvió<br />

Lutero a su trabajo. “Con <strong>la</strong> Biblia—dijo—, debemos rebatir y echar fuera lo que logró imponerse <strong>por</strong><br />

medio de <strong>la</strong> fuerza. Yo no deseo que se valgan de <strong>la</strong> viol<strong>en</strong>cia contra los supersticiosos y los incrédulos<br />

[...]. No hay que constreñir a nadie. La libertad es <strong>la</strong> es<strong>en</strong>cia misma de <strong>la</strong> fe” (ibíd., cap. 8).<br />

Pronto se supo <strong>por</strong> todo Witt<strong>en</strong>berg que Lutero había vuelto y que iba a predicar. El pueblo acudió<br />

de todas partes, al punto que no podía caber <strong>en</strong> <strong>la</strong> iglesia. Subi<strong>en</strong>do al púlpito, instruyó el reformador a<br />

sus oy<strong>en</strong>tes; con notable sabiduría y mansedumbre los exhortó y los amonestó. Refiriéndose <strong>en</strong> su sermón<br />

a <strong>la</strong>s medidas viol<strong>en</strong>tas de que algunos habían echado mano para abolir <strong>la</strong> misa, dijo:“La misa es una cosa<br />

ma<strong>la</strong>. Dios se opone a el<strong>la</strong>. Debería abolirse, y yo desearía que <strong>en</strong> su lugar se estableciese <strong>en</strong> todas partes<br />

<strong>la</strong> santa c<strong>en</strong>a del evangelio. Pero no apartéis de el<strong>la</strong> a nadie <strong>por</strong> <strong>la</strong> fuerza. Debemos dejar el asunto <strong>en</strong><br />

manos de Dios. No somos nosotros los que hemos de obrar, sino su Pa<strong>la</strong>bra. Y ¿<strong>por</strong> qué? me preguntaréis.<br />

Porque los corazones de los hombres no están <strong>en</strong> mis manos como el barro <strong>en</strong> <strong>la</strong>s del alfarero. T<strong>en</strong>emos<br />

derecho de hab<strong>la</strong>r, pero no t<strong>en</strong>emos derecho de obligar a nadie. Prediquemos; y confiemos lo demás a<br />

Dios. Si me resuelvo a hacer uso de <strong>la</strong> fuerza, ¿qué conseguiré? Fingimi<strong>en</strong>tos, formalismo, ord<strong>en</strong>anzas<br />

humanas, hipocresía [...]. Pero <strong>en</strong> todo esto no se hal<strong>la</strong>rá sinceridad de corazón, ni fe, ni amor. Y donde<br />

falte esto, todo falta, y yo no daría ni una paja <strong>por</strong> celebrar una victoria de esta índole [...]. Dios puede<br />

hacer más mediante el mero poder de su Pa<strong>la</strong>bra que vosotros y yo y el mundo <strong>en</strong>tero con nuestros<br />

esfuerzos unidos. Dios sujeta el corazón, y una vez sujeto, todo está ganado [...].<br />

“Estoy listo para predicar, alegar y escribir; pero a nadie constreñiré, <strong>por</strong>que <strong>la</strong> fe es un acto<br />

voluntario. Recordad todo lo que ya he hecho. Me <strong>en</strong>caré con el papa, combatí <strong>la</strong>s indulg<strong>en</strong>cias y a los<br />

147

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!