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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Muchos no se dejaban <strong>en</strong>gañar <strong>por</strong> los asertos de Roma. Compr<strong>en</strong>dían <strong>la</strong> nulidad de <strong>la</strong> mediación<br />

de hombres o ángeles <strong>en</strong> favor del pecador. Cuando <strong>la</strong> aurora de <strong>la</strong> luz verdadera alumbraba su<br />

<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to exc<strong>la</strong>maban con alborozo: “Cristo es mi Sacerdote, su sangre es mi sacrificio, su altar es<br />

mi confesionario”. Confiaban pl<strong>en</strong>am<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los méritos de Jesús, y repetían <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras: “Sin fe es<br />

imposible agradar a Dios”. Hebreos 11:6. “Porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los<br />

hombres, <strong>en</strong> que podamos ser salvos”. Hechos 4:12. La seguridad del amor del Salvador era cosa que<br />

muchas de estas pobres almas agitadas <strong>por</strong> los vi<strong>en</strong>tos de <strong>la</strong> tempestad no podían concebir. Tan grande<br />

era el alivio que les traía, tan inm<strong>en</strong>sa <strong>la</strong> profusión de luz que sobre ellos derramaba, que se creían<br />

arrebatados al cielo. Con pl<strong>en</strong>a confianza ponían su mano <strong>en</strong> <strong>la</strong> de Cristo; sus pies se as<strong>en</strong>taban sobre <strong>la</strong><br />

Roca de los siglos. Perdían todo temor a <strong>la</strong> muerte. Ya podían ambicionar <strong>la</strong> cárcel y <strong>la</strong> hoguera si <strong>por</strong> su<br />

medio podían honrar el nombre de su Red<strong>en</strong>tor.<br />

En lugares secretos <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios era así sacada a luz y leída a veces a una so<strong>la</strong> alma, y <strong>en</strong><br />

ocasiones a algún pequeño grupo que deseaba con ansias <strong>la</strong> luz y <strong>la</strong> verdad. Con frecu<strong>en</strong>cia se pasaba toda<br />

<strong>la</strong> noche de esa manera. Tan grandes eran el asombro y <strong>la</strong> admiración de los que escuchaban, que el<br />

m<strong>en</strong>sajero de <strong>la</strong> misericordia, con no poca frecu<strong>en</strong>cia se veía obligado a susp<strong>en</strong>der <strong>la</strong> lectura hasta que el<br />

<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to llegara a darse bi<strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta del m<strong>en</strong>saje de salvación. A m<strong>en</strong>udo se proferían pa<strong>la</strong>bras como<br />

estas: “¿Aceptará Dios <strong>en</strong> verdad mi ofr<strong>en</strong>da?” “¿Me mirará con ternura?” “¿Me perdonará?” La respuesta<br />

que se les leía era: “¡V<strong>en</strong>id a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso!” Mateo<br />

11:28 (VM).<br />

La fe se aferraba de <strong>la</strong>s promesas, y se oía esta alegre respuesta: “Ya no habrá que hacer más<br />

peregrinaciones, ni viajes p<strong>en</strong>osos a los santuarios. Puedo acudir a Jesús, tal como soy, pecador e impío,<br />

seguro de que no desechará <strong>la</strong> oración de arrep<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to. ‘Los pecados te son perdonados’. ¡Los míos,<br />

sí, aun los míos pued<strong>en</strong> ser perdonados!” Un raudal de santo gozo ll<strong>en</strong>aba el corazón, y el nombre de Jesús<br />

era <strong>en</strong>salzado con a<strong>la</strong>banza y acción de gracias. Esas almas felices volvían a sus hogares a derramar luz,<br />

para contar a otros, lo mejor que podían, lo que habían experim<strong>en</strong>tado y cómo habían <strong>en</strong>contrado el<br />

verdadero Camino. Había un poder extraño y solemne <strong>en</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de <strong>la</strong> Santa Escritura que hab<strong>la</strong>ba<br />

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