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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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el hombre se someta al hombre. En el mundo espiritual <strong>la</strong> sumisión es un culto verdadero que no debe<br />

r<strong>en</strong>dirse sino al Creador” (ibíd.).<br />

En su viaje de regreso fue recibido <strong>en</strong> los pueblos del tránsito con más agasajos que los que se le<br />

tributaran al ir a Worms. Príncipes de <strong>la</strong> iglesia daban <strong>la</strong> bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida al excomulgado monje, y gobernantes<br />

civiles tributaban honores al hombre a qui<strong>en</strong> el monarca había despreciado. Se le instó a que predicase, y<br />

a despecho de <strong>la</strong> prohibición imperial volvió a ocupar el púlpito. Dijo: “Nunca me comprometí a<br />

<strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ar <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios, y nunca lo haré”. Martyn 1:420. No hacía mucho que el reformador dejara<br />

a Worms cuando los papistas consiguieron que el emperador expidiera contra él un edicto <strong>en</strong> el cual se le<br />

d<strong>en</strong>unciaba como “el mismo Satanás bajo <strong>la</strong> figura humana y <strong>en</strong>vuelto con hábito de fraile” (D’Aubigné,<br />

lib. 7, cap. II). Se ord<strong>en</strong>aba que tan pronto como dejara de ser valedero su salvoconducto, se tomaran<br />

medidas para det<strong>en</strong>er su obra. Se prohibía guarecerle, suministrarle alim<strong>en</strong>to, bebida o socorro alguno,<br />

con obras o pa<strong>la</strong>bras, <strong>en</strong> público o <strong>en</strong> privado. Debía apresársele <strong>en</strong> cualquier parte donde se le hal<strong>la</strong>ra y<br />

<strong>en</strong>tregársele a <strong>la</strong>s autoridades.<br />

Sus adeptos debían ser <strong>en</strong>carce<strong>la</strong>dos también y sus bi<strong>en</strong>es confiscados. Los escritos todos de<br />

Lutero debían ser destruidos y, finalm<strong>en</strong>te, cualquiera que osara obrar <strong>en</strong> contradicción con el decreto<br />

quedaba incluido <strong>en</strong> <strong>la</strong>s cond<strong>en</strong>aciones del mismo. El elector de Sajonia y los príncipes más adictos a<br />

Lutero habían salido ya de Worms, y el decreto del emperador recibió <strong>la</strong> sanción de <strong>la</strong> dieta. Los<br />

romanistas no cabían de gozo. Consideraban que <strong>la</strong> suerte de <strong>la</strong> Reforma estaba ya sel<strong>la</strong>da. Pero Dios<br />

había provisto un medio de escape para su siervo <strong>en</strong> aquel<strong>la</strong> hora de peligro. Un ojo vigi<strong>la</strong>nte había seguido<br />

los movimi<strong>en</strong>tos de Lutero y un corazón sincero y noble se había resuelto a ponerle a salvo. Fácil era<br />

echar de ver que Roma no había de quedar satisfecha sino con <strong>la</strong> muerte del reformador; y solo ocultándose<br />

podía este bur<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s garras del león. Dios dio sabiduría a Federico de Sajonia para idear un p<strong>la</strong>n que<br />

salvara <strong>la</strong> vida de Lutero. Ayudado <strong>por</strong> varios amigos verdaderos se llevó a cabo el propósito del elector,<br />

y Lutero fue efectivam<strong>en</strong>te sustraído a <strong>la</strong> vista de amigos y <strong>en</strong>emigos. Mi<strong>en</strong>tras regresaba a su resid<strong>en</strong>cia,<br />

se vio rodeado de rep<strong>en</strong>te, separado de sus acompañantes y llevado <strong>por</strong> fuerza a través de los bosques al<br />

castillo de Wartburg, fortaleza que se alzaba sobre una montaña ais<strong>la</strong>da. Tanto su secuestro como su<br />

escondite fueron rodeados de tanto misterio, que Federico mismo <strong>por</strong> mucho tiempo no supo dónde se<br />

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