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America en la Profecia por Elena White

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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En una obra sobre “La verdad y el significado de <strong>la</strong>s Escrituras” dio a conocer su int<strong>en</strong>ción de traducir <strong>la</strong><br />

Biblia para que todo hombre <strong>en</strong> Ing<strong>la</strong>terra pudiera leer <strong>en</strong> su propia l<strong>en</strong>gua y conocer <strong>por</strong> sí mismo <strong>la</strong>s<br />

obras maravillosas de Dios.<br />

Pero de pronto tuvo que susp<strong>en</strong>der su trabajo. Aunque no t<strong>en</strong>ía aún ses<strong>en</strong>ta años de edad, sus<br />

ocupaciones continuas, el estudio, y los ataques de sus <strong>en</strong>emigos, le habían debilitado y <strong>en</strong>vejecido prematuram<strong>en</strong>te.<br />

Le sobrevino una peligrosa <strong>en</strong>fermedad cuyas nuevas, al llegar a oídos de los frailes, los<br />

ll<strong>en</strong>aron de alegría. P<strong>en</strong>saron que <strong>en</strong> tal trance <strong>la</strong>m<strong>en</strong>taría Wiclef amargam<strong>en</strong>te el mal que había causado<br />

a <strong>la</strong> iglesia. En consecu<strong>en</strong>cia se apresuraron a ir a su vivi<strong>en</strong>da para oír su confesión. Dándole ya <strong>por</strong><br />

agonizante se reunieron <strong>en</strong> derredor de él los repres<strong>en</strong>tantes de <strong>la</strong>s cuatro órd<strong>en</strong>es religiosas, acompañados<br />

<strong>por</strong> cuatro dignatarios civiles, y le dijeron: “Ti<strong>en</strong>es el sello de <strong>la</strong> muerte <strong>en</strong> tus <strong>la</strong>bios, conmuévete <strong>por</strong> <strong>la</strong><br />

memoria de tus faltas y retráctate de<strong>la</strong>nte de nosotros de todo cuanto has dicho para perjudicarnos”. El<br />

reformador escuchó <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio; luego ord<strong>en</strong>ó a su criado que le ayudara a incor<strong>por</strong>arse <strong>en</strong> su cama, y<br />

mirándolos con fijeza mi<strong>en</strong>tras permanecían puestos <strong>en</strong> pie esperando oír su retractación, les habló con<br />

aquel<strong>la</strong> voz firme y robusta que tantas veces les había hecho temb<strong>la</strong>r, y les dijo: “No voy a morir, sino<br />

que viviré para volver a d<strong>en</strong>unciar <strong>la</strong>s maquinaciones de los frailes” (D’Aubigné, lib. 17, cap. 7).<br />

Sorpr<strong>en</strong>didos y corridos los monjes se apresuraron a salir del apos<strong>en</strong>to.<br />

Las pa<strong>la</strong>bras de Wiclef se cumplieron. Vivió lo bastante para poder dejar <strong>en</strong> manos de sus<br />

connacionales el arma más poderosa contra Roma: <strong>la</strong> Biblia, el ag<strong>en</strong>te <strong>en</strong>viado del cielo para libertar,<br />

alumbrar y evangelizar al pueblo. Muchos y grandes fueron los obstáculos que tuvo que v<strong>en</strong>cer para llevar<br />

a cabo esta obra. Se veía cargado de achaques; sabía que solo le quedaban unos pocos años que dedicar a<br />

sus trabajos, y se daba cu<strong>en</strong>ta de <strong>la</strong> oposición que debía arrostrar, pero animado <strong>por</strong> <strong>la</strong>s promesas de <strong>la</strong><br />

Pa<strong>la</strong>bra de Dios, siguió ade<strong>la</strong>nte sin que nada le intimidara. Estaba <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o goce de sus fuerzas<br />

intelectuales y <strong>en</strong>riquecido <strong>por</strong> mucha experi<strong>en</strong>cia, <strong>la</strong> provid<strong>en</strong>cia especial de Dios le había conservado y<br />

preparado para esta <strong>la</strong> mayor de sus obras; de modo que mi<strong>en</strong>tras toda <strong>la</strong> cristiandad se hal<strong>la</strong>ba <strong>en</strong>vuelta<br />

<strong>en</strong> tumultos el reformador, <strong>en</strong> su rectoría de Lutterworth, sin hacer caso de <strong>la</strong> tempestad que rugía <strong>en</strong><br />

derredor, se dedicaba a <strong>la</strong> tarea que había escogido.<br />

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