Estrategia para una nueva industrialización
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la necesidad de producir en todas esas plantas,<br />
y que, por el contrario, se plantee la pregunta<br />
de cómo hacer <strong>para</strong> lograr mayores escalas de<br />
producción usando lo mejor de su inventario<br />
productivo y cerrando o vendiendo lo menos<br />
atractivo <strong>para</strong> ese ejercicio global.<br />
Este fue un proceso que anduvo a la velocidad<br />
de los acuerdos comerciales. Así como inicialmente<br />
estos acuerdos eran bilaterales o de<br />
grupos de pocos países, las decisiones de las<br />
cadenas de producción dependían de esos pequeños<br />
grupos de mercados. Así, las grandes<br />
empresas decidían dónde ubicar, por ejemplo,<br />
plantas que suministrarían los productos de la<br />
Unión Europea, o del acuerdo Canadá, Estados<br />
Unidos, México, o del Pacto Andino, o de Mercosur.<br />
En la medida en que los acuerdos fueron<br />
más amplios, o la confluencia de acuerdos bilaterales,<br />
de facto, han vuelto el libre comercio<br />
un ejercicio global, las cadenas de producción<br />
también han pensado globalmente, acompañadas<br />
por la tecnología de comunicaciones y<br />
los avances en el transporte.<br />
Así como hubo grandes ganadores en la selección<br />
de ese modelo de optimización mundial,<br />
naturalmente también hubo grandes perdedores.<br />
Colombia, país que aparentemente salía<br />
bien librado cuando el mercado común era el<br />
Pacto Andino, o incluso dentro del acuerdo con<br />
Venezuela y México, perdió muchas de sus ventajas<br />
al momento de la segunda ola de apertura<br />
que globalizó los mercados. La mayoría<br />
de los países no entendieron, ni analizaron las<br />
decisiones que estaban tomando y se abrieron<br />
ingenuamente, creyendo que los acuerdos comerciales<br />
en sí mismos iban a producir resultados<br />
en mejoras de la competitividad en forma<br />
más o menos automática, y que además esas<br />
mejoras dependían sólo del sector privado y se<br />
darían en el corto plazo. Los más grandes economistas<br />
de Latinoamérica cayeron ingenuamente<br />
en este error, y en ocasiones lo defienden<br />
con vehemencia.<br />
Veamos alg<strong>una</strong>s cifras que ilustran la dinámica<br />
del comercio mundial y las diferencias<br />
interregionales. En 1990 el comercio global era<br />
del orden de US$1,8 trillones y en 2013 ya era<br />
de US$17,3 trillones. En este comercio, en 1990<br />
América Latina pesaba el 5%; trece años después<br />
su peso es de 7%, evidenciando el poco<br />
aprovechamiento de la integración comercial.<br />
Por su parte, EE.UU. con el 12% y Europa con el<br />
41%, pasaron al 8% y el 32% respectivamente<br />
en los mismos periodos. Todo esto refleja que la<br />
política de optimización y relocalización se ha<br />
focalizado en el Lejano Oriente.<br />
Hoy en día, las <strong>nueva</strong>s cadenas productivas,<br />
desde su inicio tienen la opción de optimizar<br />
sus procesos productivos a partir del momento<br />
mismo del diseño de los productos y servicios.<br />
Ya es <strong>una</strong> posibilidad real y hasta un imperativo<br />
de un mercado cada vez más fuerte y<br />
competido.<br />
La mayor parte de los países latinoamericanos<br />
han concentrado sus esfuerzos por muchos<br />
años en impulsar el modelo exportador, como<br />
<strong>una</strong> estrategia de apoyo al desarrollo productivo<br />
y de la política industrial, sin tener en<br />
cuenta las <strong>nueva</strong>s dinámicas de la economía<br />
mundial. Lo cierto es que, lo que inicialmente<br />
era <strong>una</strong> tendencia de optimizacion productiva,<br />
se está volviendo el estándar de las grandes<br />
cadenas de manufacturas y servicios, y en un<br />
futuro muy próximo será sin lugar a dudas la<br />
generalidad. Por esta razón, el reto principal es<br />
insertarse en esas cadenas de valor.<br />
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