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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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Moisés había sido instruido tocante al galardón final que será dado a los humildes<br />

y obedientes siervos de Dios, y en <strong>com</strong>paración con el cual la ganancia mundanal<br />

se hundía en su propia insignificancia. El magnífico palacio de Faraón y el trono<br />

del monarca fueron ofrecidos a Moisés para seducirle; pero él sabía que los<br />

placeres pecaminosos que hacen a los hombres olvidarse de Dios imperaban en<br />

sus cortes señoriales. Vio más allá del esplendoroso palacio, más allá de la corona<br />

de un monarca, los altos honores que se otorgarán a los santos del Altísimo en un<br />

reino que no tendrá mancha de pecado. Vio por la fe una corona imperecedera<br />

que el Rey del cielo colocará en la frente del vencedor. Esta fe le indujo a<br />

apartarse de los señores de esta tierra, y a unirse con la nación humilde, pobre y<br />

despreciada que había preferido obedecer a Dios antes que servir al pecado.<br />

Moisés permaneció en la corte hasta los cuarenta años de edad. Con frecuencia<br />

pensaba en la abyecta condición de su pueblo, y visitaba a sus hermanos sujetos<br />

a servidumbre, y los animaba con la seguridad de que Dios obraría su liberación.<br />

A menudo, provocado al resentimiento por las escenas de injusticia y opresión que<br />

veía, anhelaba vengar sus males. Un día, en una de sus visitas, al ver que un<br />

egipcio golpeaba a un israelita, se arrojó sobre aquél y le dio muerte. No hubo<br />

testigos del hecho, excepto el israelita, y Moisés sepultó inmediatamente el cuerpo<br />

en la arena. Habiendo demostrado que estaba listo para apoyar la causa de su<br />

pueblo, esperaba verlo levantarse para recobrar su libertad. "Pero él pensaba 253<br />

que sus hermanos entendían que Dios les había de dar salud por su mano; mas<br />

ellos no lo habían entendido." (Hech. 7:25.) Aun no estaban preparados para la<br />

libertad.<br />

Al siguiente día Moisés vio a dos hebreos que reñían entre sí, uno de ellos era<br />

evidentemente culpable. Moisés le reprendió, y el hombre, oponiéndosele, le negó<br />

el derecho a intervenir y le acusó así vilmente de un crimen: "¿Quién te ha puesto<br />

a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿piensas matarme <strong>com</strong>o mataste al<br />

egipcio?"<br />

Todo el asunto, exagerado en sumo grado, se supo rápidamente entre los<br />

egipcios, y hasta llegó a oídos de Faraón. Se le dijo al rey que este acto era muy<br />

significativo, que Moisés tenía el propósito de acaudillar a su pueblo contra los<br />

egipcios; que quería derrocar el gobierno y ocupar el trono; y que no habría<br />

seguridad para el reino mientras él viviese. El monarca decidió en seguida que<br />

debía morir. Reconociendo su peligro, Moisés huyó hacia Arabia.<br />

El Señor dirigió su marcha, y encontró asilo en casa de Jetro, sacerdote y príncipe<br />

de Madián que también adoraba a Dios. Después de un tiempo, Moisés se casó<br />

con una de las hijas de Jetro; y allí, al servicio de su suegro <strong>com</strong>o pastor de<br />

ovejas, permaneció por espacio de cuarenta años.<br />

Al dar muerte al egipcio, Moisés había caído en el mismo error que <strong>com</strong>etieron tan<br />

a menudo sus antepasados; es decir, había intentado realizar por sí mismo lo que<br />

Dios había prometido hacer. Dios no se proponía libertar a su pueblo mediante la<br />

guerra, <strong>com</strong>o pensó Moisés, sino por su propio gran poder, para que la gloria<br />

fuese atribuida sólo a él. No obstante, aun de este acto apresurado se valió el<br />

Señor para cumplir sus propósitos. Moisés no estaba preparado para su gran<br />

obra. Aun tenía que aprender la misma lección de fe que se les había enseñado a<br />

Abrahán y a Jacob, es decir, a no depender, para el cumplimiento de las promesas<br />

de Dios, de la fuerza y sabiduría humanas, sino del poder divino. Había otras

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