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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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y que, a pedido del propio Saúl, él mismo, es decir el mensajero, le había dado<br />

muerte; y traía a David la corona de la cabeza de Saúl y los brazaletes de oro de<br />

su brazo. El mensajero esperaba con toda confianza que estas noticias serían<br />

recibidas con regocijo, y que recibiría un premio cuantioso por la parte que había<br />

desempeñado.<br />

Pero "entonces David trabando de sus vestidos, rompiólos; y lo mismo hicieron los<br />

hombres que estaban con él. Y lloraron y lamentaron, y ayunaron hasta la tarde,<br />

por Saúl y por Jonathán su hijo, y por el pueblo de Jehová, y por la casa de Israel<br />

porque habían caído a cuchillo."<br />

Pasada la primera impresión de las terribles noticias, los pensamientos de David<br />

se volvieron al heraldo extranjero, y al crimen del que era culpable, según su<br />

propia declaración. El jefe preguntó al joven: "¿De dónde eres tú? Y él respondió:<br />

Yo soy hijo de un extranjero, Amalecita. Y díjole David: ¿Cómo no tuviste temor de<br />

extender tu mano para matar al ungido de Jehová?" Dos veces había tenido David<br />

a Saúl en su poder; pero cuando se le exhortó a que le diera muerte, se negó a<br />

levantar la mano contra el que había sido consagrado por orden de Dios para<br />

gobernar a Israel. No obstante, el amalecita no temía jactarse de haber dado<br />

muerte al rey de Israel. Se había acusado a sí mismo de un crimen digno de<br />

muerte, y la pena se ejecutó en seguida. David dijo: "Tu sangre sea sobre tu<br />

cabeza, pues que tu boca atestiguó contra ti, diciendo: Yo maté al ungido de<br />

Jehová."<br />

El dolor de David por la muerte de Saúl era sincero y profundo; y revelaba la<br />

generosidad de una naturaleza noble. No se alegró de la caída de su enemigo. El<br />

obstáculo que había753 impedido su ascensión al trono de Israel había sido<br />

eliminado, pero no se regocijó por ello. La muerte había borrado por <strong>com</strong>pleto todo<br />

recuerdo de la desconfianza y crueldad de Saúl, y de su historia, David recordaba<br />

sólo lo que era regio y noble. El nombre de Saúl iba vinculado con el de Jonatán,<br />

cuya amistad había sido tan sincera y tan desinteresada.<br />

El canto en que David derramó los sentimientos de su corazón, llegó a ser un<br />

tesoro para la nación, y para el pueblo de Dios en las generaciones sucesivas:<br />

"¡Perecido ha la gloria de Israel sobre tus montañas!<br />

¡Cómo han caído los valientes!<br />

No lo denunciéis en Gath,<br />

No deis las nuevas en las plazas de Ascalón;<br />

Porque no se alegren las hijas de los Filisteos,<br />

Porque no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.<br />

Montes de Gilboa,<br />

Ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros,<br />

Ni seáis tierras de ofrendas;<br />

Porque allí fue desechado el escudo de los valientes,<br />

El escudo de Saúl, <strong>com</strong>o si no hubiera sido ungido con aceite.<br />

Sin sangre de muertos, sin grosura de valientes,<br />

El arco de Jonathán nunca volvió,<br />

Ni la espada de Saúl se tornó vacía.<br />

Saúl y Jonathán, amados y queridos en su vida,<br />

En su muerte tampoco fueron apartados:<br />

Más ligeros que águilas, más fuertes que leones.

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