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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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intervención de la providencia de Dios, podían salvarse. Pero aunque huyeron de<br />

los juicios, por temor a la destrucción, su rebelión no fue curada. Regresaron a sus<br />

tiendas aquella noche, horrorizados, pero no arrepentidos. 425<br />

Tanto los había lisonjeado Coré y sus asociados, que se creyeron realmente muy<br />

buenos, y que habían sido perjudicados y maltratados por Moisés. Si llegaban a<br />

admitir que Coré y sus <strong>com</strong>pañeros estaban equivocados, y que Moisés estaba en<br />

lo justo, entonces se verían obligados a recibir <strong>com</strong>o palabra de Dios la sentencia<br />

de que debían morir en el desierto. No querían someterse a esto, y procuraron<br />

creer que Moisés los había engañado. Habían acariciado la esperanza de que se<br />

estaba por establecer un nuevo orden de cosas, en el cual la alabanza<br />

reemplazarla a la reprensión, y el ocio y el bienestar a la ansiedad y la lucha. Los<br />

hombres que acababan de perecer habían pronunciado palabras de adulación, y<br />

habían profesado gran interés y amor por ellos, de modo que el pueblo concluyó<br />

que Coré y sus <strong>com</strong>pañeros debieron ser buenos hombres, cuya destrucción<br />

Moisés había ocasionado por alguno u otro medio.<br />

Es casi imposible a los hombres infligir a Dios mayor insulto que el que consiste en<br />

menospreciar y rechazar los instrumentos que él quiere emplear para salvarlos.<br />

No sólo habían hecho esto los israelitas, sino que hasta se habían propuesto dar<br />

muerte a Moisés y a Aarón. No obstante, no se percataban de la necesidad que<br />

tenían de pedir perdón a Dios por su grave pecado. No dedicaron aquella noche<br />

de gracia al arrepentimiento y la confesión, sino a idear alguna manera de resistir<br />

a las pruebas de que eran los mayores de los pecadores. Seguían albergando<br />

odio contra los hombres designados por Dios, y se preparaban para resistir la<br />

autoridad de ellos. Satanás estaba allí para pervertir su juicio, y llevarlos con los<br />

ojos vendados a la destrucción.<br />

Todo Israel había huido alarmado cuando oyó el clamor de los pecadores<br />

condenados que descendían al abismo, y dijo: "No nos trague también la tierra."<br />

Pero al "día siguiente toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra<br />

Moisés y Aarón, diciendo: Vosotros habéis muerto al pueblo de Jehová." Y estaba<br />

a punto de hacer violencia a sus fieles y abnegados jefes. 426<br />

Se vio una manifestación de la gloria divina en la nube sobre el tabernáculo y salió<br />

de la nube una voz que habló a Moisés y a Aarón, diciendo: "Apartaos de en<br />

medio de esta congregación, y consumirélos en un momento."<br />

No había culpabilidad de pecado en Moisés. Por tanto, no temió ni se apresuró a<br />

irse para dejar que la congregación pereciera. Moisés se demoró y con ello<br />

manifestó en esta temible crisis el verdadero interés del pastor por el rebaño<br />

confiado a su cuidado. Rogó para que la ira de Dios no destruyera totalmente al<br />

pueblo por él, escogido. Su intercesión impidió que el brazo de la venganza<br />

acabara <strong>com</strong>pletamente con el desobediente y rebelde pueblo de Israel.<br />

Pero el ángel de la ira había salido; la plaga estaba haciendo su obra de<br />

exterminio. Atendiendo a la orden de su hermano, Aarón tomó un incensario, y con<br />

él se dirigió apresuradamente al medio de la congregación, "e hizo expiación por el<br />

pueblo." "Y púsose entre los muertos y los vivos." Mientras subía el humo de<br />

incienso, también se elevaban a Dios las oraciones de Moisés en el tabernáculo, y<br />

la plaga se detuvo; pero no antes que catorce mil israelitas yacieran muertos,<br />

<strong>com</strong>o evidencia de la culpabilidad que entraña la murmuración y la rebelión.

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