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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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Jacob se despertó de su sueño en el profundo silencio de la noche. Las<br />

relucientes figuras de su visión se habían desvanecido. Sus ojos no veían ahora<br />

más que los contornos obscuros de las colinas solitarias y sobre ellas el cielo<br />

estrellado. Pero experimentaba un solemne sentimiento de que Dios estaba con<br />

él. Una presencia invisible llenaba la soledad. "Ciertamente Jehová está en este<br />

lugar -dijo- y yo no lo sabía... No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del<br />

cielo."<br />

"Y levantóse Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y<br />

alzóla por título, y derramó aceite encima de ella." Siguiendo la costumbre de<br />

conmemorar los acontecimientos de importancia, Jacob erigió un monumento a la<br />

misericordia de Dios, para que siempre que pasara por aquel camino, pudiese<br />

detenerse en ese lugar sagrado para adorar al Señor. Y llamó aquel lugar Betel; o<br />

sea, "casa de Dios." Con profunda gratitud repitió la promesa que le aseguraba<br />

que la presencia de Dios estaría con él; y luego hizo el solemne voto: "Si fuere<br />

Dios conmigo, y me guardare en este viaje que voy, y me diere pan para <strong>com</strong>er y<br />

vestido para vestir, y si tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y<br />

esta piedra que he puesto por título, será 185 casa de Dios: y de todo lo que me<br />

dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." (Gén. 28: 20-22.)<br />

Jacob no estaba tratando de concertar condiciones con Dios. El Señor ya le había<br />

prometido prosperidad, y este voto era la expresión de un corazón lleno de gratitud<br />

por la seguridad del amor y la misericordia de Dios. Jacob <strong>com</strong>prendía que Dios<br />

tenía sobre él derechos que estaba en el deber de reconocer, y que las señales,<br />

especiales de la gracia divina que se le habían concedido, le exigían reciprocidad.<br />

Cada bendición que se nos concede demanda una respuesta hacia el Autor de<br />

todos los dones de la gracia. El cristiano debiera repasar muchas veces su vida<br />

pasada, y recordar con gratitud las preciosas liberaciones que Dios ha obrado en<br />

su favor, sosteniéndole en la tentación, abriéndole caminos cuando todo parecía<br />

tinieblas y obstáculos, y dándole nuevas fuerzas cuando estaba por desmayar.<br />

Debiera reconocer todo esto <strong>com</strong>o pruebas de la protección de los ángeles<br />

celestiales. En vista de estas innumerables bendiciones debiera preguntarse<br />

muchas veces con corazón humilde y agradecido: "¿Qué pagaré a Jehová por<br />

todos sus beneficios para conmigo?" (Sal. 116: 12.)<br />

Nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes debieran dedicarse en forma<br />

sagrada al que nos confió estas bendiciones. Cada vez que se obra en nuestro<br />

favor una liberación especial, o recibimos nuevos e inesperados favores,<br />

debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando nuestra gratitud no sólo en<br />

palabras, sino, <strong>com</strong>o Jacob, mediante ofrendas y dones para su causa. Así <strong>com</strong>o<br />

recibimos constantemente las bendiciones de Dios, también hemos de dar sin<br />

cesar.<br />

"Y de todo lo que me dieres -dijo Jacob,- el diezmo lo he de apartar para ti."<br />

Nosotros que gozamos de la clara luz y de los privilegios del Evangelio, ¿nos<br />

contentaremos con darle a Dios menos de lo que daban aquellos que vivieron en<br />

la dispensación anterior menos favorecida que la nuestra? 186 De ninguna<br />

manera. A medida que aumentan las bendiciones de que gozamos, ¿no aumentan<br />

nuestras obligaciones en forma correspondiente? Pero ¡cuán en poco las<br />

tenemos! ¡Cuán imposible es el esfuerzo de medir con reglas matemáticas lo que<br />

le debemos en tiempo, dinero y afecto, en respuesta a un amor tan

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