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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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El gran Soberano de todas las naciones había declarado que Moisés no habría de<br />

introducir a la congregación de Israel en la buena tierra, y la súplica fervorosa del<br />

siervo de Dios no pudo conseguir que su sentencia se revocara. El sabía que 503<br />

había de morir. Sin embargo, no había vacilado un solo momento en su cuidado<br />

de Israel. Con toda fidelidad, había procurado preparar a la congregación para su<br />

entrada en la herencia prometida. A la orden divina, Moisés y Josué fueron al<br />

tabernáculo, mientras que la columna de nube descendía y se asentaba sobre la<br />

puerta. Allí el pueblo le fue encargado solemnemente a Josué. La obra de Moisés<br />

<strong>com</strong>o jefe de Israel había terminado. Y a pesar de esto, se olvidó de si mismo en<br />

su interés por su pueblo. En presencia de la multitud congregada, Moisés, en<br />

nombre de Dios, dirigió a su sucesor estas palabras de aliento santo: "Esfuerzate y<br />

anímate, que tú meterás los hijos de Israel en la tierra que les juré, y yo seré<br />

contigo." (Deut. 31: 23.) Luego se volvió hacia los ancianos y príncipes del pueblo,<br />

y les encargó solemnemente que acatasen fielmente las instrucciones de Dios que<br />

él les había <strong>com</strong>unicado.<br />

Mientras el pueblo miraba a aquel anciano, que tan pronto le sería quitado,<br />

recordó con nuevo y profundo aprecio su ternura paternal, sus sabios consejos y<br />

sus labores incansables. ¡Cuán a menudo, cuando sus pecados habían merecido<br />

los justos castigos de Dios, las oraciones de Moisés habían prevalecido para<br />

salvarlos! La tristeza que sentían era intensificada por el remordimiento.<br />

Recordaban con amargura que su propia iniquidad había inducido a Moisés al<br />

pecado por el cual tenía que morir.<br />

La remoción de su amado jefe iba a ser para Israel un castigo mucho más severo<br />

que cualquier otro que pudieran haber recibido sobreviviendo él y continuando su<br />

misión. Dios quería hacerles sentir que no debían hacer la vida de su futuro jefe<br />

tan difícil <strong>com</strong>o se la habían hecho a Moisés. Dios había a su pueblo mediante las<br />

bendiciones que le otorga, y cuando éstas no son apreciadas, le habla<br />

suprimiendo las bendiciones, para inducirlo a ver sus pecados, y a volverse hacia<br />

él de todo corazón.<br />

Aquel mismo día Moisés recibió la siguiente orden: "Sube al monte Nebo, ...y mira<br />

la tierra de Canaán que yo 504 doy por heredad a los hijos de Israel; y muere en el<br />

monte al cual subes, y sé reunido a tus pueblos." (Deut. 32: 49, 50.) A menudo<br />

había abandonado Moisés el campamento, en acatamiento de las órdenes divinas,<br />

con el objeto de tener <strong>com</strong>unión con Dios; pero ahora había de partir en una<br />

nueva y misteriosa misión. Tenía que salir y entregar su vida en las manos de su<br />

Creador. Moisés sabía que había de morir solo; a ningún amigo terrenal se le<br />

permitiría asistirle en sus últimas horas. La escena que le esperaba tenía un<br />

carácter misterioso y pavoroso que le oprimía el corazón. La prueba más severa<br />

consistió en separarse del pueblo que estaba bajo su cuidado y al cual amaba, el<br />

pueblo con el cual había identificado todo su interés durante tanto tiempo. Pero<br />

había aprendido a confiar en Dios, y con fe incondicional se en<strong>com</strong>endó a sí<br />

mismo y a su pueblo al amor y la misericordia de Dios.<br />

Por última vez, Moisés se presentó en la asamblea de su pueblo. Nuevamente el<br />

Espíritu de Dios se posó sobre él, y en el lenguaje más sublime y conmovedor<br />

pronunció una bienaventuranza sobre cada una de las tribus, concluyendo con<br />

una bendición general:<br />

"Ninguno hay <strong>com</strong>o el Dios de Jesurún,

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