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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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En un juicio por homicidio, no se podía condenar al acusado por la declaración de<br />

un solo testigo, aunque hubiera graves pruebas circunstanciales contra él. La<br />

orden del Señor fue: "Cualquiera que hiriere a alguno, por dicho de testigos, morirá<br />

el homicida: mas un solo testigo no hará fe contra alguna persona que muera."<br />

(Núm. 35: 30.) Fue Cristo quien le dio a Moisés estas instrucciones para Israel; y<br />

mientras estaba personalmente con sus discípulos en la tierra, al enseñarles cómo<br />

debían tratar a los pecadores, el gran Maestro repitió la lección de que el<br />

testimonio de un solo hombre no basta para condenar ni absolver. Las cuestiones<br />

en disputa no han de decidirse por las opiniones de un solo hombre. En todos<br />

estos asuntos, dos o más han de reunirse y llevar juntos la responsabilidad, "para<br />

que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra." (Mat. 18: 16.)<br />

Si el enjuiciado por homicida era reconocido culpable, ninguna 553 expiación ni<br />

rescate podía salvarle. "El que derramare sangre del hombre, por el hombre su<br />

sangre será derramada." "Y no tomaréis precio por la vida del homicida; porque<br />

está condenado a muerte: mas indefectiblemente morirá;" "de mi altar lo quitarás<br />

para que muera," éstas fueron las instrucciones de Dios juntamente con las<br />

siguientes: "La tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino<br />

por la sangre del que la derramó." (Gén. 9: 6; Núm. 35: 31-33; Exo. 1: 14.) La<br />

seguridad y la pureza de la nación exigía que el pecado de homicidio fuese<br />

castigado severamente. La vida humana, que sólo Dios podía dar, debía<br />

considerarse sagrada.<br />

Las ciudades de refugio destinadas al antiguo pueblo de Dios eran un símbolo del<br />

refugio proporcionado por Cristo. El mismo Salvador misericordioso que designó<br />

esas ciudades temporales de refugio proveyó por el derramamiento de su propia<br />

sangre un asilo verdadero para los transgresores de la ley de Dios, al cual pueden<br />

huir de la segunda muerte y hallar seguridad. No hay poder que pueda arrebatar<br />

de sus manos las almas que acuden a él en busca de perdón. "Ahora pues,<br />

ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús." "¿Quien es el que<br />

condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien<br />

además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros," "para<br />

que . . . tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a trabarnos de la<br />

esperanza propuesta." (Rom. 8: 1, 34; Heb. 6: 18.)<br />

El que huía a la ciudad de refugio no podía demorarse. Abandonaba su familia y<br />

su ocupación. No tenía tiempo para despedirse de los seres amados. Su vida<br />

estaba en juego y debía sacrificar todos los intereses para lograr un solo fin: llegar<br />

al lugar seguro. Olvidaba su cansancio; y no le importaban las dificultades. No<br />

osaba aminorar el paso un solo momento hasta hallarse dentro de las murallas de<br />

la ciudad. El pecador está expuesto a la muerte eterna hasta que encuentre un<br />

escondite en Cristo; y así <strong>com</strong>o la demora y la 554 negligencia podían privar al<br />

fugitivo de su única oportunidad de vivir, también pueden las tardanzas y la<br />

indiferencia resultar en ruina del alma. Satanás, el gran adversario, sigue los<br />

pasos de todo transgresor de la santa ley de Dios, y el que no se percata del<br />

peligro en que se halla y no busca fervorosamente abrigo en el refugio eterno,<br />

será víctima del destructor.<br />

El prisionero que en cualquier momento salía de la ciudad de refugio era<br />

abandonado a la voluntad del vengador de la sangre. En esa forma se le<br />

enseñaba al pueblo a seguir celosamente los métodos que la sabiduría infinita

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