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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS ... - Iasdsanjudas.com

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fuerza que no era la suya, podían alentar los israelitas la esperanza de obtener<br />

éxito en el conflicto inminente.<br />

Una de las mayores fortalezas de la tierra, la grande y rica ciudad de Jericó, se<br />

hallaba frente a ellos, a poca distancia de su campamento de Gilgal. Situada en la<br />

margen de una llanura feraz en que abundaban los ricos y diversos productos de<br />

los trópicos, esta ciudad orgullosa, cuyos palacios y templos eran morada del lujo<br />

y del vicio, desafiaba al Dios de Israel desde sus macizos baluartes. Jericó era una<br />

de las sedes principales de la idolatría, y se dedicaba especialmente al culto de<br />

Astarté, diosa de la luna. Allí se concentraban todos los ritos más viles y<br />

degradantes de la religión de los cananeos. El pueblo de Israel que tenía aun<br />

fresco el recuerdo de las consecuencias terribles del pecado que <strong>com</strong>etiera en<br />

Beth-peor, no podía contemplar esta ciudad pagana sino con repugnancia y<br />

horror.<br />

Josué veía que la toma de Jericó debía ser el primer paso en la conquista de<br />

Canaán. Pero ante todo buscó una garantía 522 de la dirección divina; y ella le fue<br />

concedida. Habiéndose retirado del campamento para meditar y pedir en oración<br />

que el Dios de Israel fuera delante de su pueblo, vio a un guerrero armado, de alta<br />

estatura y aspecto imponente, "el cual tenía una espada desnuda en su mano." A<br />

la pregunta desafiante de Josué: "¿Eres de los nuestros, o de nuestros<br />

enemigos?" contestó: "No; mas Príncipe del ejército de Jehová, ahora he venido."<br />

(Véase Josué 5-7.) La misma orden que se había dado a Moisés en Horeb: "Quita<br />

tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" reveló el<br />

carácter verdadero del misterioso forastero. Era Cristo, el Sublime, quien estaba<br />

delante del jefe de Israel. Dominado por santo temor, Josué cayó sobre su rostro,<br />

adoró, y tras oír la promesa: "Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su<br />

rey, con sus varones de guerra," recibió instrucciones respecto a la toma de la<br />

ciudad.<br />

En obediencia al mandamiento divino, Josué reunió los ejércitos de Israel. No<br />

debían emprender asalto alguno. Sólo debían marchar alrededor de la ciudad,<br />

llevando el arca de Dios y tocando las bocinas. En primer lugar, venían los<br />

guerreros, o sea un cuerpo de varones escogidos, no para vencer con su propia<br />

habilidad y valentía, sino por obediencia a las instrucciones dadas por Dios.<br />

Seguían siete sacerdotes con trompetas. Luego el arca de Dios, rodeada de una<br />

aureola de gloria divina, era llevada por sacerdotes ataviados con las vestiduras<br />

de su santo cargo. Seguía el ejército de Israel, con cada tribu bajo su estandarte.<br />

Tal era la procesión que rodeaba la ciudad condenada. No se oía otro sonido que<br />

el de los pasos de aquella hueste numerosa, y el solemne tañido de las trompetas<br />

que repercutía entre las colinas y resonaba por las calles de Jericó. Una vez dada<br />

la vuelta, el ejército volvía silenciosamente a sus tiendas, y el arca se colocaba<br />

nuevamente en su sitio en el tabernáculo.<br />

Con asombro y alarma, los centinelas de la ciudad observaban cada movimiento y<br />

lo referían a las autoridades. No <strong>com</strong>prendían 523 el significado de todo este<br />

despliegue; pero al ver a aquella hueste numerosa marchar cada día alrededor de<br />

su ciudad, con el arca santa y los sacerdotes que la a<strong>com</strong>pañaban, el misterio de<br />

la escena infundió terror en el corazón tanto de los sacerdotes <strong>com</strong>o del pueblo.<br />

Volvieron a inspeccionar sus fuertes defensas, seguros de que podrían resistir con<br />

éxito el ataque más vigoroso. Muchos se burlaban de la idea de que estas

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